MANUEL LINDE.
A las aladas almas de las flores,/ del almendro de nata te requiero,/ que tenemos que hablar de muchas cosas/ compañero del alma, compañero... ( Miguel Hernández)
Manuel Linde Fabero, es una huella imborrable y necesaria para todos los que hemos creído como él que, la Guardia Civil puede y debe democratizarse.
Hoy quiero recordarlo con la palabra escrita, no voy hacer un recorrido por sus vicisitudes profesionales, ni de su tormento constante hasta su muerte.
Como decía el poeta Pablo Neruda de Miguel Hernández,”es necesario recordarlo” yo digo que hasta retornarlo de su descanso eterno, porque sin su pasado, es imposible hallar la senda de la democracia soñada.
Linde, Piñeiro, Morata y Rosa, fueron las patas necesaria del tablero de la mesa de aquél Sindicato Unificado de los Guardias Giviles (SUGC) que, sirvieron de simiente, para lo que hoy son las asociaciones profesionales en el seno del Cuerpo.
Manuel Linde, nos dejó, y lo hizo con el último estertor, se mantuvo fiel a sus ideas y su lucha hasta el último aliento de la vida física. Murió en circunstancias penosas saboreando la hiel de la ingratitud.
Pero ahí está la inmensidad del alma humana que aún pulula entre nosotros, a nuestro alrededor, alumbrándonos como la luz intermitente de la luciérnaga.
Manuel Linde, no vivió la democracia, porque se la negaron, el triunfo del TEDH, (Tribunal Europeo de Derechos Humanos) fue su victoria también, pero fue un bálsamo insuficiente, que no alivió su dolor de alma.
Esto que llamamos democracia, no lo es, seguimos en los tiempos de Joaquín Costa, a finales del siglo XIX, que él llamó “Oligarquía y Caciquismo” y esto la hace imposible.
Esta mal llamada democracia deja cadáveres en su camino, Manuel Linde, es uno de éstos cadáveres, yo no creo en esta democracia, porque mientras exista un solo ser humano sin libertad plena, tanto en la vida civil, como la militar o eclesiástica, no habrá democracia.
Lo he dicho un millar de veces, los cuarteles y los conventos, sólo tienen la libertad que les dosifican dentro, y una democracia dosificada no es democracia, son parches en una cámara desgastada.
Siempre he dicho también que a los guardias represaliados les debemos un gran homenaje público, y aún más necesitamos, -y reitero lo de Neruda- “es necesario recordarlos” y hasta resucitarlos.
Manuel linde, es un referente, es un estímulo para los que a veces nos vemos debilitados anímicamente, es un estímulo para los desheredados en este Estado, pero Manuel sabía que los estados no tienen sentimientos y por tanto carecen de alma.
A Manuel Linde, le debemos el camino, y más, nos señaló el horizonte, que es el destino.
Manuel, murió en el pozo de la ingratitud, y es una obligación nuestra, la de sus compañeros, elevarlo al brocal de ese pozo, que es donde siempre debió de estar y que sin duda, a partir de hoy, estará.
Leganés, 9 de febrero de 2011
José Manuel García García (JOSMAN
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