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miércoles, 16 de febrero de 2011

Preguntas equivocadas

Preguntas equivocadas

Autor: Rosa Diéz UPyD

Creí que nunca más iba a tener que explicar algunas cosas de nuestro pasado. Creí que nunca más iba a tener que responder a las mismas falsas preguntas. Creí que nunca más tendría que desempolvar sentencias y artículos referidos a ETA, a Batasuna o a cualquiera de sus marcas para recordar a tanto profesional del olvido qué es lo que nos jugamos en este aparente lance administrativo de la “legalización” de Batasuna.

Pero desde que el lunes pasado varios dirigentes del conglomerado etarra como Rufi Etxeberría, Tasio Erquizia o Íñigo Iruin oficiaron la presentación pública de la nueva marca electoral de ETA se ha desatado en España un debate impensable en cualquier país con el suficiente cuajo democrático como para no tener complejo a la hora de defender su régimen constitucional y el Estado de Derecho que este consagra.

He escuchado razonamientos tan absurdos como insolventes alrededor de los estatutos de la nueva marca de ETA cuando aún no estaban presentados; me he sorprendido ante afirmaciones del tipo “lo sentimos, pero la ley les ampara” sostenidas en presuntos párrafos estatutarios que no forman parte del texto presentado en el Ministerio del Interior. Quienes, en palabras de Maite Pagazaurtundúa, se aprestan a velar armas para servir de coartada a los enemigos de la democracia se han apresurado a pedirnos generosidad y amplitud de miras; otros, como el siempre ojo avizor Presidente de los socialistas vascos Jesús Eguiguren, han ido más lejos para proclamar que en Euskadi “ha estallado la paz” y que el de ETA es un “terrorismo VIP”,

Voy a tratar de desmontar esta burla macabra. Vayamos a la primera falsa pregunta: ¿Se puede con estos Estatutos legalizar Batasuna? Desde que se dictó la Sentencia del Supremo de 27 de marzo de 2003 por la que se declaraban ilegales Batasuna y todas sus marcas, ha habido tantas declaraciones y tantos hechos tendentes a tergiversar la realidad de lo que ese auto representa que, a día de hoy, nadie parece recordar su verdadero contenido y alcance. Las cosas han llegado a un punto en el que la legalización de Batasuna ha pasado a ser presentada como un problema de los demócratas, más que una necesidad de los terroristas que ansían refugiarse cual garrapatas en las instituciones para chuparnos la sangre mientras reorganizan sus comandos. Hemos escuchado a tantos “de los nuestros” insistir en la “necesidad” de que Batasuna se “legalice” que ellos, los malos, han llegado a creer que el Ministro del Interior en persona va a ir a una de sus sedes a llevarles la copia del registro firmada y sellada…

Respuesta: Batasuna nunca podrá ser legalizada; nunca en tanto que España siga siendo un Estado de Derecho. Nada mejor que recordar la Sentencia del Supremo de 27 de marzo de 2003:

“Fallamos:

“Primero: Declaramos la ilegalidad de los partidos políticos demandados, esto es, de Herri Batasuna, de Euskal Herritarrok y de Batasuna.

“Segundo: Declaramos la disolución de dichos partidos políticos con los efectos previstos en el artículo 12.1 de la Ley Orgánica 6/2002 de Partidos Políticos.

“Tercero: Ordenamos la cancelación de sus respectivas inscripciones causadas en el Registro de Partidos Políticos.

“Cuarto: Los expresados partidos políticos, cuya ilegalidad se declara, deberán cesar de inmediato en todas las actividades que realicen una vez sea notificada la presente sentencia.

“Quinto: Procédase a la apertura de un proceso de liquidación patrimonial de Herri Batasuna, Euskal Herritarrok y Batasuna en la forma que se establezca en el artículo…etc.”

La sentencia del Supremo es tan contundente que sólo podría ser superada por los edictos de la antigua Roma, aquellos en los que se ordenaba matar a todos los esclavos y animales del condenado, destruir su casa y sembrar sal en el solar para que no volviera a crecer en él la hierba.

Habrá quien diga que en realidad cuando se habla de “legalizar Batasuna” lo que se quiere decir es que sería importante que los votantes de esa formación política tuvieran un cauce legal para expresar su voto. No comparto ese entusiasmo. ¿Alguien se atrevería a defender que sería bueno legalizar un partido que defienda la pederastia porque hay muchas personas que “simpatizan” con esa práctica atroz y así tendrían la oportunidad de ir a votarles para que les representen en las instituciones?

Segunda falsa pregunta: Pero si los estatutos son legales, ¿por qué hay que oponerse a inscribirlos? Pues porque la Ley de Partidos, aprobada para defender la democracia de sus enemigos, exige otros requisitos como este:

Artículo 12. Efectos de la disolución judicial.

1. La disolución judicial de un partido político producirá los efectos previstos en las leyes y, en particular, los siguientes:

b) Los actos ejecutados en fraude de ley o con abuso de personalidad jurídica no impedirán la debida aplicación de ésta. Se presumirá fraudulenta y no procederá la creación de un nuevo partido político o la utilización de otro ya inscrito en el Registro que continúe o suceda la actividad de un partido declarado ilegal y disuelto.

No creo que haya nadie, ni el más favorable a dejar que los terroristas se cuelen en las instituciones, que sea capaz de sostener que no ha quedado claro que es ETA quien ha presentado la nueva marca. Sus dirigentes, algunos de ellos con causas penales abiertas, han tenido buen cuidado de que quede así de claro, aunque luego hayan utilizado testaferros para que ocupen los cargos orgánicos de la marca. Pues si está claro que hay continuidad, ¿para qué seguir haciendo preguntas sobre la legalidad de los estatutos que han presentado?

Tercera falsa pregunta, ¿Y si les dan la razón en Estrasburgo por la vía de la defensa de los derechos fundamentales? La respuesta es tan sencilla que bastaría con leerse la sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de 30 de junio de 2009 en relación precisamente con la ilegalización de Batasuna. Un párrafo, la resolución número 80, basta para aclararlo todo:

“Los estatutos y el programa de un partido político no pueden ser tomados en cuenta como único criterio para determinar sus objetivos e intenciones. Es preciso comparar el contenido de dicho programa con los actos y tomas de posición de los miembros y dirigentes del partido en cuestión”. ¿Alguien duda de quienes son los miembros y dirigentes del partido en cuestión después de la puesta en escena y de conocer y escuchar a sus padrinos?

No hago sino pensar en cosas de nuestro pasado más reciente. Recuerdo que hace ya algunos años un grupo de amigos socialistas del País Vasco, cargos electos todos, le pedimos una entrevista a José Luís Rodríguez Zapatero. Empezábamos a sospechar que andaba coqueteando con ETA y fuimos a pedirle que clarificara su posición, que nos dijera la verdad. Recuerdo que uno de los asistentes, alcalde entonces, se lo expresó así: “Mira, nos debes la verdad; yo estoy dispuesto a arriesgar mi vida para derrotar a ETA; pero si estáis en otra cosa, decídnoslo, porque tenemos derecho a decidir si estamos dispuestos a que nos maten para otra cosa”.

Estos días me he acordado de esa conversación; me he acordado de las palabras de Pilar Ruiz: .”A mi hijo no le mataron para esto…”. Me he acordado de tantas cosas… Confieso que estoy hondamente preocupada; diría más: tengo miedo. Tengo miedo de que los valores que representan las víctimas de ETA sean enterrados por el oportunismo cobarde de quienes nunca sufrieron el acoso diario y/o de quienes llevan años siendo víctimas de su particular síndrome de Estocolmo. He escuchado tantas falsas preguntas que me ha vuelto a dar miedo de que les hayan matado para esto…

Tengo un miedo alimentado por la experiencia. Los años vividos en los que se han repetido tantas historias similares a la que hoy estamos viviendo hacen que comprenda y tema a la vez y con la misma intensidad. Comprendo el natural rechazo a enfrentarse a las malas noticias. Comprendo que haya mucha gente de bien dispuesta a creer cualquier burda mentira siempre que se la envuelvan en el celofán de la buena noticia; se que incluso gente muy curtida en estos dramas ha extraído conclusiones morales de lo que supone vivir bajo la amenaza permanente de ETA, pero les ha faltado el valor para extraer conclusiones políticas. ETA, como ya he sostenido otras veces, ha construido un país en blanco y negro en el que el luto siempre lo llevan los mismos. Y el gran drama del momento actual, mi miedo, es que quienes se han beneficiado de nuestra falta de libertad, de nuestro luto, no encuentren razones para cambiar. Si hacemos las preguntas incorrectas para que puedan maquillar lo que son y así acogerles alborozados entre los demócratas, ETA habrá ganado la batalla.

Tengo miedo de que en el último momento haya gente que se rinda en nuestro nombre.

 
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