En nombre de la Unión Africana, quisiera saludar a los miembros de la
Asamblea General de las Naciones Unidas, y espero que esta reunión sea una
de las más históricas en la historia del mundo.
En nombre de la Asamblea General en su sexagésimo cuarto período de
sesiones, presidida por Libia, de la Unión Africana, de mil reinos africanos
tradicionales y en el mío propio, aprovecho esta oportunidad, en mi calidad
de Presidente de la Unión Africana, para felicitar a nuestro hijo Obama
porque asiste a la Asamblea General, y le damos la bienvenida por ser su
país anfitrión de esta reunión.
Este período de sesiones tiene lugar en medio de muchos retos que encaramos,
y el mundo entero debe unirse y mancomunar sus esfuerzos para superar los
desafíos que son nuestro principal enemigo común, a saber, el cambio
climático y las crisis internacionales, tales como el deterioro económico
del capitalismo, las crisis alimentaria y del agua, la desertificación, el
terrorismo, la inmigración, la piratería, las epidemias naturales y las
causadas por el hombre y la proliferación nuclear. Tal vez la gripe H1N1 fue
un virus creado en un laboratorio que quedó fuera de control, y que
originalmente se había concebido como un arma militar. Entre esos retos
también cabe citar la hipocresía, la pobreza, el miedo, el materialismo y la
inmoralidad.
Como se sabe, las Naciones Unidas fueron fundadas por tres o cuatro países
que a la sazón estaban en contra de Alemania. Las Naciones Unidas fueron
creadas por naciones que se unieron contra Alemania en la segunda guerra
mundial. Esos países constituyeron un órgano denominado el Consejo de
Seguridad, que convirtió a esos países en miembros permanentes y les otorgó
el derecho de veto. Nosotros no estábamos presentes en ese momento. Las
Naciones Unidas se configuraron de acuerdo con esos tres países, que tenían
la intención de que nos sumáramos a los planes originalmente concebidos
contra Alemania. Esa es la esencia real de las Naciones Unidas, cuando se
fundaron hace más de 60 años.
Eso sucedió en ausencia de unos 165 países, a razón de uno a ocho, es decir,
uno estaba presente y ocho estaban ausentes. Esos países redactaron la
Carta, de la cual tengo una copia. Al leer la Carta de las Naciones Unidas,
se puede constatar que el Preámbulo de la Carta difiere de sus Artículos.
¿Cómo surgió la Carta? Todos los que asistieron a la Conferencia de San
Francisco en 1945 participaron en la redacción del Preámbulo, pero dejaron
los Artículos y el reglamento interno del llamado Consejo de Seguridad en
manos de los expertos, los especialistas y los países interesados, países
que habían establecido el Consejo de Seguridad y se habían unido en contra
de Alemania.
El Preámbulo es muy atractivo, y nadie lo objeta, pero todas las
disposiciones que aparecen después lo contradicen completamente. Rechazamos
esas disposiciones y nunca las respaldaremos; se volvieron obsoletas con la
segunda guerra mundial. En el Preámbulo se afirma que todas las naciones,
pequeñas o grandes, son iguales. ¿Somos iguales en lo que respecta a los
puestos permanentes? No, no lo somos. En el Preámbulo se afirma por escrito
que todas las naciones son iguales, ya sean pequeñas o grandes. ¿Tenemos
nosotros el derecho de veto? ¿Somos iguales? En el Preámbulo se dice que
tenemos igualdad de derechos, ya sean nuestros países grandes o pequeños.
Eso es lo que se declara y lo que acordamos en el Preámbulo. Por tanto, el
veto contradice la Carta. No aceptamos ni reconocemos el veto.
En el Preámbulo de la Carta se afirma que no se deberá recurrir a la fuerza
armada, salvo en interés común. Ese es el Preámbulo que acordamos y
firmamos, y nos sumamos a las Naciones Unidas porque queríamos que la Carta
reflejara eso. Se indica que solo se recurrirá a la fuerza armada en interés
común de todas las naciones, pero ¿qué ha sucedido desde entonces? Han
estallado 65 guerras desde la creación de las Naciones Unidas y del Consejo
de Seguridad, 65 desde su creación, con millones de víctimas más que en la
segunda guerra mundial. ¿Acaso esas guerras, así como la agresión y la
fuerza que se utilizaron en esas 65 guerras, responden al interés común de
todos nosotros? No; esas guerras se llevaron a cabo en aras de los intereses
de uno, tres o cuatro países, pero no de todas las naciones.
Hablaremos acerca de si esas guerras respondían al interés de un solo país o
de todas las naciones. Eso contradice de manera flagrante la Carta de las
Naciones Unidas que firmamos, y, a menos que actuemos de conformidad con la
Carta de las Naciones Unidas que acordamos, lo rechazaremos y no temeremos
hablar con nadie en términos que no sean diplomáticos. Ahora hablamos del
futuro de las Naciones Unidas. No debe haber hipocresía ni diplomacia porque
se trata de la cuestión importante y vital del futuro del mundo. La
hipocresía dio lugar a las 65 guerras que han estallado desde la creación de
las Naciones Unidas.
En el Preámbulo también se afirma que, si se recurre a la fuerza armada,
deberá ser una fuerza de las Naciones Unidas, es decir, una intervención
militar de las Naciones Unidas, con el acuerdo conjunto de las Naciones
Unidas, no de uno, dos o tres países. Las Naciones Unidas en su conjunto
decidirán ir a la guerra para mantener la paz y la seguridad
internacionales. Desde la creación de las Naciones Unidas en 1945, si hay un
acto de agresión de un país contra otro, las Naciones Unidas en su conjunto
deben disuadir y detener esa agresión.
Si un país, Libia por ejemplo, agrediera a Francia, entonces la Organización
entera respondería porque Francia es un Estado Miembro soberano de las
Naciones Unidas y todos compartimos la responsabilidad colectiva de proteger
la soberanía de todas las naciones. Sin embargo, se han emprendido 65
guerras de agresión sin que las Naciones Unidas hayan hecho algo por
impedirlas. Otras ocho grandes guerras violentas, cuyas víctimas suman unos
2 millones de personas, han sido emprendidas por Estados Miembros que
disfrutan de los poderes de veto. Esos países que pretenden que creamos que
tratan de mantener la soberanía e independencia de los pueblos utilizan en
realidad la agresión contra los pueblos. Si bien deseamos creer que esos
países desean trabajar por la paz y la seguridad en el mundo y proteger a
los pueblos, han recurrido por el contrario a las guerras de agresión y a la
conducta hostil. Al disfrutar del veto que ellos mismos se otorgaron como
miembros permanentes del Consejo de Seguridad, han iniciado guerras que han
cobrado la vida de millones de víctimas.
El principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados está
consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. Por consiguiente, ningún país
tiene derecho a intervenir en los asuntos de ningún Gobierno, sea
democrático o dictatorial, socialista o capitalista, reaccionario o
progresista. Eso es responsabilidad de cada sociedad; es un asunto interno
del pueblo del país en cuestión. Los senadores de Roma en una ocasión
nombraron dictador a su líder, Julio César, porque era conveniente para Roma
en ese momento. Nadie puede decir que Roma en aquel momento le diera a César
el veto. El veto no se menciona en la Carta.
Ingresamos a las Naciones Unidas porque pensamos que éramos iguales, sólo
para comprobar que un país puede objetar todas las decisiones que adoptemos.
¿Quién le dio a los Estados miembros permanentes del Consejo de Seguridad
esa condición? Cuatro de ellos se concedieron esa condición ellos mismos. El
único país que nosotros en esta Asamblea elegimos con la condición de Estado
miembro permanente en el Consejo de Seguridad es China. Ello se hizo
democráticamente, pero los demás puestos se nos impusieron de manera no
democrática a través de un procedimiento dictatorial llevado a cabo en
contra de nuestra voluntad, y no debemos aceptarlo.
La reforma del Consejo de Seguridad que necesitamos no es la de un aumento
en el número de miembros, lo que sólo empeoraría las cosas. Para utilizar
una expresión común, muchas manos en un plato tocan a arrebato. Añadiría
leña al fuego. Se empeorarían las cosas sencillamente aumentando más países
grandes a los que ya disfrutan de su condición de miembros del Consejo.
Sencillamente perpetuaría la proliferación de las superpotencias. Por
consiguiente, rechazamos que se aumente el número de puestos permanentes. La
solución no es contar con más puestos permanentes, lo que sería muy
peligroso. Aumentar las superpotencias aplastaría a los pueblos de los
países pequeños, vulnerables y del tercer mundo, que se están agrupando en
lo que se ha denominado el Grupo de los 100. Cien países pequeños que se
unen en un foro que un miembro ha denominado el Foro de los Países Pequeños.
Esos países serían aplastados por las superpotencias si se concede a nuevos
países grandes la condición de miembros del Consejo de Seguridad. Esa puerta
debe cerrarse; lo rechazamos enérgica y categóricamente. El aumento de los
puestos del Consejo de Seguridad aumentaría la pobreza, la injusticia y la
tensión a nivel mundial, así como la gran competencia entre ciertos países
como Italia, Alemania, Indonesia, India, el Pakistán, Filipinas, Japón,
Brasil, Nigeria, Argentina, Argelia, Libia, Egipto, República Democrática
del Congo, Sudáfrica, Tanzanía, Turquía, Irán, Grecia y Ucrania. Todos esos
países procurarían un puesto en el Consejo de Seguridad, haciendo que su
composición sea casi tan grande como la de la Asamblea General y dando lugar
a una competencia poco práctica.
¿Cuál podría ser la solución? La solución es que la Asamblea General adopte
una resolución vinculante bajo la dirección del Sr. Treki sobre la base de
la voluntad de la mayoría de los miembros de la Asamblea sin tener presente
las consideraciones de ningún otro órgano. La solución es cerrar el ingreso
de nuevos Estados como miembros del Consejo de Seguridad. Este tema figura
en el programa de la Asamblea General en este período de sesiones presidido
por el Sr. Treki. La condición de miembro a través de las uniones y el
traspaso de mandatos deben sustituir otras propuestas.
Debemos centrarnos en el logro de la democracia sobre la base de la igualdad
de los Estados Miembros. Debe haber igualdad entre los Estados Miembros y
los poderes y mandatos del Consejo de Seguridad deben transferirse a la
Asamblea General. La condición de miembros debe ser para las uniones, no los
Estados. El aumento del número de Estados Miembros daría derecho a todos los
países a tener un puesto, de conformidad con el espíritu del Preámbulo de la
Carta.
Ningún país podría negarle a Italia, por ejemplo, un puesto en el Consejo si
se le diera un puesto a Alemania. Por poner un ejemplo, Italia podría decir
que Alemania fue un país agresor y derrotado en la segunda guerra mundial.
Si diéramos un puesto a la India, el Pakistán diría que es también un país
nuclear y merece un puesto, y esos dos países están en guerra. Esa sería una
situación peligrosa. Si diéramos un puesto al Japón, entonces tendríamos que
dar uno a Indonesia, el país musulmán más grande del mundo. Luego Turquía,
el Irán y Ucrania plantearían la misma exigencia. ¿Qué podríamos decir a la
Argentina o al Brasil? Libia merece un puesto por sus esfuerzos al servicio
de la seguridad mundial al descartar el programa de armas de destrucción en
masa. Luego Sudáfrica, Tanzanía y Ucrania exigirían lo mismo. Todos esos
países son importantes. Se deben cerrar las puertas a la condición de
miembros del Consejo de Seguridad.
Ese enfoque es falso, una ardid que se ha planteado. Si queremos reformar a
las Naciones Unidas, aumentar las superpotencias no es la manera. La
solución es promover la democracia a nivel del congreso general del mundo,
la Asamblea General, a la que se le deben transferir los poderes del Consejo
de Seguridad. El Consejo de Seguridad se convertiría sencillamente en un
instrumento para aplicar las decisiones adoptadas por la Asamblea General,
que sería el parlamento, la asamblea legislativa, del mundo.
Esta Asamblea es nuestro foro democrático y el Consejo de Seguridad debería
responder ante ella, no debemos aceptar la situación actual. Estos son los
legisladores de los Miembros de las Naciones Unidas, y sus resoluciones
deben ser vinculantes. Se dice que la Asamblea General debe hacer todo lo
que recomiende el Consejo de Seguridad. Por el contrario, el Consejo de
Seguridad debe hacer todo lo que decida la Asamblea General. Estas son las
Naciones Unidas, la Asamblea formada por 192 países. No es el Consejo de
Seguridad, que sólo cuenta con 15 de los Estados Miembros.
¿Cómo podemos estar satisfechos con la paz y la seguridad mundiales si el
mundo entero está controlado por tan sólo cinco países? Somos 192 naciones y
países, somos como el Speaker’s Corner de Hyde Park, en Londres. Simplemente
hablamos y nadie ejecuta nuestras decisiones. Somos un simple elemento
decorativo, sin ninguna importancia real. Somos el Speaker’s Corner, nada
más y nada menos. Pronunciamos discursos y desaparecemos. Eso es lo que
somos en estos momentos.
Cuando el Consejo de Seguridad se convierta únicamente en un órgano
ejecutivo de las resoluciones aprobadas por la Asamblea General, no habrá
competencia para ser miembro del Consejo. Cuando el Consejo de Seguridad se
convierta en un instrumento para la aplicación de las resoluciones de la
Asamblea General, ya no será necesaria la competencia. El Consejo de
Seguridad debería, simplemente, representar a todas las naciones. De
conformidad con la propuesta presentada a la Asamblea General, en el Consejo
de Seguridad habría puestos permanentes para todas las uniones y todos los
grupos de países.
Los 27 países de la Unión Europea deberían tener un puesto permanente en el
Consejo de Seguridad. Los países de la Unión Africana deberían tener un
puesto permanente en el Consejo de Seguridad. Los países de América Latina y
de la ASEAN deberían tener puestos permanentes. La Federación de Rusia y los
Estados Unidos de América ya son miembros permanentes del Consejo de
Seguridad. La Comunidad del África Meridional para el Desarrollo (SADC),
cuando se haya establecido del todo, debería tener un puesto permanente. Los
22 países de la Liga de los Estados Árabes deberían tener un puesto
permanente. Los 57 países de la Organización de la Conferencia Islámica
deberían tener un puesto permanente. Los 118 países del Movimiento de los
Países No Alineados deberían tener un puesto permanente.
También está el Grupo de los 100; quizá los países pequeños deberían también
tener un puesto permanente. Quizá también podría asignarse un puesto
permanente a los países no incluidos en las uniones que he mencionado para
que lo ocupen por rotación, cada seis o doce meses. Estoy pensando en países
como el Japón o Australia, que no pertenecen a organizaciones como la ASEAN,
o la Federación de Rusia, que no es miembro de las uniones europeas,
latinoamericanas o africanas. Esa sería una solución para ellos si el voto
de la Asamblea General fuera favorable.
La cuestión es de vital importancia. Como ya se ha mencionado, la Asamblea
General es el Congreso y el Parlamento del mundo, el líder mundial. Somos
las naciones, y no reconoceremos a nadie que esté fuera de la Asamblea
General. El Presidente de la Asamblea, Sr. Ali Abdussalam Treki, y el
Secretario General, Sr. Ban Ki-moon, elaborarán el proyecto jurídico y
crearán los comités necesarios para someter esta propuesta a votación, a
saber, que a partir de ahora el Consejo de Seguridad esté formado por
uniones de naciones. De este modo, tendremos justicia y democracia, y ya no
tendremos un Consejo de Seguridad formado por países que han sido elegidos
por tener armas nucleares, economías ricas o tecnología de avanzada. Eso es
terrorismo. No podemos permitir que el Consejo de Seguridad sea dirigido por
superpotencias; eso es terrorismo en sí mismo y por sí solo.
Si queremos que el mundo esté unido, sea seguro y pacífico, eso es lo que
debemos hacer. Si queremos seguir viviendo en un mundo en guerra, ustedes
eligen. Seguiremos teniendo conflictos y luchando hasta el día del juicio
final o hasta el fin del mundo. Todos los miembros del Consejo de Seguridad
deben poder ejercer el derecho de veto; de lo contrario, deberíamos eliminar
totalmente el concepto del veto con esta nueva formación del Consejo. Ese
sería un verdadero Consejo de Seguridad. Según las nuevas propuestas
presentadas a la Asamblea General, se trataría de un consejo ejecutivo
controlado por la Asamblea General, que tendría el verdadero poder y
dictaría todas las reglas.
De este modo, todos los países estarían en pie de igualdad en el Consejo de
Seguridad, como ya lo están en la Asamblea General. En la Asamblea General
se nos trata a todos por igual, como miembros y en las votaciones. Lo mismo
debería ocurrir en el Consejo de Seguridad. Actualmente, un país tiene
derecho de veto, otro no lo tiene; un país es miembro permanente, otro no lo
es. No deberíamos aceptarlo ni aceptar ninguna resolución aprobada por el
Consejo de Seguridad con su composición actual. Estuvimos sometidos a
tutela; fuimos colonizados y ahora somos independientes. Hoy estamos aquí
para decidir el futuro del mundo en forma democrática, a fin de que se
mantengan la paz y la seguridad de todas las naciones, grandes y pequeñas,
en pie de igualdad. Lo contrario equivale al terrorismo, puesto que
terrorismo no es sólo Al-Qaida, sino que puede adoptar otras formas.
Deberíamos guiarnos exclusivamente por la mayoría de votos en la Asamblea
General. Si la Asamblea General adopta una decisión por votación, habría que
acatar sus deseos y ejecutar sus decisiones. Nadie está por encima de la
Asamblea General; quien diga que está por encima de la Asamblea General,
debería abandonar las Naciones Unidas e ir por su cuenta. La democracia no
es para los ricos ni para los más poderosos, ni para quienes practican el
terrorismo. Todas las naciones deberían estar en pie de igualdad y deberían
ser consideradas iguales.
Actualmente, el Consejo de Seguridad es feudalismo de seguridad, feudalismo
político para quienes ocupan puestos permanentes, puestos que los protegen y
ellos utilizan contra nosotros. No debería llamarse Consejo de Seguridad,
sino Consejo del terror. En nuestra vida política, recurren al Consejo de
Seguridad cuando tienen que utilizarlo contra nosotros. Si no necesitan
hacerlo, no le hacen caso. Si tienen algún interés que promover, respetan y
ensal zan la Carta de las Naciones Unidas, recurren al Capítulo VII de la
Carta y lo usan contra las naciones pobres. No obstante, si desean violar la
Carta, no la tienen en cuenta, como si no existiera.
Conceder el derecho de veto de los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad a los que tienen el poder es una injusticia y un acto terrorista,
y no deberíamos tolerarlo. No deberíamos vivir a la sombra de esta
injusticia y del terror.
Las superpotencias tienen intereses mundiales complejos y usan el derecho de
veto para proteger esos intereses. Por ejemplo, en el Consejo de Seguridad
usan el poderío de las Naciones Unidas para proteger sus intereses y
aterrorizar e intimidar al tercer mundo haciendo que viva bajo la sombra del
terror.
Desde el principio, a partir de su creación en 1945, el Consejo de Seguridad
no ha brindado seguridad. Por el contrario, ha sembrado el terror y aplicado
sanciones. Se usa solamente contra nosotros. Por esta razón, ya no estaremos
comprometidos a aplicar las resoluciones del Consejo de Seguridad después de
este discurso, que marca el cuadragésimo aniversario.
Han estallado 65 guerras: ya sean luchas entre países pequeños o guerras de
agresión libradas por las superpotencias contra nosotros. El Consejo de
Seguridad, en flagrante violación de la Carta de las Naciones Unidas, no
adoptó medidas para poner fin a estas guerras o actos de agresión contra
pueblos y naciones pequeños.
La Asamblea General se pronunciará sobre una serie de propuestas históricas.
Actuamos unidos o nos fragmentaremos. Si cada nación fuera a tener su propia
versión de la Asamblea General, del Consejo de Seguridad y de los diversos
instrumentos, y si fuera a estar en un pie de igualdad, las Potencias que
actualmente ocupan los puestos permanentes se verían limitadas a usar sus
propios órganos soberanos, ya sean tres o cuatro, y tendrían que ejercer sus
derechos contra ellas mismas. Eso no es de nuestra incumbencia.
Si quieren conservar sus puestos permanentes, eso está bien; los puestos
permanentes no nos incumben. Nunca nos someteremos a su control o a su
ejercicio del derecho de veto que se les ha otorgado. No somos tan necios
como para dar el derecho de veto a las superpotencias para que lo usen de
modo que puedan tratarnos como ciudadanos de segunda clase y como naciones
marginadas. No somos nosotros quienes decidimos que esos países son
superpotencias y naciones respetadas que tienen la facultad de actuar en
nombre de 192 países.
Los miembros deben estar plenamente conscientes de que hacemos caso omiso de
las resoluciones del Consejo de Seguridad porque esas resoluciones se usan
solamente contra nosotros y no contra las superpotencias que tienen puestos
permanentes y el derecho de veto. Esas Potencias nunca usan ninguna
resolución en contra de sí mismas.
Sin embargo, usan las resoluciones contra nosotros. Esa aplicación ha
convertido a las Naciones Unidas en una parodia de sí mismas y ha generado
guerras y violaciones de la soberanía de Estados independientes. Ha causado
la comisión de crímenes y genocidios. Todo esto transgrediendo la Carta de
las Naciones Unidas.
Ya que nadie presta atención al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,
cada país y cada comunidad ha establecido su propio consejo de seguridad, y
el Consejo de Seguridad de aquí ha quedado aislado.
La Unión Africana ya ha creado su propio Consejo de Paz y Seguridad, la
Unión Europea ya ha creado un consejo de seguridad y los países de Asia ya
han creado su propio consejo de seguridad. En breve, América Latina tendrá
su propio consejo de seguridad, como lo tendrán las 120 naciones no
alineadas.
Esto significa que ya hemos perdido confianza en el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas, que no nos ha garantizado la seguridad, y por eso ahora
estamos creando nuevos consejos regionales de seguridad.
No estamos comprometidos a obedecer las normas o las resoluciones del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su modalidad actual porque es
antidemocrático, dictatorial e injusto. Nadie puede forzarnos a adherirnos
al Consejo de Seguridad o a obedecer o a cumplir con sus resoluciones u
órdenes emitidas por el Consejo de Seguridad en su composición actual.
Además, no se respeta a las Naciones Unidas y a la Asamblea General, órgano
que actualmente constituye las verdaderas Naciones Unidas, pero cuyas
resoluciones no son vinculantes. Las decisiones de la Corte Internacional de
Justicia, el órgano internacional de justicia, apuntan solamente a los
países pequeños y a las naciones del tercer mundo. Los países poderosos
eluden las decisiones de la Corte. O, si las decisiones judiciales se
adoptan en contra de estos países poderosos, no se los obliga a cumplirlas.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) es un organismo
importante dentro de las Naciones Unidas. Sin embargo, los países poderosos
no le rinden cuentas o no se someten a su jurisdicción. Hemos descubierto
que el OIEA se usa únicamente contra nosotros. Se nos ha dicho que es un
organismo internacional pero, si ese es el caso, entonces todos los países
del mundo deberían estar bajo su jurisdicción. Si no es verdaderamente
internacional, entonces inmediatamente después de este discurso ya no
deberíamos aceptarlo y deberíamos clausurarlo.
El Sr. Treki, en su calidad de Presidente de la Asamblea General, debería
hablar con el Director General del OIEA, Sr. ElBaradei, y preguntarle si
está dispuesto a verificar la acumulación de energía nuclear en todos los
países e inspeccionar todos los aumentos de los que se sospeche. Si su
respuesta es afirmativa, entonces aceptamos la jurisdicción del Organismo.
Pero si dice que no puede examinar a algunos países que poseen energía
nuclear y que no tiene jurisdicción sobre ellos, entonces debemos clausurar
el Organismo y no someternos a su jurisdicción.
Para su información, llamé al Sr. ElBaradei cuando tuvimos el problema de la
bomba nuclear de Libia. Llamé al Sr. ElBaradei y le pregunté si los acuerdos
de las superpotencias destinados a reducir los materiales nucleares estaban
sujetos al control del Organismo y si se los inspeccionaba, y si conocía
todos los aumentos de sus actividades nucleares. Me dijo que no estaba en
condiciones de solicitar a las superpotencias que se sometieran a una
inspección.
Por consiguiente, me pregunto si el Organismo nos inspecciona únicamente a
nosotros. Si es así, no cumple los requisitos de un organismo internacional,
ya que es selectivo, como el Consejo de Seguridad y la Corte Internacional
de Justicia. Esto no es equitativo ni tampoco lo son las Naciones Unidas.
Rechazamos totalmente esta situación.
Sr. Presidente: En lo que respecta a África, ya sea que se efectúe la
reforma en las Naciones Unidas o no, e incluso antes de que se someta a
votación cualquier propuesta de carácter histórico, debemos otorgarle un
puesto permanente en el Consejo de Seguridad ahora, ya que se ha esperado
demasiado tiempo.
Dejando de lado la reforma de las Naciones Unidas, podemos decir que, sin
lugar a dudas, África fue colonizada, aislada y perseguida y se usurparon
sus derechos. Su población fue esclavizada y tratada como animales, y su
territorio fue colonizado y sometido a un régimen de administración
fiduciaria. Los países de la Unión Africana merecen un puesto permanente.
Esta es una deuda del pasado que tiene que pagarse y no tiene nada que ver
con la reforma de las Naciones Unidas. Es un asunto de carácter prioritario
y es una prioridad del programa de la Asamblea General. Nadie puede decir
que la Unión Africana no merece un puesto permanente.
¿Quién puede disentir con esta propuesta? Desafío a cualquiera a que formule
un argumento en contra de ella. ¿Dónde está la prueba de que la Unión
Africana o el continente africano no merecen un puesto permanente? Nadie
puede negar esto.
Otra cuestión que debería someterse a votación en la Asamblea General es la
de indemnizar a los países que fueron colonizados para que no se colonice
nunca más a un continente, no se usurpen sus derechos ni se saqueen sus
riquezas.
¿Por qué los africanos van a Europa? ¿Por qué van a Europa los asiáticos?
¿Por qué los latinoamericanos van a Europa? Porque Europa colonizó a esos
pueblos y usurpó los recursos materiales y humanos de África, Asia y América
Latina, a saber, el petróleo, los minerales, el uranio, el oro y los
diamantes, las frutas, los vegetales, el ganado y el pueblo, y los
utilizaron. Ahora, las nuevas generaciones de asiáticos, latinoamericanos y
africanos están tratando de recuperar esa riqueza robada, ya que les asiste
ese derecho.
En la frontera libia, recientemente detuve a 1.000 migrantes africanos que
se dirigían a Europa. Les pregunté por qué se iban para Europa. Me
respondieron que lo hacían para recuperar la riqueza que les habían robado y
que, de lo contrario, no irían a Europa. ¿Quién puede restituirnos la
riqueza que nos quitaron? Si deciden restituir toda esta riqueza, no habría
más inmigración procedente de Filipinas, América Latina, Mauricio y la
India. Queremos tener la riqueza que nos robaron. África merece 777 billones
de dólares en concepto de indemnización de los países colonizadores. Los
africanos exigirán esa cantidad, y si no se les da, irán a los lugares
adonde se llevaron esos billones de dólares. Tienen derecho a hacerlo.
Tienen que ir en busca de ese dinero y recuperarlo.
¿Por qué no hay inmigración de Libia a Italia, a pesar de la cercanía de
Libia? Italia debía una indemnización al pueblo libio. Aceptó el hecho y
firmó un acuerdo con Libia, que fue aprobado por los Parlamentos de Italia y
de Libia. Italia reconoció que haber colonizado Libia fue un error en que
nunca más incurriría, y prometió que no atacaría al pueblo libio por tierra,
mar o aire. Italia también aceptó indemnizar a Libia 250 millones de dólares
anuales durante los próximos 20 años y construir un hospital para los
mutilados libios como resultado de las minas colocadas en territorio libio
durante la segunda guerra mundial. Italia ofreció disculpas y prometió que
nunca más volvería a ocupar el territorio de otro país. Italia, que fue un
reino durante el régimen fascista y ha hecho valiosas contribuciones a la
civilización, debe recibir felicitaciones por este logro, junto con el
Primer Ministro Berlusconi y su predecesor, que hicieron sus propias
contribuciones en ese sentido.
¿Por qué el tercer mundo exige indemnización? Para que no haya más
colonización, para que los países grandes y más poderosos no colonicen a
otros, para que se sepa que tendrían que pagar indemnización. La
colonización debe castigarse. Los países que perjudicaron a otros pueblos
durante la era colonial deben pagar indemnización por los daños y el
sufrimiento que ocasionaron bajo el dominio colonial.
Deseo formular otra observación. No obstante, antes de hacerlo y de abordar
una cuestión algo delicada, quisiera hacer una digresión. A nosotros los
africanos nos alegra y nos enorgullece el hecho de que el actual Presidente
de los Estados Unidos de América sea un hijo de África. Es un acontecimiento
histórico. Ahora bien, en un país donde otrora los negros no podían
mezclarse con los blancos en los cafés o los restaurantes ni sentarse junto
a ellos en un ómnibus, el pueblo estadounidense ha elegido como su
Presidente a un joven negro, el Sr. Obama, de ascendencia keniana. Eso es
algo maravilloso, de lo cual nos sentimos orgullosos. Es el comienzo de un
cambio. Sin embargo, en lo que a mí respecta, Obama es un alivio temporal
para los próximos cuatro u ocho años. Me temo que después tengamos que
volver a empezar desde cero. Nadie puede asegurar cómo se gobernará a los
Estados Unidos después de Obama.
Estaríamos contentos si pudiera ser el Presidente de los Estados Unidos para
siempre. La declaración que acaba de formular demuestra que es totalmente
diferente de cualquier Presidente estadounidense que hayamos visto. Los
Presidentes estadounidenses solían amenazarnos con todo tipo de armas,
diciendo que nos enviarían las operaciones Tormenta del Desierto, Uvas de la
Ira y Rolling Thunder así como rosas envenenadas para los niños libios. Ese
era su enfoque. Los Presidentes estadounidenses solían amenazarnos con
operaciones como Rolling Thunder, enviada a Viet Nam; Tormenta del Desierto,
enviada al Iraq; Mosquetero, enviada a Egipto en 1956, aun cuando los
Estados Unidos se opusieron; y las rosas envenenadas que Reagan envió a los
niños libios. ¿Pueden imaginarse? Cabría haber pensado que los Presidentes
de un país grande con un puesto permanente en el Consejo de Seguridad y con
derecho de veto nos habrían protegido y nos habrían enviado la paz. ¿Qué
recibimos en cambio? Bombas dirigidas por láser transportadas en aeronaves
F-1. Este era su enfoque: nosotros dirigiremos el mundo les guste o no, y
castigaremos a todo el que se oponga a nosotros.
El discurso que pronunció nuestro hijo Obama hoy es completamente diferente.
Hizo un llamamiento serio a favor del desarme nuclear, lo cual aplaudimos.
Dijo también que los Estados Unidos por sí solos no podrían resolver los
problemas que enfrentamos y que el mundo entero debería unirse con ese fin.
Dijo que debemos hacer más de lo que hacemos ahora, que es pronunciar
discursos. Estamos de acuerdo y lo celebramos. Dijo que habíamos venido a
las Naciones Unidas a hablar unos contra otros. Cierto es que cuando venimos
aquí, deberíamos comunicarnos mutuamente en pie de igualdad. Dijo, además,
que la democracia no debe imponerse desde afuera. Hasta hace poco, los
Presidentes estadounidenses decían que debería imponerse la democracia al
Iraq y a otros países. Dijo que eso era un asunto interno. Habló con
franqueza cuando dijo que la democracia no puede imponerse desde afuera.
Así que tenemos que ser cautos. Antes de plantear esas observaciones
delicadas, señalo que el mundo está muy polarizado. ¿Acaso el mundo debería
estar tan polarizado? ¿Acaso las naciones no pueden estar en condiciones de
igualdad? Busquemos una respuesta. ¿Alguien puede responder si es mejor que
el mundo esté tan polarizado? ¿Por qué no podemos estar en condiciones de
igualdad? ¿Debemos tener patriarcas? ¿Debemos tener papas? ¿Debemos tener
dioses?
¿Por qué tiene que estar el mundo tan polarizado? Rechazamos ese tipo de
mundo y pedimos un mundo en que los grandes y los pequeños sean iguales.
La otra cuestión delicada es la Sede de las Naciones Unidas. ¿Podrían
prestarme atención, por favor? Todos ustedes han cruzado el Océano
Atlántico, el Océano Pacífico, han cruzado el continente asiático o el
continente africano para llegar a este lugar. ¿Por qué? ¿Acaso esto es
Jerusalén? ¿Es el Vaticano? ¿Es La Meca? Todos ustedes están cansados,
sufren de cambio de horario, han pasado noches en blanco. Están muy
cansados, están agotados físicamente. Hay quien acaba de llegar, tras 20
horas de vuelo. Ahora, queremos que el representante formule una declaración
y que hable sobre esto.
Todos ustedes están medio dormidos, todos están cansados. Es evidente que a
todos les falta energía porque han tenido que hacer un largo viaje. ¿Por qué
queremos eso? En algunos de nuestros países es de noche y la gente está
durmiendo. Ahora deberían estar durmiendo, debido a su reloj biológico, su
mente biológica está acostumbrada a estar durmiendo a esta hora. Me
despierto a las 4 de la mañana hora de Nueva York, antes del amanecer,
porque en Libia son las 11 de la mañana. Cuando me despierto a las 11 en
punto se supone que es de día; a las 4 en punto ya estoy despierto.
¿Por qué? Piénsenlo. Si esto es algo que se decidió en 1945, ¿debemos
mantenerlo? ¿Por qué no podemos pensar en un lugar que esté a medio camino,
que sea cómodo?
Otra cuestión importante es que América, el país anfitrión, corre con los
gastos y se cuida de la Sede y de las misiones diplomáticas y además se
ocupa de la paz y la seguridad de los Jefes de Estado que vienen aquí. Son
muy estrictos; se gastan mucho dinero aunque Nueva York y toda América anden
muy escasos de fondos.
Quiero evitar a América esta dificultad. Deberíamos dar las gracias a
América; a América le decimos, gracias por todas las molestias que se ha
tomado. Damos las gracias a América. Queremos ayudar a tranquilizar a
América y a Nueva York y a que no se alteren. No deberían tener la
responsabilidad de ocuparse de la seguridad. Puede que algún día un
terrorista cause una explosión o haga estallar una bomba contra un
Presidente. Este lugar es objetivo de Al-Qaida, este mismo edificio. ¿Por
qué no atentó contra el mismo el 11 de septiembre? No estaba a su alcance.
El próximo objetivo sería este edificio. No lo digo porque sí. En las
prisiones libias hay detenidos decenas de prisioneros pertenecientes a
Al-Qaida. Sus confesiones son aterradoras. Eso hace que América viva con
tensión. Nunca se sabe qué puede ocurrir. Quizá América o este lugar vuelvan
a ser el objetivo de un cohete. Quizá mueran decenas de Jefes de Estado.
Queremos librar a América de esa preocupación. Tenemos que llevar este lugar
a donde no sea objetivo terrorista.
Ahora, 50 años después, las Naciones Unidas deben trasladarse a otra parte
del hemisferio. Tras pasar 50 años en el hemisferio occidental, deberían
pasar los próximos 50 años en el hemisferio oriental, o en el central, por
rotación. Ahora, 64 años después —ya han pasado 14 años más— es cuando
habría habido que trasladar la Sede a algún otro lugar.
No estamos insultando a América; le estamos haciendo un favor. Deberíamos
dar las gracias a América. Eso era posible en 1945 pero ya no deberíamos
aceptarlo. Evidentemente, habría que someterlo a votación en la Asamblea
General —sólo en la Asamblea, porque la sección 23 del Acuerdo relativo a la
Sede dice que la Sede de las Naciones Unidas únicamente puede trasladarse a
otro lugar mediante una resolución de la Asamblea General. Si el 51% de la
Asamblea aprueba el traslado de la Sede, entonces puede llevarse a cabo.
América tiene derecho a aplicar medidas de seguridad estrictas porque es un
objetivo de los terroristas y de Al-Qaida. América tiene derecho a tomar
todas las medidas de seguridad; no la culpamos por eso. No obstante, no
toleramos esas medidas. No tenemos por qué venir a Nueva York y someternos a
todas esas medidas. Un Presidente me contó que le habían dicho que su
copiloto no debía venir a América porque hay restricciones. Me preguntó cómo
podía cruzar el Atlántico sin copiloto. ¿Por qué? No tiene por qué venir
aquí. Otro Presidente se quejó de que su guardia de honor no había podido
venir porque había habido algún tipo de malentendido con su nombre a la hora
de concederle el visado. Otro Presidente dijo que su propio médico no había
conseguido visado y no había podido venir a América.
Las medidas de seguridad son muy estrictas. Si un país tiene algún problema
con América se imponen restricciones a la libre circulación de los miembros
de su delegación, como si estuviéramos en Guantánamo. ¿Se trata de un Estado
Miembro de las Naciones Unidas o de un prisionero en el campamento de
Guantánamo al que no puede permitirse la libre circulación?
Esto es lo que se presenta a la Asamblea General, para su votación: el
traslado de la Sede. Si el 51% está de acuerdo, podremos proceder a la
segunda votación: a la parte central del mundo o a la parte oriental. Si
decimos que debemos trasladar la Sede a la parte central del hemisferio,
¿por qué no la trasladamos a Sirte o a Viena? Se puede ir sin visado. Cuando
se llega como Presidente, Libia es un país seguro. No vamos a limitarlos a
100 ó 500 metros. Libia no tiene en vigor medidas hostiles contra nadie.
Creo que ese también es el caso de Viena.
Si el resultado de la votación es que debemos trasladar la Sede a la parte
oriental, entonces que sea Delhi o Beijing, la capital de China o la de la
India.
Es lógico, hermanos. No creo que haya objeción alguna. Entonces, ustedes me
agradecerán la propuesta porque se habrá acabado con el sufrimiento y con
los problemas que conlleva volar 14, 15 ó 20 horas para venir aquí. Nadie
puede culpar a América ni decir que ésta reducirá sus contribuciones a las
Naciones Unidas. Nadie debería plantearse semejante cosa. América, estoy
seguro, está comprometida con sus obligaciones internacionales. América no
se enojará; nos agradecerá que aliviemos sus dificultades, que las asumamos,
y que suframos todas las demás restricciones, a pesar de que también somos
objeto de terrorismo.
Nos referiremos ahora a las cuestiones que serán examinadas en la Asamblea
General. Estamos a punto de enjuiciar a las Naciones Unidas; la antigua
Organización llegará a su fin y surgirá una nueva. Esta no es una reunión
ordinaria. El propio Sr. Obama dijo que ésta no es una reunión ordinaria.
Esta es una reunión histórica.
Me pregunto por qué ocurrieron las guerras que se libraron después de la
creación de las Naciones Unidas. ¿Dónde estaba el Consejo de Seguridad?
¿Dónde estaba la Carta? ¿Dónde estaban las Naciones Unidas? Deben hacerse
investigaciones e intervenciones judiciales. ¿Por qué se han perpetrado
masacres? Podemos empezar con la guerra de Corea, que tuvo lugar después que
la creación de las Naciones Unidas. ¿Cómo estalló una guerra que causó
millones de víctimas? Se podrían haber usado armas nucleares en esa guerra.
Los responsables de librar esa guerra deben ser juzgados y deben pagar
indemnizaciones por los daños.
Luego podemos considerar la guerra del Canal de Suez, en 1956. Debemos
examinar detenidamente ese expediente. Tres miembros permanentes del Consejo
de Seguridad con derecho de veto atacaron a un Estado miembro de esta
Asamblea General. Un país que es un Estado soberano —Egipto— fue atacado y
su ejército fue destruido, miles de egipcios fueron asesinados y muchas
ciudades y pueblos egipcios fueron destruidos, todo porque Egipto quería
nacionalizar el Canal de Suez. ¿Cómo puede haber pasado algo así en la era
de las Naciones Unidas y de su Carta? ¿Cómo es posible asegurar que algo así
no volverá a pasar a menos que se pidan disculpas por los errores del
pasado? Esos fueron acontecimientos peligrosos y se deben reabrir los
expedientes del Canal de Suez y de la guerra de Corea.
Luego debemos considerar la guerra de Viet Nam. Esa guerra tuvo 3 millones
de víctimas. En 12 días se lanzaron más bombas que durante cuatro años de la
Segunda Guerra Mundial. Fue una guerra terrible, y tuvo lugar después de la
creación de las Naciones Unidas y después de que decidimos que no debía
haber más guerras.
El futuro de la humanidad está en juego. No debemos permanecer en silencio.
¿Cómo podemos sentirnos seguros? ¿Cómo podemos ser complacientes? Se trata
del futuro del mundo, y nosotros los miembros de la Asamblea General de las
Naciones Unidas debemos asegurarnos de que esas guerras no se repetirán en
el futuro.
Luego se atacó a Panamá, a pesar de que era un Estado independiente miembro
de la Asamblea General. Fueron asesinadas 4.000 personas, y el Presidente de
ese país fue hecho prisionero y encarcelado. Noriega debe ser puesto en
libertad, debemos reabrir ese expediente. ¿Cómo podemos permitir que un país
que es Estado Miembro de las Naciones Unidas libre una guerra contra otro
país y capture a su Presidente, lo trate como delincuente y lo encarcele?
¿Quién podría aceptarlo? Ese hecho podría repetirse. No podemos permanecer
en silencio. Se debe llevar a cabo una investigación. Cualquiera de
nosotros, los Estados Miembros, podemos enfrentar esa misma situación, en
especial si esa agresión proviene de un Estado Miembro que es miembro
permanente del Consejo de Seguridad y tiene la responsabilidad de mantener
la paz y la seguridad en todo el mundo.
Poco después estalló una guerra en Granada. Ese país fue invadido a pesar de
ser un Estado Miembro. Fue atacado por 5.000 buques de guerra, 7.000
efectivos y docenas de aeronaves militares, y es el país más pequeño del
mundo. Esto ocurrió después de la creación de las Naciones Unidas y del
Consejo de Seguridad y de su veto. Y el Presidente de Granada, el Sr.
Maurice Bishop, fue asesinado. ¿Cómo puede haber sucedido de manera impune?
Es una tragedia. ¿Cómo podemos garantizar que las Naciones Unidas son buenas
o no, o que determinado país es bueno o no? ¿Podemos estar seguros y ser
felices respecto de nuestro futuro, o no? ¿Podemos confiar en el Consejo de
Seguridad, o no? ¿Podemos confiar en las Naciones Unidas, o no?
Debemos examinar e investigar el bombardeo de Somalia. Somalia es un Estado
Miembro de las Naciones Unidas. Es un país independiente gobernado por
Aidid. Queremos una investigación. ¿Cómo sucedió? ¿Quién permitió que
sucediera? ¿Quién dio el visto bueno para que se atacara a ese país?
Luego, el caso de la ex Yugoslavia. Ningún país fue tan pacífico como
Yugoslavia, construida paso a paso y pieza por pieza luego de que Hitler la
destruyera. La destruimos, como si estuviéramos haciendo lo mismo que
Hitler. Tito construyó ese país pacífico paso a paso y ladrillo por ladrillo
y luego llegamos y lo destrozamos por intereses personales imperialistas.
¿Cómo podemos mostrarnos complacientes al respecto? ¿Por qué no podemos
estar satisfechos? Si un país pacífico como Yugoslavia hizo frente a una
tragedia semejante, la Asamblea General debe llevar a cabo una investigación
y decidir quién debe ser juzgado ante la Corte Penal Internacional.
Luego tenemos la guerra en el Iraq, el país origen de todos los males. Las
Naciones Unidas también deben investigar ese hecho. La Asamblea General,
presidida por el Sr. Treki, debe investigar. La invasión del Iraq fue una
violación a la Carta de las Naciones Unidas. La hicieron, sin ninguna
justificación, las superpotencias que tienen puestos permanentes en el
Consejo de Seguridad. El Iraq es un país independiente y Estado miembro de
la Asamblea General. ¿Cómo pueden esos países atacar al Iraq? Con arreglo a
lo que se prevé en la Carta, las Naciones Unidas deberían haber intervenido
para detener el ataque.
Hablamos ante la Asamblea General y la instamos a hacer uso de la Carta para
detener ese ataque. Estábamos en contra de la invasión de Kuwait, y los
países árabes lucharon junto con países extranjeros en nombre de la Carta de
las Naciones Unidas.
La primera vez se respetó la Carta de las Naciones Unidas. La segunda vez,
cuando queríamos que se usara la Carta para detener la guerra contra el
Iraq, nadie la usó y el documento fue ignorado. ¿Cómo pudo ocurrir eso? El
Sr. Treki y la Asamblea General deben investigar para decidir si hubo alguna
razón para invadir el Iraq. Porque las razones para atacar siguen siendo
misteriosas y ambiguas, y podemos sufrir el mismo destino.
¿Por qué se invadió el Iraq? La invasión fue una grave violación de la Carta
de las Naciones Unidas, y fue incorrecta. También se perpetró una masacre
total o genocidio. Más de 1,5 millones de iraquíes fueron asesinados.
Queremos presentar el caso del Iraq ante la Corte Penal Internacional, y
queremos que se enjuicie a los que cometieron asesinatos en masa contra el
pueblo iraquí.
Es sencillo juzgar a Charles Taylor, o juzgar a Bashir, o juzgar a Noriega.
Esta es una tarea fácil. Sí, pero ¿qué sucede con los que cometieron
asesinatos en masa contra los iraquíes? ¿No pueden ser juzgados? ¿No pueden
ser llevados ante la Corte Penal Internacional? Si la Corte es incapaz de
responder a nuestras necesidades, entonces no podemos aceptarla. O bien nos
sirve a todos, grandes o pequeños, o no podemos aceptarla y debemos
rechazarla.
Todo el que comete un crimen de guerra debe ser juzgado, pero nosotros no
somos ganado ni animales como los que se sacrifican para el Eid. Tenemos
derecho a vivir y estamos dispuestos a luchar y a defendernos. Tenemos
derecho a vivir con dignidad, bajo el mismo sol y sobre la tierra; ya nos
han probado y hemos superado la prueba.
También hay otras cuestiones. ¿Por qué los prisioneros iraquíes pueden ser
condenados a muerte? Cuando el Iraq fue invadido y el Presidente de Iraq fue
capturado, su condición era la de un prisionero de guerra. No se le debería
haber enjuiciado; no se le debería haber ahorcado. Cuando terminó la guerra
debería haber sido puesto en libertad. Queremos saber por qué tendría que
haberse sometido a juicio un prisionero de guerra. ¿Quién sentenció a muerte
al Presidente del Iraq? ¿Hay alguna respuesta a esa pregunta? Conocemos la
identidad del magistrado que lo enjuició. En cuanto a quién ató la soga en
torno al cuello del Presidente el día de su sacrificio y quién lo ahorcó,
esas personas estaban encapuchadas.
¿Cómo podría haber sucedido esto en un mundo civilizado? Estos eran
prisioneros de guerra de países civilizados bajo el derecho internacional.
¿Cómo podría sentenciarse a ministros de gobierno y a un jefe de Estado a
morir en la horca? ¿Acaso quienes los enjuiciaron eran abogados o miembros
del sistema judicial?
¿Saben ustedes lo que dice la gente? Dicen que los rostros detrás de las
capuchas eran los del Presidente de los Estados Unidos y el Primer Ministro
del Reino Unido, y que fueron ellos quienes dieron muerte al Presidente del
Iraq.
¿Por qué los verdugos no se descubrieron la cara? ¿Por qué no sabemos qué
rango tenían? ¿Por qué no sabemos si eran oficiales, o jueces, o soldados, o
médicos? ¿Cómo puede suceder que el Presidente de un Estado Miembro de las
Naciones Unidas sea sentenciado a muerte y que se le dé muerte? No conocemos
la identidad de los verdugos. Las Naciones Unidas tienen la obligación de
responder a estas preguntas: ¿quién ejecutó la sentencia de muerte? Deben
tener una condición oficial y responsabilidades oficiales; deberíamos saber
su identidad, saber si estuvo presente un médico y conocer la índole de
todos los procedimientos legales. Eso se aplicaría en el caso de un
ciudadano corriente, y tanto más al Presidente de un Estado Miembro de las
Naciones Unidas a quien se dio muerte de esa manera.
Mi tercera observación sobre la guerra del Iraq tiene que ver con Abu
Ghraib. Esa ha sido una vergüenza para la humanidad. Sé que las autoridades
de los Estados Unidos investigarán ese escándalo, pero las Naciones Unidas
tampoco deben pasarlo por alto. La Asamblea General debería investigar este
asunto. Los prisioneros de guerra recluidos en la cárcel de Abu Ghraib
fueron torturados; los lanzaron a los perros; los hombres fueron violados.
Eso no tiene precedente en la historia de la guerra. Fue sodomía, y fue un
pecado insólito, nunca antes cometido por agresores o invasores. Los
prisioneros de guerra son soldados, pero éstos fueron violados en la cárcel
de un Estado que es miembro permanente del Consejo de Seguridad. Es algo
contrario a la civilización y la humanidad. No debemos guardar silencio;
debemos enterarnos de los hechos. Incluso hoy, un cuarto de millón de los
prisioneros iraquíes, tanto hombres como mujeres, permanece en Abu Ghraib.
Son maltratados, perseguidos y violados. Tiene que haber una investigación.
Con respecto a la guerra en el Afganistán, también esto debe ser
investigado. ¿Por qué nos oponemos a los talibanes? ¿Por qué estamos en
contra del Afganistán? ¿Quiénes son los talibanes? Si los talibanes quieren
un Estado religioso eso está bien. Piensen en el Vaticano. ¿Representa el
Vaticano una amenaza para nosotros? No. Es un Estado religioso sumamente
pacífico. Si los talibanes quieren crear un emirato islámico, ¿quién dice
que eso los convierte en un enemigo? ¿Está diciendo alguien que Bin Laden es
un talibán o que es afgano? ¿Es Bin Laden uno de los talibanes? No, no es
uno de los talibanes ni es afgano. ¿Acaso los terroristas que atacaron la
ciudad de Nueva York eran del Afganistán? No eran ni talibanes ni afganos.
Entonces, ¿cuál es la razón de las guerras en el Iraq y en el Afganistán?
Si yo realmente deseara engañar a mis amigos estadounidenses y británicos,
los alentaría a enviar más efectivos y los animaría a persistir en este baño
de sangre. Sin embargo, ellos nunca vencerán en el Iraq o el Afganistán.
Miren lo que les sucedió en el Iraq, que es un desierto. Es incluso peor en
el montañoso Afganistán. Si quisiera engañarlos les diría que continuaran
las guerras en el Iraq y el Afganistán. Pero no, yo quiero salvar a los
ciudadanos de los Estados Unidos, del Reino Unido y de otros países que
están luchando en el Iraq y el Afganistán. De modo que les digo: dejen el
Afganistán a los afganos; dejen el Iraq a los iraquíes. Si ellos quieren
luchar entre sí son libres de hacerlo.
Los Estados Unidos libraron una guerra civil y nadie interfirió en ella.
Hubo guerras civiles en España, en China y en países de todo el mundo, no
hay ningún lugar en la Tierra donde no haya habido guerras civiles. Dejen
que haya una guerra civil en el Iraq. Si los iraquíes quieren una guerra
civil y luchar unos contra otros, está bien. ¿Quién dice que si los
talibanes forman un gobierno obtendrían misiles intercontinentales o el tipo
de aviones con los que se atacó a Nueva York? No, éstos despegaron de
aeropuertos estadounidenses. Entonces ¿por qué se ataca al Afganistán? Los
terroristas no eran ni afganos, ni talibanes ni iraquíes.
¿Por qué guardamos silencio? Nunca debemos ser demonios de la guerra: todo
aquél que no diga la verdad es un demonio silencioso. Estamos comprometidos
con la paz y la seguridad internacionales. No queremos despreciar ni
ridiculizar la humanidad. Queremos salvar a la humanidad.
Como Presidente de la Asamblea General, el Sr. Ali Treki debería abrir una
investigación de los expedientes sobre asesinatos, además de los expedientes
de guerra. ¿Quién mató a Patrice Lumumba y por qué? Simplemente queremos que
esto conste en los anales de la historia africana; queremos saber cómo un
dirigente africano, un libertador, resultó asesinado. ¿Quién lo asesinó?
Queremos que nuestros hijos puedan leer la historia de cómo fue asesinado
Patrice Lumumba, el héroe de la liberación del Congo. Queremos saber los
hechos, incluso después de haber pasado 50 años. Ese es un expediente que
debería reabrirse.
¿Y quién mató al Secretario General Hammarskjöld? ¿Quién le disparó a su
avión en 1961 y por qué?
Luego está el asesinato del Presidente Kennedy de los Estados Unidos en
1963. Queremos saber quién lo asesinó y por qué. Había alguien llamado Lee
Harvey Oswald, a quien después dio muerte un tal Jack Ruby. ¿Por qué lo
mató? Jack Ruby, un israelí, mató a Lee Harvey Oswald, que mató a Kennedy.
¿Por qué mató este israelí al asesino de Kennedy? Entonces Jack Ruby, el
asesino del asesino de Kennedy, falleció en circunstancias misteriosas antes
de que se le siguiera un juicio. Debemos abrir los expedientes. El mundo
entero sabe que Kennedy quería investigar el reactor nuclear israelí de
Dimona. Esto tiene que ver con la paz y la seguridad internacionales y las
armas de destrucción en masa. Es por eso que deberíamos abrir ese
expediente.
Por otra parte, tenemos el caso del asesinato de Martin Luther King, el
pastor negro y activista defensor de los derechos humanos. Su asesinato fue
una conspiración y debemos saber por qué fue asesinado y quién lo asesinó.
También están los casos de Khalil Wazir o Abu Jihad, un palestino que fue
víctima de un ataque. Vivía pacíficamente en Túnez, un Estado Miembro, y no
se respetó la soberanía de ese país. No podemos permanecer en silencio.
Incluso, cuando se detectó la presencia de submarinos y buques a lo largo de
las costas de Túnez, donde lo asesinaron, pero nadie fue acusado o
enjuiciado. También asesinaron a Abu Iyad y debemos saber quién lo asesinó.
Fue ultimado en circunstancias extrañas. En la Operación Primavera de
Juventud fueron asesinados en el Líbano, un país que es un Estado Miembro de
la Asamblea General, soberano y libre, Kamal Nasser, un poeta; Kamal Adwan;
y Abu Youssef al-Najjar, tres palestinos, fueron atacados y asesinados
mientras dormían pacíficamente. Debemos saber quiénes los asesinaron, y los
responsables deben ser llevados ante la justicia, para que no se repitan
esos horrendos crímenes de lesa humanidad.
Ya nos hemos referido a la magnitud de la fuerza que se empleó para invadir
Granada —7.000 efectivos, 15 buques de guerra y decenas de bombarderos— y el
Presidente Bishop fue asesinado, aun cuando Granada era un Estado Miembro de
las Naciones Unidas. Esos son crímenes y no podemos permanecer en silencio.
Hacerlo nos haría parecer como chivos expiatorios. No somos animales. Todos
los años somos atacados. Defendemos nuestra vida y la vida de los nuestros y
no tenemos miedo. Tenemos derecho a vivir, y el destino de la Tierra no es
la violencia, sino todos nosotros. Nunca podremos vivir en esta Tierra
soportando tal humillación. Por eso es que hay guerras.
El último caso pendiente es el de las masacres. En la masacre de Sabra y
Shatila 3.000 personas fueron asesinadas. Esa zona, bajo la protección del
ejército de ocupación israelí, fue escenario de una tremenda y horrible
matanza en la que 3.000 hombres, mujeres y niños palestinos fueron
asesinados. ¿Cómo podemos permanecer impasibles? El Líbano es un Estado
soberano, un miembro de la Asamblea General que fue ocupado, Sabra y Shatila
estaban bajo control israelí y se produce la matanza.
Está el caso de la masacre en Gaza en 2008. Entre las víctimas de esa
masacre habían 1.000 mujeres y 2.200 niños. Sesenta instalaciones de las
Naciones Unidas y otras 30 instalaciones pertenecientes a organizaciones no
gubernamentales resultaron dañadas. Cincuenta clínicas fueron destruidas.
Cuarenta médicos y enfermeras murieron en el cumplimiento de sus actividades
humanitarias. Eso ocurrió en Gaza en diciembre de 2008.
Los responsables aún viven y deben ser juzgados por la Corte Penal
Internacional. ¿Acaso debemos juzgar solamente a los que no son
suficientemente poderosos, a los pobres de los países del tercer mundo, y no
a figuras importantes que gozan de protección? En virtud del derecho
internacional todos deberían responder ante los tribunales por los crímenes
que han cometido. De lo contrario, el papel de la Corte Penal Internacional
nunca será reconocido. Si las decisiones de la Corte Penal Internacional no
son respetadas o aplicadas, si la Asamblea General y el Consejo de Seguridad
no significan nada, y si el Organismo Internacional de Energía Atómica sólo
sirve a los intereses de ciertos países y organizaciones, entonces me
pregunto qué son las Naciones Unidas. Ello significa que las Naciones Unidas
no valen nada y no tienen ninguna relevancia. ¿Dónde están? No existen tales
Naciones Unidas.
Por otra parte, si bien la piratería puede ser un fenómeno en alta mar, una
forma de terrorismo
—hablamos de la piratería en Somalia— los somalíes no son piratas. Nosotros
somos los piratas. Nosotros fuimos allí y usurpamos sus zonas económicas,
sus recursos pesqueros y sus riquezas. Libia, la India, el Japón y los
Estados Unidos —cualquier país en el mundo— todos nosotros somos piratas.
Todos ingresamos a las aguas territoriales y a las zonas económicas de
Somalia para robar. Los somalíes están protegiendo sus recursos pesqueros,
sus medios de vida. Se han convertido en piratas para defender el alimento
de sus hijos. Estamos tratando de resolver este problema de la manera
equivocada. ¿Debemos acaso enviar buques de guerra a Somalia? Lo que debemos
hacer es enviar buques de guerra a los piratas que han atacado y se han
apoderado de las zonas económicas y las riquezas que pertenecen a los
somalíes y de las que depende el sustento de sus hijos.
Me reuní con los piratas y les dije que yo negociaría un acuerdo entre ellos
y la comunidad internacional que respete las 200 millas de la zona económica
exclusiva, estipuladas en el derecho del mar, una disposición que protege
todos los recursos marinos que pertenecen al pueblo de Somalia y que evita
que cualquier país se deshagan de desechos tóxicos en las costas de Somalia.
A cambio, los somalíes no atacarían más buques. Propondremos y redactaremos
un proyecto de tratado internacional que presentaremos a la Asamblea
General. Esa es la solución. La solución no es enviar más buques militares a
combatir a los somalíes. Esa no es la solución.
Estamos abordando los fenómenos de la piratería y el terrorismo de una forma
errónea. Hoy hay gripe porcina. Quizá mañana haya gripe de los peces, pues a
veces producimos virus de manera intencional. Es un negocio comercial. Las
empresas capitalistas producen virus para generar y vender vacunas. Esto es
muy vergonzoso y muy poco ético. Las vacunas y las medicinas no deben
venderse. En el Gran Libro Verde, sostengo que las vacunas y las medicinas
no deben ser objeto de comercialización. Las medicinas deben ser gratis y
deben distribuirse gratuitamente a los niños, pero las compañías
capitalistas producen virus y vacunas en su deseo de obtener ganancias. ¿Por
qué no son gratuitas las vacunas? Deberíamos distribuirlas gratuitamente en
lugar de venderlas. Todos debemos esforzarnos por proteger a nuestros
pueblos, para crear vacunas y distribuirlas gratuitamente a los niños y a
las mujeres, no para obtener ganancias de ellas. Todos esos temas figuran en
el programa de la Asamblea General, la que sólo tiene que cumplir con ese
deber.
La Convención de Ottawa sobre minas antipersonal prohíbe la producción de
esas minas. Tal cosa es un error. Las minas son armas defensivas. Si las
coloco a lo largo de la frontera de mi país y alguien desea invadirme, las
minas pueden matarlo. Todo eso está muy bien, pues ellos me están
invadiendo. La Convención debería ser reconsiderada. No estoy llevando esa
arma a otro país. El enemigo viene al mío. En el sitio de la Internet de
El-Gadafi, pido que se modifique o anule ese tratado. Este tratado debería
modificarse o revocarse. Quiero utilizar las minas terrestres para defender
a mi patria contra las invasiones. Eliminen las armas de destrucción en
masa, y no las minas terrestres, que son armas defensivas.
En lo que respecta a la situación en Palestina, la solución de crear dos
Estados es imposible; no es práctica. Actualmente hay una superposición
completa de esos dos Estados. La partición está condenada al fracaso. Esos
dos Estados no son vecinos, sino que son coextensivos tanto en términos de
población como de geografía. No se puede crear una zona de amortiguación
entre los dos Estados porque hay medio millón de colonos israelíes en la
Ribera Occidental y un millón de palestinos árabes en el territorio conocido
como Israel.
Por consiguiente, la solución radica en un Estado democrático sin fanatismo
por razones religiosas o étnicas. La generación de Sharon y Arafat se ha
acabado. Necesitamos una nueva generación en la que todos puedan vivir en
paz. Observen a los jóvenes palestinos e israelíes: ambos desean la paz y la
democracia y quieren vivir bajo un solo Estado. Ese conflicto está
emponzoñando al mundo.
En realidad la solución se encuentra en el Libro Blanco que tengo aquí. La
solución está en Isratina. Los árabes no albergan ninguna hostilidad ni
animadversión hacia Israel. Somos primos y pertenecemos a la misma raza.
Queremos vivir en paz. Los refugiados deberían regresar.
Son ustedes quienes provocaron el holocausto entre los judíos. Ustedes, y no
nosotros, fueron quienes los incineraron. Nosotros les dimos refugio. Les
dimos amparo durante la época romana, durante el reino árabe de Andalucía y
durante el gobierno de Hitler. Son ustedes quienes los envenenaron; son
ustedes quienes los aniquilaron. Nosotros les concedimos protección. Ustedes
los expulsaron. Reconozcamos la verdad. Nosotros no somos hostiles; no somos
enemigos de los judíos. Y algún día los judíos necesitarán a los árabes.
Llegado el momento, los árabes serán quienes les den protección, para
salvarlos, como hicimos en el pasado. Miren lo que todos los demás le han
hecho a los judíos. Hitler es un ejemplo. Son ustedes quienes odian a los
judíos, no nosotros.
Para resumir, Cachemira debe ser un Estado independiente, y no indio ni
pakistaní. Debemos poner fin a ese conflicto. Cachemira debería ser un
Estado que sirva de amortiguación entre la India y el Pakistán.
En cuanto a Darfur, espero verdaderamente que la asistencia que le
suministran las organizaciones internacionales pueda utilizarse para
proyectos de desarrollo, para la agricultura, la industria y la irrigación.
Ustedes son quienes la convirtieron en una crisis; ustedes la colocaron en
el altar; ustedes querían sacrificar a Darfur para poder injerirse en sus
asuntos internos.
Ustedes han convertido el problema de Hariri en un problema de las Naciones
Unidas. Están comerciando con el cadáver de Hariri. Simplemente quieren
ajustar cuentas con Siria. El Líbano es un Estado independiente con leyes,
tribunales, sistema judicial y policía. A estas alturas ya no se busca a los
perpetradores; lo que se desea es resolver un asunto con Siria, y no hacerle
justicia a Hariri. Los casos de Khalil al-Wazir, Lumumba, Kennedy y
Hammarskjöld también deberían remitirse a las Naciones Unidas si el caso
Hariri merece tanta atención.
La Asamblea General está ahora bajo la presidencia de Libia. Ese es nuestro
derecho. Libia espera que ustedes ayuden a realizar la transición de un
mundo plagado de crisis y tensiones a un mundo en el que prevalezcan la
humanidad, la paz y la tolerancia. Yo personalmente haré un seguimiento a
esta cuestión con la Asamblea General, el Presidente Treki y el Secretario
General. No acostumbramos claudicar cuando se trata del destino de la
humanidad, así como de las luchas del tercer mundo y de las 100 naciones
pequeñas, que deberían vivir siempre en paz.
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