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martes, 12 de abril de 2011

Los cerebros progresistas toleran mejor la complejidad, los cerebros conservadores tienen miedo…

Los cerebros progresistas toleran mejor la complejidad, los cerebros conservadores tienen miedo…

El Caparazón

No es la primera investigación en este sentido pero parece que el tema vuelve a ser actualidad: las diferencias entre liberales (entendiendo el término como izquierda, pensamiento progresista) y conservadores, además de determinadas por el contexto social, pueden ser profundas, incluso biológicas y localizables en distintas áreas cerebrales, tradicionalmente asociadas a distintas características de personalidad.

Se dijo ya en otros estudios que ciertas características psicológicas estaban asociadas a determinadas visiones políticas. Por ejemplo, varios estudios muestran cómo los conservadores son más sensibles a rostros amenazantes mientras que los más progresistas tienden a estar más abiertos a experimentar cosas nuevas. Incluso se ha asociado la ideología política a cómo decoramos nuestros entornos, con oficinas liberales más originales, confortables, con más estilo que las de la gente más conservadora.

Recientemente, además, existe evidencia neurológica para todo ello: Ryota Kanai, de la Universidad de Londres y sus colegas han demostrado que las diferencias fundamentales en personalidad se reflejan en el cerebro.

Escaneando los cerebros de 120 voluntarios los investigadores encontraron que los voluntarios que se autodefinían como liberales tendían a tener la zona del cortex cingulado anterior, vinculada con el manejo de la incertidumbre, de la tolerancia a informaciones contradictorias, más grande. Los autoidentificados como conservadores, en cambio, tenían más grande la amígdala, cuyo tamaño se relaciona con mayor sensibilidad al miedo o disgusto.

Me sorprendía, por útimo, porque siempre lo he pensado así (muchos lo hemos vivido con nuestros abuelos/as) un dato en cierto modo contraintuitivo: la gente mayor es, en general, más progresista. A pesar de que creo que en esos casos el contexto social ejerce una potencia fundamental, no dejando demasiado espacio a orientaciones nuevas a determinadas edades, parece que la madurez tiende a modelar nuestras creencias, en general, hacia perspectivas más valientes, más abiertas y en definitiva, más libres.


Futuras investigaciones prometen matizar mejor los resultados, buscando regiones y características implicadas en el desinterés absoluto que algunos/as sienten por la política o muchos otros matices.

 
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