Autor: Rosa Dié, UPyD
Durante la última campaña electoral nos esforzamos mucho en explicar que los ciudadanos tienen en su mano la posibilidad de evitar que lleguen a las instituciones personas y/o partidos que ven la corrupción política como una parte inevitable del ejercicio de la política y la democracia.
Aunque UPyD es el único partido político que por resolución congresual no lleva imputados en sus listas; aunque somos el único partido que ha intentado que en la reforma del Código Penal se declare inelegible a las personas procesadas por delitos contra la administración pública; aunque somos la formación política que consiguió a través de una enmienda que los condenados por delitos contra la administración no pudieran ir en las listas aunque su condena no fuera firme; aunque más del ochenta por ciento de los ciudadanos dicen en cualquier encuesta o estudio de opinión que lo peor de la política es la corrupción; aunque la inmensa mayoría de los ciudadanos (el tan piropeado por Rubalcaba movimiento 15M) exigían que los imputados fueran excluidos de las listas, lo cierto es que el 22M quince millones setecientos cincuenta y un mil ciento dieciocho españoles votaron a los dos grandes partidos que son los máximos responsables de la existencia de la corrupción política en España.
PSOE y PP, en virtud de un pacto de hierro, se niegan de forma reiterada a impulsar reformas legales y códigos de conducta de obligado cumplimiento en sus respectivos partidos para erradicar esa lacra que lastra nuestra democracia y aparta a los mejores del ejercicio de la política. PSOE y PP utilizan la corrupción contra la administración pública y la corrupción política de forma transversal para ganar favores y elecciones. PSOE y PP mantienen en sus puestos a los procesados por delitos de corrupción política, ya sea delitos de carácter económico (véanse los ERE´s de Andalucía, el asunto “trajes” que afecta directamente a un Presidente de una comunidad autónoma o los altos cargos del Ministerio del Interior procesados por colaboración con organización terrorista). PSOE/PP, tanto monta, monta tanto. PSOE/PP, miran la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio. PSOE/PP ensucian la política y sólo se preocupan de que ante sus futuros próximos votantes (ninguno de ambos aspiran a convencer a ciudadanos) el otro partido aparezca más sucio que el propio.
Ni al PSOE ni al PP les avergüenzan los últimos escándalos. No les avergüenza que Camps (Presidente de la Comunidad Valenciana) se siente ante los tribunales acusado de un delito de cohecho impropio, ni que García Hidalgo, secretario de organización del PSE de Álava, responsable en Interior con Rubalcaba y Camacho, vaya a ser juzgado junto con otros dos altos cargos del mismo Ministerio por colaborar con ETA (¿puede haber algo más grave?). PSOE/PP manejan los hilos de su estrategia mediática para que parezca que “lo del otro” es lo peor. Uno de los de la “R” calla, aferrado a que millones de valencianos votaron al presidente procesado sabiendo lo que había; y el otro “R”, líder del PSOE según definición propia, a pesar de estar implicado directamente por el peor delito del que puede ser acusado un mando de Interior (era su jefe gubernamental y lo sigue siendo de partido), se atreve incluso a dar lecciones de ética y teorizar sobre la necesidad de cambiar la política…
Dijimos en campaña que los ciudadanos pueden obligar a que los partidos políticos hagan lo que no parecen dispuestos a hacer por voluntad propia: si los partidos políticos ponen imputados en sus listas, si los mantienen, que no les voten. Si no les quitan ellos, quitémosles nosotros, ciudadanos que aspiramos a ser algo más que pasivos votantes. Millones de españoles no lo hicieron el 22 de mayo pasado. Y mucho me temo que tampoco lo vayan a hacer en las próximas elecciones generales. Si eso ocurre, quizá haya que llegar a la conclusión de que los encuestados mienten cuando proclaman que detestan la corrupción política; quizá a la mayoría de los españoles les gusta tener en las instituciones a políticos corruptos o dispuestos a corromperse. Quizá haya millones de españoles a los que simplemente les gustaría poder comportarse como unos pillos y dado que no pueden eligen a políticos dispuestos a portarse como unos sinvergüenzas en nombre de aquellos que, a sabiendas de cómo eran, les han elegido. Quizá los políticos votados por 15.751.118 de españoles entiendan ese voto que les llevó a las instituciones como un cheque de impunidad, que se confirmaría si dentro de unos meses vuelvan a votarles. Quizá a quienes no les avergüenzan estos escándalos sea a los millones de españoles que votan a los partidos que los protagonizan.
A estas alturas de este blog tan políticamente incorrecto sólo me queda preguntarme si entre los restantes millones de españoles no habrá suficientes de ellos dispuestos a hacer algo más que sentarse al sol para corregir esta vergüenza. Que nadie entienda estas palabras como un signo de desesperanza. Hemos demostrado que somos personas con un enorme espíritu positivo; pero negar la evidencia conduce al fracaso. Y quien está a punto de fracasar, de caerse al pozo de la indignidad política mientras se muestra incapaz de salir de la ruina económica es nuestro país, nuestra democracia. España no es una definición constitucional; España somos los españoles. Y si los españoles, por acción u omisión (quien decide no hacer nada, también está participando activamente), vuelven a dar su confianza a estos dos partidos que al alimón nos han conducido a esta crisis política y de valores, habrá que concluir que les gusta esta porquería.
Para ver hasta qué punto nuestro país está sumido en una profunda crisis sigan ustedes los mítines de fin de semana de los candidatos con R, Rubalcaba y Rajoy. O los insultos mutuos de sus jefes de campaña respectivos. Por supuesto que las páginas políticas de los diarios y las aperturas de los informativos de radio y televisión son ocupadas únicamente por ellos, de modo que todo queda como una trifulca electoral. Quienes exigimos dimisiones y asunción de responsabilidades a diestro y siniestro (si, siniestro tanto como diestro) apenas conseguimos unos titulares en algún medio digital. La imagen que llega a quienes siguen la información política por los medios de comunicación tradicionales (que aún son mayoría, no nos engañemos) es la que los dos líderes de la corrupción pretenden: todos los políticos son iguales, así que vota a “los tuyos”, o, simplemente, a quien menos asco te dé. Todo está preparado para que se repita la historia.
Este es el momento en que alguien diría aquello de: “tenemos lo que nos merecemos”. Pues que quieren que les diga, algunos no nos merecemos esto. Y porque no nos lo merecemos ni estamos dispuestos a ser cómplices de esta degradación, fundamos hace apenas cuatro años un partido político con el objetivo de regenerar la democracia. Y en su nombre y desde todas las instancias defendemos estos principios y trabajamos para cambiar unas prácticas que consideramos incompatibles con la democracia. Y como no nos vamos a callar ante nadie, me dirijo hoy a los ciudadanos que no dicen ni hacen nada o se conforman con protestar indignados. Y les digo que ellos también son responsables de que todo siga así. A todos les digo que volver a elegir a estos personajes siniestros que dirigen maquinarias políticas que promueven y disfrutan de las corrupciones, es mirar para otra parte. Vamos, es hacer lo mismo que hacen Rajoy y Rubalcaba. Claro que son ustedes libres de hacerlo; pero luego no se quejen.
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