El propio José Bono reconoce a personas de su entorno que la designación sería un ‘sueño dorado’. Para el manchego, tener un despacho en el Palacio de los marqueses de Bermejillo del Rey (sede de la institución) se convertiría en su retiro más deseado.
El cargo le permitiría, según él mismo reconoce a sus más próximos, tener tiempo para “leer y viajar”. Y también para dedicárselo especialmente a una de sus hijas.
El presidente del Congreso declaró hace unos días en RNE que abandonará la primera línea política a partir del próximo 20-N. Solo volvería, dijo, en caso de que el partido (en este caso, Rubalcaba) lo necesitara.
Bono admite en privado que otro de los cargos que le haría ilusión sería el de embajador de España ante el Vaticano. Precisamente, el presidente del Congreso se confiesa “socialista y católico” y mantiene, desde su etapa en la Junta de Castilla-La Mancha,excelentes relaciones con el cardenal Cañizares, uno de los hombres con más poder en la curia vaticana.
Los deseos de Bono, como decimos, los ha ido transmitiendo en privado a personas de su entorno durante las últimas semanas. Una de sus últimas confesiones la hizo, precisamente, la semana pasada en presencia de altos dirigentes del PP entre los que se encontraba Soraya Sáenz de Santamaría.
Las relaciones de José Bono con Mariano Rajoy no son malas. Ambos se han reunido en varias ocasiones en el despacho del presidente del Congreso durante la última legislatura. Además, el trato que ha recibido el líder del principal partido de la oposición en el hemiciclo ha sido respetuoso.
Hay que recordar que José María Aznar ya nombró a un socialista como Defensor del Pueblo. Fue Enrique Múgica, uno de los dirigentes del PSOE más críticos con su partido. Entonces, el PSOE tuvo que votar a favor de su designación.
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