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sábado, 3 de septiembre de 2011

Nadie quiere ya a Zapatero: ha perdido a todos sus aliados desde que llegó al poder

LA IZQUIERDA, LOS SINDICATOS, LOS NACIONALISTAS...

Nadie quiere ya a Zapatero: ha perdido a todos sus aliados desde que llegó al poder


Nadie quiere ya a Zapatero: ha perdido a todos sus aliados desde que llegó al poder

José Luis Rodríguez Zapatero, en el Parlamento (Reuters) .José L. Lobo.

El cordón sanitario que José Luis Rodríguez Zapatero tejió alrededor del PP cuando llegó al poder para aislarlo políticamente ha terminando enrollándose en su cuello hasta asfixiarlo. La reforma de la Constitución aprobada ayer en el Congreso no sólo pone de manifiesto la paradoja de que hayan sido precisamente los populares los únicos que le han prestado su apoyo para sacar adelante un proyecto de tanto calado, sino, sobre todo, la tremenda soledad de un presidente del Gobierno al que todos sus fieles aliados del pasado han abandonado ya a su suerte.

El menosprecio a Zapatero exhibido ayer en el Congreso por los partidos de izquierda y las fuerzas nacionalistas para expresar su rechazo a una reforma constitucional cocinada a sus espaldas es el mejor ejemplo de ese aislamiento. ERC, BNG, IC-V o Nafarroa Bai, socios parlamentarios del PSOE durante la primera legislatura y buena parte de la segunda, abandonaron el hemiciclo para expresar su desdén; y el PNV, CiU e IU, que tantas veces sacaron las castañas del fuego a Zapatero en situaciones comprometidas, ni siquiera votaron. Todos, incluidos cuatro diputados de su propio partido, le dieron la espalda.

No por esperado debió resultar menos doloroso para Zapatero el desplante de Antonio Gutiérrez, que votó en contra de la reforma, y la ausencia deliberada de los tres representantes de la corriente crítica Izquierda Socialista: Manuel de la Rocha, José Antonio Pérez Tapias y Juan Antonio Barrio de Penagos. La rebelión de esos cuatro diputados no hizo encallar el proyecto de ley, pero muy probablemente sacudió las conciencias de muchos compañeros de filas nada entusiastas con la reforma, que acabaron apoyando únicamente por imperativo de la disciplina de partido.

Victoria amarga

Pese a que el cambio en la Carta Magna impulsado por Zapatero fue aprobado de forma abrumadora gracias al rodillo de los dos partidos mayoritarios, el desconcierto que se dibujaba en los rostros de muchos diputados socialistas por una victoria tan amarga reflejaba el divorcio entre buena parte del PSOE y el que durante al menos seis años fue su líder incontestable. El candidato a La Moncloa, Alfredo Pérez Rubalcaba, batalló hasta el último minuto para que al menos CiU maquillase con su abstención el resultado de la votación, pero ya era demasiado tarde para evitar el estropicio que Zapatero ha provocado en la estrategia electoral de Ferraz al imponer una reforma a la que el ex número dos del Gobierno siempre se había opuesto.

Perdido el apoyo de la calle, de la izquierda, de los nacionalistas, de los sindicatos -ferozmente opuestos a la reforma constitucional- y de gran parte de su propio partido, a Zapatero se le han cerrado todas las puertas que conducían a una salida cuando menos digna de La Moncloa. Y los casi tres meses que restan hasta las elecciones generales del 20-N sólo pueden hacer aún más doloroso su calvario si los mercados financieros no se dan por enterados del cambio constitucional para frenar el déficit y lanzan nuevos ataques sobre la deuda española.

 
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