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domingo, 20 de noviembre de 2011

Rubalcaba apela al orgullo de Iglesias, Caballero y Besteiro para salvar al PSOE

Rubalcaba apela al orgullo de Iglesias, Caballero y Besteiro para salvar al PSOE

Alberto Mendoza.

Se acabó la campaña. O casi. Porque Alfredo Pérez Rubalcaba confía en que la jornada de reflexión sirva realmente para que los indecisos se lo piensen y les entre el miedo al PP, y para que los ex votantes del PSOE se reconcilien a última hora con su partido. “Queda tiempo, en dos días se pueden hacer muchas llamadas, tener muchas conversaciones”, aseguró el candidato en un último llamamiento a propagar el mensaje socialista y restañar el orgullo herido de su partido.

Como buen esprínter, Rubalcaba se ha volcado en los mítines de la recta final de la carrera electoral. Ha multiplicado sus intervenciones, ha forzado las cuerdas vocales, ha aprendido la cadencia y el fraseo que arranca los aplausos de los militantes y ha acotado un espacio en sus discursos para los mensajes breves y contundentes. También se ha desprendido de su estilo gubernamental para convertirse en un aspirante que habla más del contrario que de sí mismo. Aceptó que no era el favorito, que estaba muy lejos de Mariano Rajoy, y que no era creíble llamar a la victoria. Por eso, su última petición a los suyos fue que no se resignaran.

“Os pido que trabajéis estas 48 horas”, “el partido no ha comenzado”, “estamos empate a cero”, “en las urnas no caben las encuestas, solo los votos”, “la única batalla que no se gana es la que no se da”. Así sonaron los mensajes con que el aspirante socialista concluyó su campaña, minutos antes de la medianoche, desde el palacio municipal de Fuenlabrada (Madrid). Un acto final de agradecimiento a su equipo en el que, tras 23.500 kilómetros de ruta, confesó su cansancio: “No me quedan fuerzas compañeros y compañeras, no me quedan fuerzas ni para votar”.

Mañana se comprobará el alcance y la eficacia del efecto Rubalcaba, el medicamento que se recetó el PSOE para aliviar sus males electorales. Pero la gravedad de la anemia de votos que detectan los chequeos demoscópicos no parece haber remitido tras dos intensas semanas de tratamiento. Los socialistas han acabado por reorientar la lucha contra su insuficiencia electoral, de modo que el objetivo ha dejado se ser sanar el enfermo, para conformarse con mantenerlo vivo los próximos cuatro años, con o sin Rubalcaba como doctor.

La crisis y el tránsito de España por la llamada zona de rescate han triturado de tal modo las expectativas de futuro de los españoles, que las promesas del PSOE para la próxima legislatura se remiten únicamente a conservar los logros del pasado. La oferta ha quedado reducida a una apuesta conservadora de los servicios públicos, a un relato de seguridad básica para soportar lo que todavía está por venir. Y todo ello, confrontado con el supuesto programa oculto del PP, al que Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre y María Dolores de Cospedal han contribuido en los últimos días con sus declaraciones sobre la inviabilidad de la dependencia, el pago de las medicinas o las protestas que se avecinan contra las medidas populares.

Salir a la calle para frenar al PP

Rubalcaba utilizó las palabras de Cospedal (“Cuando los españoles vean lo que Mariano Rajoy tiene a la cabeza, saldrán a la calle”) para reclamar a los españoles que “salgan a la calle del día 20 para no tener que salir el 21”. “Ellos recortan profesores, nosotros el abandono escolar; ellos recortan médicos, nosotros las listas de espera”, presumió. Además, insistió en que quien prometa crear empleo el día 21 miente, por lo que se presentó como el garante de que todos aquellos que no tienen trabajo mantendrán al menos su atención sanitaria, prestación por desempleo y escuelas para sus hijos. En definitiva: “El Estado de bienestar es una red de seguridad”.

Este perseverante discurso contra los futuros recortes de Rajoy, junto con la ayuda de última hora de las declaraciones de los dirigentes populares, ha convencido al equipo electoral de Ferraz de que la campaña ha servido para recuperar el respaldo de una parte de los ciudadanos que se había alejado del PSOE. De cumplirse estos pronósticos, el número de electores desencantados que haya regresado finalmente al redil socialista será clave para determinar la amplitud de la previsible victoria del PP.

Aunque lo importante ahora para los socialistas es que su partido, tras 130 años, supere el 20-N con la salud suficiente como para volver a ser cuanto antes una alternativa de gobierno. A la izquierda, a los socialistas clásicos, a los militantes, a quienes conservan la conciencia de clase, a todos ellos se dirigió Rubalcaba para defender las siglas del PSOE con todas sus letras. El candidato recuperó el apelativo completo de Socialista Obrero Español y trató de contagiar el orgullo de pertenecer a la formación del ya suprimido logo del puño y la rosa.

“Nadie se llama de derechas. Se camuflan, se llaman de centro reformista, un nombre magnífico para una empresa de rehabilitación”, ironizó Rubalcaba, quien se jactó de ser “socialista” como “Pablo Iglesias, Largo Caballero, Julián Besteiro, Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero o Javier Solana”, este último, presente en el mitin. El candidato ha tocado la corneta para reagrupar a sus fieles y tratar de resistir de pie el maremoto del PP. Ya solo faltan horas para conocer su verdadera capacidad de convocatoria

 
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