Se cuenta que a Federico II de Prusia le molestaba un viejo molino que estorbaba sus vistas desde Palacio, y mandó derruirlo.
El molinero afectado recurrió a los tribunales, y un juez de Berlín le dio la razón y condenó al rey a indemnizarlo y a reconstruir el medio de vida del así atropellado. Al conocer la sentencia, el molinero se limitó a comentar: “Todavía quedan jueces en Prusia”.
Esta vez, pese a que las exigencias tipográficas imponen un solo nombre que encabece estas líneas, los focos iluminan ex æquo a dos personas: una es Pilar de Lara Cifuentes, juez de instrucción del Juzgado número 1 de Lugo; la otra es María Estela San José, juez de instrucción del Juzgado número 3 de la misma ciudad. La primera instruye la llamada operación Carioca, un caso con acusados de corrupción en la Policía Nacional y la Guardia Civil en una trama de burdeles, que hizo necesario el nombramiento de un juez de apoyo y el echar mano de efectivos policiales de fuera de Lugo para que sus investigaciones no quedasen bloqueadas. La segunda ya apuntó maneras en un caso resonante de condonaciones y retiradas arbitrarias de multas de tráfico, y ahora se ha hecho cargo de la llamada operación Campeón, la que tiene ahora mismo en entredicho a José Blanco y otros políticos y empresarios (?) lucenses. Pilar de Lara es silenciosa, reservada, muy trabajadora y temible por su capacidad resolutiva. Estela San José no le anda a la zaga. Al igual que su colega, es una trabajadora infatigable y refractaria a los focos de los medios de comunicación. También ella se ha tenido que enfrentar con policías y políticos dispuestos a torpedear su trabajo. A ambas las ha tenido que amparar el Tribunal Superior de Justicia de Galicia a la vista de las campañas de descrédito desatadas contra ellas por los que tienen mucho que temer.
Estas dos jóvenes personifican a un buen puñado de jueces que han de batirse el cobre por algo tan sencillo y tan decisivo como cumplir con su deber. Todavía quedan jueces en España. Autor Ramón Pi.
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