Era yo jovencito; muy jovencito, cuando en clase de religión el capellán de
turno nos ordeno que escribiéramos en un trozo de papel el deseo que
cada uno de nosotros teniamos en aquellos precisos momentos. Gran iniciativa sin
duda. Con 10 años de edad, y no sabría decir el motivo, mi deseo fué,
“que la cordialidad e igualdad se impusieran en el mundo“. Lo recuerdo
perfectamente, porque cuando el capellán nos recogio los folios y se puso a leer
y comentar lo que cada uno de nosotros había escrito, me dejó helado que
arrugara mi papel arrojándolo a la papelera y soltando un; “Vaya
tontería. Esto es una utopía”. Recordaré ese instante mientras
viva. Se quedó con tres de los deseos y el que más le gustó fué: “Tener
un pony”. Vaya. Incluso a estas alturas y con cuarenta años más me
sorprendo al recordarlo. Tiene narices que aquel personaje pudiera estar dando
clases de religión o de nada, y lo que para mi es peor, resulta aquel hecho un
fiel reflejo de la actualidad. Hoy las cosas no han cambiado mucho y seguimos
dirigidos por “sabelotodo” que lo que sí saben hacer bien es
“lamerculos” y “cepillar espaldas” “pensar poco para todos y mucho
para cada uno, y no sólo en el terreno de la educación, diría que en todos
los terrenos profesionales de hoy en día. ¿Cómo el deseo de tener un pony
puede ser más interesante de analizar, que aquel que se plantea la igualdad y
cordialidad en el mundo? Si le añadímos que te lo plantea un jovencito de
10 años pues la cosa todavía tiene más interés. A mi, por ejemplo, me interesará
más conversar con aquel que me plantee ese deseo que no el de tener un pony,
una bici o un submarino. Y digo a mi. Claro. Soy el mismo de aquellos años
en los que me preocupaba más el mundo que tener un pony aunque con 40 años más
de experiencia y, la verdad, más aburrido de todos aquellos que saben más que
nadie y se creen superiores porque viven mejor y ganan más dinero. Seguramente
el compañero que deseaba tener un pony no sólo tiene el pony sino que, además,
hasta una vida mucho más cómoda que la mía. No me extrañaría en absoluto viendo
lo visto hasta la fecha.
Recuerdo, como si fuera hoy, que quise fundirme al ver que arrugaba el papel
con una mano y lo tiraba con desprecio a la papelera mientras soltaba que esto
era una utopia. Vaya , vaya, las vueltas que ha dado
el mundo y lo que he vivido hasta la fecha para que todavia tenga que volver eso
a mi cabeza en el día de hoy y no sabría decir ni siquiera el motivo.
Seguramente el pobre capellan ya no estara entre nosotros y yo lo sigo
recordando a él y sólo en ese detalle. De la misma forma que recuerdo la
palabra Utopia que tuve que buscar en un diccionario
porque en aquellos momentos me sonaba a chino mandarin.
Ahora, que iniciamos un nuevo año con nuevo gobierno y prespectivas confusas,
y no sólo en España sino en el mundo entero, los deseos de cada uno de nosotros
no variarán respecto a los que teniamos hace 12 meses o 40 años:
felicidad, prosperidad,
trabajo, en fin todo eso que nos deseamos los unos a los otros por
la boca más que por el corazón, al menos la inmensa mayoria, pienso
yo vivido lo vivido. El problema es que las bases de cada uno siguen y seguiran
siendo las mismas que hace cuatro dias o 40 años; los mismos intereses
sociales y económicos, los mismos egoismos personales, las mismas
acciones personales de cada uno para nuestro beneficio exclusivo y aquello
de vaya yo caliente ríase la gente como único deseo
real que nadie expresa de forma clara y precisa pero que, parece ser, es lo que
la mayoria pretende en realidad por mucho que digamos lo contrario.
Sería bueno, como deseaba con 10 años, que algún día alguien con el
suficiente poder estableciera nuevas normas de convivencia reales basadas en la
igualdad real, en la cordialidad real, donde un
político que cobra de los demás por arreglarnos el
futuro a todos se estremeciera al ver que hay personas viviendo en la
calle; famílias viviendo de la caridad,
parados que no pueden afrontar lo básico para sobrevivir y
empezara a poner en marcha leyes eficaces de igualdad
real. Sería bueno, que todos esos
“triunfadores” de esta sociedad injusta y poco seria, tomaran
cartas en el asunto y empezaran a eliminar los obstáculos que hacen de esta
sociedad del 2012 un nuevo ”churro” de palabrería fácil para los que
deberían dar ejemplo y no sólo no lo hacen sino que, encima, se rien en nuestra
propia cara. Sería un gran primer paso, que todos aquellos profesionales que
pueden decidir, eliminaran de su staff al elegido a dedo o por amistad y
empezaran a valorar seriosamente a cada uno de los profesionales que corren por
el mundo. Sería bueno y sería honesto y ya no porque ahora mismo todo eso sea
una utopía, sino porque es imposible tal como funciona todo. Feliz 2012…sí,
¿no?
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Posted:
02 Jan 2012 11:24 PM PST
Posiblemente sea el maravedí la moneda más común en la península ibérica
durante siglos. A mediados del siglo XIV se abandonó el uso cotidiano del
maravedí como moneda física (de cobre). Sin embargo, se continuó empleando el
maravedí como moneda de cuenta/referencia, para hacer las conversiones entre las
diversas monedas en uso.
Muchas han sido estas monedas en los diferentes
reinos de la península ibérica: el maravedí, el doblón, la blanca, el sueldo y
el denario (o dinero), creado a semejanza del dinar de los almohades en la
España musulmana, el denario gros acuñado por Jaime I en Cataluña o el croat de
Pedro III (que tenía una gran cruz en su reverso, de ahí lo de cara/cruz) son
algunos ejemplos.
La acuñación de moneda en Castilla comenzó durante el
reinado de Alfonso VI, después de la conquista de Toledo (1085), siendo sus
primeras piezas el denario y el óbolo de vellón, a semejanza de otros reinos
españoles. Alfonso VIII de Castilla empezó a labrar el oro hacia el año 1172, y
poco después lo hizo Fernando II de León en piezas de cobre llamadas maravedís o
morabetís, con un peso aproximado de 4 gramos cada una.
El maravedí era una
moneda de cobre de curso legal en España que, con sucesivas acuñaciones, estuvo
vigente desde los reyes católicos hasta la primera reforma en el sistema
monetario de Isabel II (1474-1854).
La peseta nació con el Decreto Figuerola
, y el gobierno provisional de la Revolución de 1868 (acuñada por primera vez en
Barcelona por orden del rey José I Bonaparte en 1808), como moneda nacional con
un valor de cuatro reales (El real era una moneda de plata de 3,35 gramos que
empezó a circular en Castilla en el siglo XIV y fue también base del sistema
monetario español hasta mediados del siglo XIX, 1 real= 34 maravedíes en
1497).
Mark de Zabaleta |
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