LA POLICÍA RECONOCE LAS ESCUCHAS A LOS 'INDIGNADOS'
El 15-M toma lecciones de Le Carré para eludir el seguimiento policial
Una de las principales críticas de los
indignados se centra en los abusos de las entidades financieras. Aníbal Malvar
Parecen escondidos y lo están. Se sienten vigilados. Toman precauciones más
propias de un espía del Circus que de un activista del pacifismo, la ecología,
el comercio justo o la democrática indignación. El 15-M se ha vuelto
cauto y silencioso. Gabardina y gafas oscuras, como el topo de John
LeCarré. Maite C. S. es una indignada con tres hijas ya
adolescentes, y una de las activistas más laboriosas de la comunidad vasca.
Contacta el martes con el periodista a través de Facebook, como lleva haciendo
desde hace meses. Pero esta vez su tono cambia.
-Quería hablar contigo –escribe en chat privado.
-Dime.
-No, preferiría una forma más segura…
Por supuesto, lo primero que piensa el periodista es que su amiga Maite va a
hacerle una confesión muy personal o que se ha vuelto paranoica. Pone la cruz en
la casilla dos cuando ella solicita comunicarse a través de un telefóno
fijo y “seguro”.
“No me he vuelto loca, hombre”, se explica. “Pero muchos [del 15-M] hemos
restringido el uso de las redes sociales y los móviles porque parece que nos
conocen a todo el mundo y que saben lo que vamos a hacer. Convocamos cualquier
actividad y allí se presentan. Parece que nos tienen fichados. Es una injerencia
constante”. Pone un ejemplo. El pasado 17 de diciembre, Maite participó en una
jornada de trueque navideño en Los Arquillos de Vitoria. “Unos llevábamos ropa;
otros, pequeños electrodomésticos, libros, vajilla, muebles… Íbamos a
intercambiarnos regalos, cosas que no nos servían y podían valer a alguien.
Éramos unos 30 y se acercó mucha más gente. Aparecieron por allí dos chicos y
empezaron a preguntar por el precio de las cosas. Les dijimos que no era una
venta, que podían coger lo que quisieran y, si les apetecía, dejar alguna otra
cosa a cambio. Entonces sacaron las placas policiales y nos pidieron que nos
identificáramos. A varios ya nos conocían. A una chica le dijeron que la
próxima vez se la llevaban detenida. Ya sabían cómo se llamaba antes de que ella
sacara el carné de identidad”.
La chica en cuestión es una recién licenciada de origen sudamericano con
arraigo de muchos años en Euskadi y sin ningún tipo de antecedente policial:
“Comprenderás que antes de contarte detalles”, me escribe, quiera saber un poco
más de ti. No es paranoia, sino cautela”, responde a la petición de entrevista a
través de correo electrónico. Después de que el periodista le ofrezca distintas
referencias, ella confirma lo narrado por Maite. “Me preguntaron que quiénes
eran los responsables de aquello. Yo contesté que los responsables somos todos.
Y entonces empezaron a pedir identificaciones. A mí me pidieron el DNI, la
dirección, el teléfono… Fue alucinante: ¿somos tan peligrosos como para que
nos aborde la secreta?”. Sin embargo, no cree que haya demasiada “gente del
movimiento que se sienta acosada. Está claro, no tenemos miedo. Y para mí, en lo
personal, la mejor seguridad es la visibilidad. Y cuanta más gente sepa lo que
hacemos, mejor”.
Objetivo: vigilar a los indignados
Gorka, activista madrileño, confirma el creciente celo que los indignados del
15-M están aplicando a sus comunicaciones a causa de este presunto acoso
policial. “Sí que hay una cierta persecución policial muy molesta. Por eso hemos
optado por comunicarnos en foros restringidos y desde distintos portales. Para
entrar en esos foros, tienes que ser invitado personalmente por alguien de
dentro. No se invita a desconocidos. No estamos paranoicos ni hacemos nada
delictivo, pero estamos hartos de que nos molesten. Es como si quedas a tomar
una cerveza con los amigos y tienes que aguantar a un policía a tu lado en la
barra. Y yo, de verdad, no tengo nada contra la policía. Hacen su trabajo, pero
es que yo no creo que este sea su trabajo”, responde con exactitud mitinera de
portavoz que ha tratado este asunto de forma pública, y varias veces, en foros,
asambleas, comités…
-Pero es que parecéis espías, con tanta precaución…
-¡No, coño! ¡Los espías son ellos!
Fuentes policiales consultadas por El Confidencial confirman que
este seguimiento sobre las actividades del 15-M existe todavía y es
exahustivo. “Se controla todo. Pero no se controla por controlar. Nosotros
necesitamos conocer sus movimientos antes de que se produzcan para adelantarnos
a los acontecimientos. El nuevo ministro nos ha dado la misma consigna que
teníamos con el Gobierno anterior: permisividad. Pero no podemos consentir que,
por ejemplo, se convoque un acto de cualquier tipo en espacios públicos y no
estar presentes. Imagina que pasa algo y no estamos. Nos van a criticar si los
controlamos y también si no los controlamos. Qué le vamos a hacer”.
Las mismas fuentes también ratifican que los indignados utilizan foros
cibernéticos cada vez más restringidos y opacos para sus comunicaciones
internas. Algo que no parece quitar demasiado el sueño a los responsables
policiales.
El 15-M se echa al monte en el sentido estricto
En todo caso, perciben que “el movimiento está parado. O quizá sea mejor
decir menos activo. Pensamos que a la expectativa de lo que pueda surgir de la
nueva situación política”.
Gorka, sin embargo, no cree que la creciente invisibilidad del 15-M en
la sociedad y en los medios se deba únicamente a sus nuevos hábitos
semi-clandestinos y a la merma de actividad. “El 15-M está derivando
hacia otras cosas”, afirma. “Se están promoviendo redes de cooperativas,
ecoaldeas, proyectos de permacultura [sistemas agroculturales sostenidos que
integran vivienda y paisaje]… Yo mismo espero dejar mi trabajo [en una cadena
comercial] dentro de cuatro meses para organizar una cooperativa integral en el
País Vasco semejante a la que existe ya en Cataluña [con más de 600 miembros].
El 15-M es un movimiento cambiante y que quiere cambiar esta sociedad. No somos
solo manifestantes. Hay que actuar también activamente sobre la realidad. Es una
paso más. Esto no se para”.
Sea la búsqueda de foros menos visibles para la policía o la derivación hacia
otras actividades, el caso es que el movimiento se diluye en las redes. En
Facebook, el muro de los Indignados apenas añade un reporte cada dos,
tres o cinco días. El reciente ajuste económico del Gobierno mereció únicamente
un enlace del ABC y fue comentado por apenas 43 personas. Poco más activo
es el muro de Spanish Revolution. En el de Madrid 15-M apenas se
cuelgan dos reportes diarios. Democracia Real Ya, sin embargo,
continúa convocando manifestaciones y actos públicos con cierta asiduidad.
Pero tampoco es un hervidero.
Y continúan siendo observados por las fuerzas de seguridad. Sobre todo en
Euskadi. Lo sucedido en Vitoria con la irrupción de la policía secreta
seguramente no hubiera ocurrido fuera de las fronteras del País Vasco, coinciden
tanto los indignados como las fuentes policiales. “Es normal. El problema es que
grupos de otra naturaleza pueden utilizar al 15-M de pantalla y eso sí tenemos
obligación de detectarlo al instante. Pero no hay nada contra el 15-M. Es solo
una cuestión de prevención”.
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