Es lo que tiene la crisis. Que se añoran momentos
pasados en los que a pesar de los pesares, por lo menos se podía vivir
dignamente. Algunos ejemplos los ofrece hoy el diario El País en su
reportaje La
pobreza atrapa a la clase media europea. Así, un parado de larga duración
recuerda amargamente sus últimas nóminas mileuristas. Así,
quienes hoy figuran entre los nuevos pobres, no paran de pensar en el
momento en el que llegaron a formar parte de la clase
media.
Esta devaluación del sistema social ha teñido
todos los aspectos de la vida cotidiana y de eso se es consciente, por ejemplo,
cuando se pretende conseguir un nuevo empleo. Las cosas no están como para lucir
títulos y mucho menos recalcar cuánto de experto es uno en algo. Lo expone hoy
también La Vanguardia en una información titulada Se
extiende la práctica de rebajar el currículum para encontrar trabajo.
¿Hasta qué momento vamos a tener que devaluarnos social y
profesionalmente? ¿Dónde establecemos el límite? ¿En qué punto
encontramos la coherencia con la necesidad de caminar hacia una
economía más competitiva, tal y como advierten desde Europa?
Quizá la solución ante tanta duda se encuentre en cambiar y en lugar de inyectar
capital monetario, nos inyecten capital moral pues nos
encontramos ante una sociedad cada vez más pobre pero también
cada vez más desmoralizada.
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