Rosa Diéz UPyD
Ya se que algunas personas apenas han tenido recreo; y que muchos más que los primeros quisieran no tener tanto “recreo” y levantarse cada mañana temprano al oír el despertador y emprender la jornada laboral. Precisamente por eso es mucha la responsabilidad que asumimos quienes si tenemos un trabajo retribuido y estable en el medio plazo y quienes, además, participamos en la toma de decisiones que afectan a la vida de nuestros conciudadanos.
Todos los analistas coinciden en que este año que acabamos de estrenar va a ser duro e incluso hay quien vaticina que será peor que el que hemos despedido entre campanadas y espumillón. Hoy eso ya no está en discusión, pero si lo ha de estar el cómo nos enfrentamos a las dificultades para evitar que el deterioro económico afecte de forma aún más negativa a aquellos de nuestros conciudadanos que están en peores condiciones para soportarlo.
Hay quién se empeña en explicarnos que la crisis económica es internacional, que está controlada por unos entes extraños llamados mercados y que poco podemos hacer salvo obedecer a no se sabe muy bien quien. Es cierto que la crisis es global; pero no es verdad que lo único que podamos hacer es seguir instrucciones. Porque en nuestro país hay una crisis interna, inequívocamente española, a la que nos tenemos que enfrentar nosotros solitos ya que nadie va a venir de fuera a resolvérnosla. Las instituciones comunitarias intervienen para evitar que nuestros problemas agranden los de la UE; nos dictan el déficit máximo y nos controlan –como al resto de países miembros- el monto total de nuestros presupuestos; pero de nosotros depende en qué y cómo invertimos esos recursos. O sea, la acción política – o la inacción, que es una forma de actuar cada vez más extendida entre los mal llamados políticos- depende de los políticos que los españoles hemos elegido en las urnas. De nuestros políticos –entre los que me cuento-, de su capacidad, de su autonomía ejercida al máximo, de su valor para enfrentarse a las consecuencias de sus actos, dependerá en ultima instancia si seguimos atascados o si aceleramos el paso para no perder el último vagón del último tren que pase por delante.
De nosotros depende que haya barra libre dentro de nuestras fronteras nacionales para malgastar los escasos recursos o que se controlen los presupuestos autonómicos antes de ser aprobados; de nosotros depende que, además de controlar el tope máximo de gasto, impongamos al conjunto de las administraciones públicas que gestionan nuestros impuestos las medidas que hagan efectivos, en condiciones de igualdad, los derechos fundamentales que la Constitución proclama para todos los españoles; de nosotros depende que destinemos una parte sustancial de nuestro dinero a garantizar la sostenibilidad y la cohesión entre territorios y ciudadanos; de nosotros depende que terminemos con las diecisiete fronteras interiores que lastran nuestra capacidad de crecimiento y desarrollo económicos; de nosotros depende que acabemos con los más de cinco mil entes públicos ineficaces, ineficientes y en muchos casos completamente artificiales que pueblan nuestra geografía nacional; de nosotros depende que persigamos el fraude fiscal y afloremos decenas de miles de millones que hoy no se ingresan en nuestras arcas públicas; de nosotros depende que se impulsen políticas activas para que los empresarios y los emprendedores puedan desarrollar sus iniciativas y para que nuestros jóvenes no tengan que irse de España.
No es verdad que haya que dedicarse únicamente a obedecer a quien nos habla en idioma extranjero. No es verdad eso que nos dicen de que las cosas están peor de cómo se suponía; todos sabíamos cómo de mal estaba el asunto; particularmente lo sabían quienes han llegado al Gobierno (por supuesto, los que se ha ido más aún, aunque tampoco lo reconocieran nunca) porque ya estaban gobernando en la mayor parte de las instituciones españolas. No vamos a aceptar que la incapacidad o la cobardía se quieran ocultar echando la culpa al otro. Claro que el Gobierno saliente es políticamente responsable de esta gravísima triple crisis que nos asola; pero por eso han perdido las elecciones los socialistas y para eso se supone que tiene mayoría más que suficiente el Partido Popular: para enfrentarse con los problemas y dejar de echar balones fuera.
No es la hora de la resignación, ni de la vendetta. Es la hora del trabajo y de la responsabilidad. Hay que trabajar con un horizonte de sacrificios y de recompensas. Es la hora de la austeridad selectiva, en palabras de Luis de Velasco. Por eso hay que explicar la verdad a los ciudadanos, incluida la opción de rectificar promesas electorales si hubiera que hacerlo. No hay tiempo que perder, no lo tenemos. Déjense de pedir informes para ganar tiempo mientras se deciden a hacer una cosa o la contraria. ¿Acaso alguien puede dar un informe más fiable sobre Garoña que el que hizo el órgano nacional competente en materia de seguridad nuclear? ¿Acaso hace falta que el Banco de España nos diga lo que ganan los directivos de las Cajas de Ahorro que han nombrado los mismos que piden el informe? ¿Acaso hay que reunir una vez más a las CCAA para pedirles información sobre los centenares de entes públicos que aún no han eliminado?
Señores del Gobierno, sepan que desde UPyD estamos dispuestos a darles todo el tiempo que necesiten para poner en marcha sus políticas, las que consideren las mejores para España. Cien, doscientos, trescientos días… lo que haga falta. Pero no nos tomen el pelo encargando informes, que para eso no hace falta que se reúna el Consejo de Ministros; para decirle a la gente lo que ésta quiere escuchar no hace falta la política, sobra con la demoscopia. Hagan el favor de actuar, de tomar medidas, de enfrentarse a la crisis política y abordar las profundas reformas estructurales sin las cuales será imposible que se reactive la economía en nuestro país. Hagan el favor de no faltarnos al respeto al conjunto de los ciudadanos buscando disculpas para abordar (o no hacerlo) todas las cuestiones pendientes. Y no caigan en la tentación de copiar lo peor de aquellos a los que han sustituido: comportarse con soberbia con los débiles, y ser sumisos o acomplejados frente a los poderosos.
Y también es la hora de hablar alto y claro frente a quienes quieren protagonizar una segunda transición en la que los terroristas y todos sus cómplices hablen en condiciones de igualdad a las víctimas y a todos los que han luchado en defensa de la democracia. Basta ya de discursos hipócritas y cobardes; basta ya de escuchar impávidos los gritos de quienes claman en las calles vascas a favor de los criminales; basta ya de neutralidades cómplices. Sólo una sociedad democrática y éticamente enferma puede tolerar manifestaciones como la que recorrió Bilbao la tarde de este último sábado. Sólo una sociedad sin cuajo democrático permite que sus calles se llenen de gritos a favor de los criminales; sólo gentes sin principios pueden permanecer calladas viendo al frente de esa exhibición de fanatismo a personas que hoy dirigen instituciones democráticas. ¿Hemos de aceptar que los enemigos de la democracia acaben democráticamente con ella?
Creo que no, que el recreo se ha terminado para todos y para todo. Es la hora de actuar sobre nuestros profundos problemas estructurales; es la hora de impulsar un modelo de país sostenible en lo económico y viable en lo político, que garantice la cohesión y la igualdad entre españoles. Es la hora de revisar y de unir todo lo que hemos ido desmantelando en las últimas legislaturas; es la hora de reivindicar derechos de ciudadanía frente a los discursos identitarios que tanto daño han hecho a nuestra joven democracia. Es la hora de defender la democracia, la ley y la justicia. Es la hora de la política y de los políticos sin miedo. Pongámonos a ello.
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