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martes, 21 de febrero de 2012

EL PRÓXIMO PUERTO


EL PRÓXIMO PUERTO

(Escrito para la Fundación Civil) por  mando a distancia
Tras treinta y siete años al frente de la nave del Estado español en los que pese a que el pasaje al cargo del cual se encuentra  ha sufrido las graves consecuencias de haber surcado todo tipo de aguas (fétidas y pantanosas, vertiginosos rápidos que anticipaban cataratas, meandros interminables, gélidos líquidos que anunciaban ocultos icebergs) Juan Carlos I ha podido gobernar el navío desde el puente de mano con gran soltura, permitiendo, eso sí, que la tripulación haya organizado en cubierta la mayor bacanal de la historia mientras todo el pasaje, arrinconado y a veces hacinado en los camarotes y en galeras, se encargaba de pagar ese gran festín que ha sido la modélica Transición.
Viento en popa a toda vela, no surca el mar sino vuela, un velero bergantín.  
José de Espronceda
Como no podía ser de otra manera, tras tantos años de hedonismo orgiástico y dejación de funciones, la nave del Estado, auténtico barco sin gobierno en diversas ocasiones, está a punto de naufragar en la mar crispada que ha dejado el maremoto internacional de la crisis financiera. Hasta ahora, la solución a nuestros problemas consistía en encontrar culpables en la tripulación y sustituirlos por otros que adecentasen la cubierta y rehiciesen la carta de navegación. Del capitán no se hablaba y, si se hacía, siempre era para aludir a sus virtudes, aunque muy poco a poco y a medida que algunos pasajeros se han ido incorporando a la fiesta, los haces solares de los escasos días sin bruma han ido perfilando tímidamente las circunstancias políticas que envuelven el puente de mando, descubriéndolas ante sus ojos.
Todo parece haber cambiado últimamente. Algunos de los pasajeros que subieron a la intemperie, han contado al resto de los suyos que hay cosas en el puente de mando que no les terminan de gustar. La mayoría de los pasajeros no les han creído. Pero muchos sí. Y lo más llamativo es que éstos últimos forman parte de un número sustancialmente mayor que el registrado la última vez que alguien bajó contando cosas de cubierta.
2011 ha sido un año convulso y peligroso para el gran patrón y ha podido marcar, quizá, un punto de inflexión aunque nada se haya resquebrajado todavía en el puente de mando. En su transcurso, tres grandes tempestades se han desatado y amenazan con cernirse sobre sus intereses de permanencia.
En orden inverso de importancia, la primera es el caso Urdangarín. Sólo en la medida en que el capitán, de momento muy bien asistido por el sistema de megafonía del barco, sea capaz de generar estanqueidead entre las actividades del yerno y las suyas propias, evitará que el ciclón arroje aguas sobre su impoluto uniforme. Probablemente a estas alturas de la ruta, dado que la megafonía sigue ejerciendo su labor, el mayor peligro se encuentre en las posibles fisuras en la unidad del propio puente de mando.
La segunda amenaza son los fantasmas de la mal contada historia  sobre el fallido golpe de timón sufrido un lejano 23 de febrero. Este año pasado ha comenzado a circular información que asegura que dicho golpe se concibió desde los servicios de policía del barco y se acusa al patrón por acción u omisión. Este sábado mismo, uno de los canales de vídeo más independientes del barco retransmitió un programa en donde se dijeron cosas espeluznantes al respecto de la autoría material e intelectual del golpe. La amenaza de que la verdad se extienda en todo el barco es muy inquietante.
Por último, está por ver cómo afectan estos dos asuntos a unas encuestas de popularidad que sin ser alarmantes si se analizan fuera del contexto actual, sí lo son, y mucho, si se considera desde dónde parten. La popularidad de Juan Carlos I y de la Casa Real ha perdido en una década la tercera parte del apoyo popular, pasando de un 7,5 sobre 10 a un 4,9.
Del resultado de las tempestades anteriores dependerá en buena medida el de esta última que, a fin de cuentas, es la amenaza fundamental, especialmente si se tiene en cuenta que el hecho sucesorio, momento crítico extremo en todo sistema hereditario, comienza a estar naturalmente presente en toda aproximación al futuro.
Cómo tienen que estar las cosas para que uno de los megáfonos más favorables al patrón se haya sacado de la manga una encuesta que contradice los datos sedimentados durante lustros por el Centro de Investigación del navío, y para que toda la tripulación, casi sin excepción, le dedicase una ovación de más de dos minutos en la gala inaugural de esta nueva singladura.
Por otra parte es lógico, pues toda la tripulación sabe que el capitán es la piedra angular de este sistema de gobierno basado en el blindaje de la tripulacion respecto al pasaje y en el reparto de prebendas (consenso). Todos son conscientes de que el día que el pasaje en su totalidad disponga del poder de la información y de la libertad de elegir a su tripulación la mayoría puede terminar lanzada por la borda.
 
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