Rosa Diez UPyD
Esa fue la respuesta que dio el Ministro del Interior cuando un periodista de
El País le conminó a explicar el cambio de posición del Gobierno del PP en su
política antiterrorista. O sea que el Partido Popular se comprometía a instar la
ilegalización de Bildu, Amaiur y demás marcas del entramado etarra cuando estaba
en la oposición y no estaba en sus manos actuar; ahora que puede, renuncia.
He de reconocer que estoy escandalizada. No esperaba yo muchos cambios en la
política española con el advenimiento del Partido Popular al poder; no creía que
íbamos a notar mucha diferencia en materia económica (a estos, como a los
anteriores, se la dicta Bruselas); en la independencia de la Justicia (Gallardón
anunció grandes cambios pero a la primera oportunidad, con la memoria del
Consejo General del Poder Judicial, rechazaron nuestra propuesta de reforma de
la Ley); en el modelo territorial del Estado (nada de adelgazamiento real de la
estructura institucional, puro testimonialismo); ni en materia laboral (una
reforma que sigue la saga de las seis anteriores, manteniendo la dualidad y
dando la espalda a los desempleados y a los jóvenes); ni en la reforma del
sistema financiero (algunas medidas en la buena dirección, pero manteniendo el
veto autonómico y sin exigir responsabilidades a quienes fueron los responsables
de la quiebra); ni en la protección de los desempleados (nada de modificar la
Renta Activa de Inserción); ni en Educación o Sanidad (ni tocar los diecisiete
sistemas que rompen la cohesión y generan cada vez más desigualdad)…
Pero creía que, al menos en materia antiterrorista, el PP iba a mantener su
posición digna y exigente. Pues demostrado está que no ha sido así. El Partido
Popular y el Gobierno de la Nación han renunciado a lo que era su principal
haber democrático, la lucha por la derrota de ETA. Han pasado de exigir la
derrota para dar por finalizados estos años de ignominia y dolor a pedir la
disolución voluntaria de la banda (Rajoy en su respuesta del pasado miércoles a
Errekondo); han pasado de comprometerse a iniciar los procedimientos de
ilegalización de todo aquel que legitime la historia de terror de la banda a
afirmar que no hay pruebas suficientes. Recuérdese que, con la información
facilitada por la Guardia Civil y la Policía Nacional, el Supremo declaró
probado que Bildu era continuidad de ETA. ¿Cómo puede afirmar ahora que no hay
pruebas suficientes que presentar ante el Supremo si a las que este Tribunal dio
por válidas se pueden añadir todos los hechos sobrevenidos desde que están en
las instituciones? Y que nadie me diga que el Constitucional lo echó atrás;
porque todos recordamos que lo hizo en un auto polémico, en el que revisaba
pruebas (fuera de sus atribuciones) y con una determinada mayoría que siguió el
criterio (todo el mundo lo sabe) de quien gobernaba entonces. ¿Acaso es por eso
que Rajoy ha acordado con Rubalcaba posponer la renovación del TC? ¿Acaso está
esperando una sentencia favorable a Sortu para “cargarse de razón” y entregar
una nueva victoria política a la banda?
Me avergüenza la actitud del Partido Popular. A ambos nos han insultado,
perseguido y descalificado por defender la justicia y la dignidad, por defender
que a ETA no hay que darle nada ni cuando mata ni cuando anuncia que ha dejado
de matar. Y ahora son los dirigentes del Partido Popular los que vierten contra
nuestro partido los mismos insultos que les llegaban a ellos por parte de los
intolerantes o de los que estaban en una negociación política con la banda. Y me
da lástima, por qué no decirlo. Me apena la velocidad con la que se están
pasando al lado de los conseguidores de siempre, a esa posición en la que se
relativiza la verdad, en la que los hechos son tratados como si fueran
opiniones, en la que el lenguaje se pervierte hasta el extremo de que los
verdugos y sus amigos son tratados con sumo respeto mientras se vierten insidias
e insultos contra un partido político que tiene en su historia y en la de sus
miembros un bagaje de infatigable lucha contra el totalitarismo y el terror.
No somos los únicos que hemos resistido los cantos de sirena del lado oscuro
y de sus entregados voceros; pero, desgraciadamente, somos los únicos que
seguimos haciéndolo. Seguiremos defendiendo, contra viento y marea si fuera
preciso, que la ley ha de aplicarse para hacer justicia, en su centralidad y sin
ningún tipo de flexibilidad ni oportunismo. Seguiremos proponiendo la
persecución del crimen y de los que lo justifican; seguiremos recordando que la
derrota de ETA es la condena de toda su historia; seguiremos exigiendo el
reconocimiento del daño causado, la disolución y la colaboración con la justicia
para esclarecer todos los crímenes que aún no han sido juzgados. No quisiéramos
dar la batalla en solitario; nos gustaría que las fuerzas democráticas con
quienes coincidimos en el pasado en la estrategia y en la táctica frente a ETA
mantuviesen hoy el mismo grado de exigencia y compromiso. Pero estamos
dispuestos a luchar en solitario; nunca rebajaremos nuestra exigencia porque lo
políticamente correcto sea hoy dejar de llamar a las cosas por su nombre. Y si
nos quedamos solos, solos daremos la batalla hasta el final. Y el final no puede
ser otro que la victoria, ya saben: “…los resistentes tiene la última
palabra”.
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