El 20 de noviembre del pasado año 2011 se celebraron en España unas
Elecciones Generales que supusieron el mayor triunfo obtenido por el Partido
Popular (PP) dirigido por Mariano Rajoy con 185 diputados, en línea con las
Autonómicas y Municipales del mes de mayo que dejaron un mapa azul-popular en
casi toda España y al que, muy probablemente, se sumará la autonomía andaluza el
próximo 25 de marzo.
Y, por el contrario, el mayor descalabro del “bicéfalo” Partido Socialista
(PSOE) dirigido por Zapatero-Rubalcaba que quedó en 110 escaños, inferior al
resultado obtenido en 2000 con Joaquín Almunia (125) el cual, de forma honrosa,
presentó su dimisión inmediata, en línea igualmente con Autonómicas y
Municipales donde pierden sus “feudos-taifas” tradicionales como Castilla La
Mancha, Extremadura, Asturias,…y casi seguro la Andalucía de los “Eres”.
En las Autonomías “más independentistas” como País Vasco y Cataluña gobiernan
PSOE y CiU, respectivamente, pero ambos con ayudas del PP, más de apoyo
parlamentario en el primer caso, y más puntual en el segundo.
A destacar la
entrada de Progreso y Dirección (UPyD) en el Congreso con grupo propio,
formación tal vez “bisagra” muy necesaria en un futuro, y la muy negativa de
AMAIUR-BILDU-ETA que, aunque no consigue grupo propio, es una anomalía que
degenera y aún envilece a un Parlamento democrático por mor de una decisión muy
criticada del TC por un voto, lo que puede tener graves consecuencias
futuras.
He indicado lo anterior para hacer constar que el gran respaldo electoral al
PP (en todos los niveles) le faculta y obliga, muy en conciencia, para proponer
las Reformas Estructurales inmediatas más urgentes (Financiera, Laboral,
Energética,…), así como ejecutar con decisión el desarrollo de estas y otras
medidas pertinentes para conseguir, en el menor plazo posible, los ajustes
necesarios minimizando, en lo posible, los costes sociales que conllevan.
La “herencia recibida” del gobierno “bicéfalo” Zapatero-Rubalcaba es
pavorosa, con unos elevados índices de endeudamiento, déficit y otros, pero
sobre todo de DESEMPLEO, con un paro que dobla la media de la Unión Europea (UE)
y, en términos juveniles, con la mitad de ellos sin trabajo, por no citar la
decadencia en cuanto a valores, esfuerzo, rigor, orden, deberes, educación,
sentido de unidad y vertebración territorial, política exterior, …
imprescindibles de recuperar paralelamente a resolver los problemas
económicos.
Pensaba escribir sobre las citadas Reformas pero, a la vista de las
manifestaciones sindicales del domingo 19 de febrero de este 2012, con
previsiones de una huelga general en ciernes, “cuando convenga a los
convocantes”, he decidido analizar las mismas.
PODERES E INSTITUCIONES CONSTITUCIONALES.
Nuestra vigente Constitución de 1978 enumera y consagra diferentes
Instituciones, de las cuales sólo tres conforman los Poderes del Estado para
organizar el funcionamiento de nuestro país, correspondiendo a la clásica
división de Montesquieu: los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial que,
además, deben responder a Instituciones separadas (Cortes Generales, Gobierno y
Jueces y Magistrados), es decir, a la tan deseada “separación de poderes”, que
ya Alfonso Guerra, el entonces todo poderoso Vicepresidente del Gobierno, dio
por “muerta” a mediados de los 90.
Existen otras Instituciones constitucionales pero, a nuestros efectos, el
sindicalismo se recoge en varios artículos, de los que sólo indico el nº 7: “Los
Sindicatos de trabajadores y las Organizaciones Empresariales contribuyen a la
defensa y promoción de los intereses económicos y sociales que les son propios.
Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la
Constitución y a su ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser
democráticos.”
Asimismo, el artículo 28.1 formula el derecho de libertad
sindical como un derecho fundamental, recogiendo en su párrafo 2º el derecho de
Huelga.
(Ver un excelente análisis aquí).
EL SINDICALISMO.
Los Sindicatos representan, pues, una importante Institución que, en lo que a
mi respecta, siempre he respetado mucho y considerado no sólo necesaria sino
imprescindible en una democracia como “contrapeso” a otras, y fundamental para
el desarrollo económico y social.
Y he conocido y “convivido” con el sindicalismo en general, y con el minero
asturiano en particular, en épocas muy difíciles por cierto, por lo que he
aprendido y aún admirado a sus líderes, recios defensores de los trabajadores,
esforzados en su acción, viviendo de su salario, sin concesiones a otras ayudas
o pactos, independientes, aunque siempre con un talante negociador en defensa
también, y en primer lugar, de la propia empresa aceptando la negociación
siempre en función de las circunstancias económico-sociales, y no de razones
partidistas, gobierno de turno, ayudas a recibir, consejos donde sentarse o
poder a repartir.
Queda claro pues la legalidad y necesidad del sindicalismo y sus variadas
formas de opinión, manifestación y aún de huelga, pero en la actualidad está muy
en juego la viabilidad económica de España y su imagen externa dada su gravísima
situación heredada del gobierno anterior, pero también la legitimidad de algunos
líderes sindicales de alto nivel para representarlos, a la vista de su
comportamiento en los pasados ocho años.
A estas “manifestaciones” se ha unido la denominada izquierda global, en sus
más variadas representaciones, tanto políticas (PSOE, IU, ERC,…), como
sindicales (varias siglas) y otra amalgama indefinida de ácratas reconvertidos,
anarcosindicalistas, 15M, antisistema,…
SUGERENCIAS.
Ya sabemos lo que ha pasado y, sobre todo, lo que puede pasar, si el
sindicalismo no modifica su modelo un tanto anacrónico y alguno de sus
comportamientos, así como el de alguno de sus líderes más preocupado de su
“futuro” que el de sus representados, todos y no sólo quienes tienen empleo.
En este sentido, resumo y sintetizo las siguientes sugerencias:
*Volver a desligarse de ser “correas de transmisión” de otras organizaciones
como ya hicieron, en los comienzos de la Transición, no sin esfuerzo, aquellos
dos grandes líderes como Marcelino Camacho y Nicolás Redondo, cuando éste último
le plantó una huelga general, la primera, al mismísimo “compañero Felipe”, al
cual colaboró a alzarse con la Secretaría General en el famoso Congreso de
Suresnes.
*Entender y colaborar a la flexibilidad laboral en cuanto a salarios,
productividad, absentismo, movilidad geográfica y funcional, horarios, convenios
de empresa,… indispensables para una mejor organización del trabajo y/o al
reparto del mismo, siendo tan defensores de la Empresa como los empresarios.
*Financiarse exclusivamente con las cuotas de sus afiliados, prescindiendo de
cualquier ayuda según el modelo centro-nórdico europeo, para mantener una
independencia total de toda influencia externa.
*Volver a atender a los trabajadores con su presencia física en las empresas,
en las horas en que son más necesarios, y durante todo el tiempo que aquellos
precisen.
*Dedicarse exclusivamente a sus fines, evitando todo un entramado de empresas
propias (inmobiliarias, aseguradoras, servicios financieros, fondos de
pensiones…) como tienen actualmente con un gran número de empleados, que los
pueda distraer de su cometido.
*Que los líderes sindicales sean ejemplo de aquello que pregonan y defienden,
y no como alguno muy significado que apoya la enseñanza pública y lleva a sus
hijos a la privada, que se sienta en Consejos de administración de empresas
públicas y/o con ayudas y oculta los muchos miles de euros que percibe,…, si
bien esto y alguna cosa más no son censurables “moralmente” como justifica su
jefe inmediato.
*Limitarse a sus funciones como Institución, y nunca a ser “poder” del Estado
para lo que no tiene atribuciones intrínsecas ni siquiera extrínsecas.
*Respecto a la convocatoria de huelga, si bien es legal y, con independencia
de una muy urgente Ley que regule la misma adaptada a esta época, no parece muy
legítima, tanto porque la obviaron durante los pasados ocho años (salvo la
fallida “huelguita” anunciada), como porque dudo de su seguimiento por los
trabajadores, como por la eficacia de la misma y menos en la pavorosa situación
en que nos encontramos: otra cosa son manifestaciones que consideren oportunas,
desligados de cualquier opción política o de otro tipo.
Y termino con tres últimas consideraciones:
*Evitar la tentación de deslegitimar en la “calle”, solos o acompañados, lo
que otros si legitimaron en las urnas y, en este caso, de forma contundente,
evitando también frentismos derivados e inaceptables.
*No empeorar aún más la mala situación económica, tanto interna como la
derivada de la imagen de España, con una respuesta impredecible de los mercados
y otros organismos.
*Los sucesos de Valencia de estos días pueden enturbiar, más aún, la
necesaria convivencia social y laboral en estos momentos.
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