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domingo, 11 de marzo de 2012

Llamadas al vandalismo callejero (I)



Desde que gobierna el Partido Popular, tanto los sindicatos llamados mayoritarios como Alfredo Pérez Rubalcaba no hacen más que soltar proclamas incendiarias contra las medidas económicas del nuevo Gobierno. Las  peroratas que sueltan unos y otro, son terriblemente irresponsables. Las continuas salidas de tono de Rubalcaba, nos producen ese sentimiento de profundo asco, que asaltó a Antoine Roquentin mientras investigaba la vida M. Rollebon, asco que Paul Sartre llamó Nausea, en  la novela filosófica que da vida a estos personajes y que tituló precisamente con ese nombre. Con esa insípida obscenidad que le caracteriza, Rubalcaba insiste una y otra vez que la reforma laboral dictada por el Gobierno de Mariano Rajoy perjudica gravemente a los trabajadores, ya que con ella pierden buena parte de sus derechos.
Dice Rubalcaba, con machacona insistencia, que esta ley, además de abaratar el despido, comporta para el trabajador una pérdida notable de derechos, y aumenta peligrosamente la inseguridad de estos,  al dar sin más todo el poder a los empresarios. Según manifiesta el máximo responsable del PSOE, semejante reforma apuesta descaradamente por el despido como única fórmula para ganar competitividad.  En vez de resolver la crisis que padecemos, la agravará de manera considerable al degradar las condiciones de trabajo y generalizar el despido. Con la  rebaja de sueldos, habrá un empobrecimiento generalizado de la población y, en consecuencia, un deterioro importante del Estado de bienestar.
Pero Rubalcaba no se queda ahí. Repite por activa y por pasiva, que la reforma  impuesta por el Partido Popular facilitará enormemente los despidos colectivos,  tanto en el sector público como privado, tanto en las empresas de titularidad pública como en la administración. Con su habitual cara de póker denuncia que esta reforma “abre la puerta a una rebaja general de los sueldos sin necesidad de acuerdo, a la vez que impide ente a los sindicatos defender los derechos de los trabajadores. Y acusa intencionadamente al Gobierno de suprime, sin contemplación alguna, la autorización previa de  los expedientes de regulación de empleo (ERE).
Según dice Pérez Rubalcaba, el Gobierno del Partido Popular no tiene en absoluto “agenda de reformas para impulsar el crecimiento”. Se dedica exclusivamente a realizar un ajuste presupuestario y a conseguir un  ajuste  contraproducente de las rentas, elevando de manera sibilina el IRPF. Y todo esto, truena Rubalcaba, ahondará  el problema económico, con lo que el desastre laboral será absoluto y el daño causado al Estado de bienestar será prácticamente irreversible. Y claro, el máximo dirigente del PSOE, el vice todo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, no está por la labor y quiere impedir a toda costa ese desastre.
Para evitarnos semejante calvario, el secretario general del PSOE se permite aleccionar a Mariano Rajoy, actual presidente del Gobierno y le señala el camino a seguir para salir airosos de esta crisis. Y para obligarle a tener en cuenta sus sabias recomendaciones, nada mejor que llamar descaradamente  a las revueltas  y a las algaradas callejeras. Con la ocupación vandálica de la calle, se obliga a reflexionar a Rajoy para ver si así retira  su reforma laboral y se aviene a consensuar una salida más racional con los sindicatos. Olvida Rubalcaba que el verdadero motivo causante del deterioro manifiesto del Estado de bienestar, es debido a los casi seis millones de parados que se originaron como consecuencia del cierre de nada menos que casi un millón de empresas durante la anterior legislatura.
Somos muchos los que pensamos que, en semejante desastre, algo tendrán que ver Rodríguez Zapatero y ese fósil político viviente que es Alfredo Pérez Rubalcaba. Pero, al parecer,  no fueron culpables de nada. Para encontrar a los auténticos responsables de tamaño desaguisado quizás tengamos que remontarnos hasta la época de los visigodos, no se si al reinado de Recesvinto o al de Witiza. Bueno, algo tendría que ver también Francisco Franco y, sobre todo, José María Aznar. Pues la crisis económica mundial, por sí sola, no justifica este descalabro y menos los casi seis millones de parados. Una prueba de ello es que nuestro Producto Interior Bruto cayó en los mismos porcentajes que en los demás países europeos. Pero, eso sí,  todos esos países mantienen, a pesar de todo, cotas de paro mucho más razonables que la nuestra.
Como no podía ser de otra manera, el Gobierno del Partido Popular pretende ajustar los presupuestos heredados del PSOE y nuestra deuda pública, unos y otra tremendamente desajustados. Y trata de hacerlo de la única manera que es posible, con unas reformas extremadamente duras, pero valientes y absolutamente necesarias. Los presupuestos del Gobierno anterior estaban inflados de una manera muy exagerada,  contando con unos ingresos poco menos que imposibles. Fueron tan irresponsables que, durante el año de 2011, se gastaron, nada más y nada menos, que 91.000 millones más de euros de lo que ingresaron.
Es sabido que los socialistas, si pierden el poder, se echan al monte y tratan de ocupar la calle lo más ruidosamente posible. Es, en realidad, lo que están haciendo ahora. Y es normal que hagan esto,  los que han sido ganados por  la extrema izquierda revolucionaria, los que no han desempeñado jamás un puesto oficial importante en la administración del Estado, pero no Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha ocupado distintas carteras ministeriales y que ha sido vicepresidente todo poderoso del anterior Gobierno. No es de recibo que, en circunstancias críticas como ésta, Rubalcaba toque a rebato y lance a sus huestes a ocupar la calle. Es una desfachatez. Su desfachatez no tiene nombre ya que él, por los puestos que ha ocupado, sabe perfectamente que su postura contumaz e intransigente causa un enorme daño a nuestra economía.
Lo que España necesita en estos momentos tan críticos es credibilidad, que el mundo entero tenga fe en nosotros porque cumplimos escrupulosamente los compromisos adquiridos. Nuestra imagen se deterioró enormemente con la actitud miserable del PSOE queriendo hacer trampas en Bruselas.  Y tanto la huelga, como la ocupación salvaje de la calle que pide Rubalcaba, lejos de servir para recuperar esa credibilidad perdida, servirán para que los inversores sigan desconfiando de nosotros. Lo ocurrido hasta ahora en Barcelona y Valencia, no nos favorece absolutamente. Para salir de la crisis y recuperar el camino perdido, tenemos que ser tremendamente austeros y responsables y estar dispuestos a soportar de manera estoica los ajustes y los sacrificios que nos pida el Gobierno.
Es normal que los recortes y los sacrificios que exige la reforma laboral encrespen los ánimos y crezca el malestar social. A nadie le gusta, digo yo,  perder derechos y dinero, aunque sea en aras del bien común. Para calentar aún más el ambiente, culpa a la reforma laboral de los parados que se produjeron  en febrero. Dadas las circunstancias que atravesamos, no es normal que Rubalcaba se de por ofendido y quiera, además,  aprovechar ese malestar para hacer daño  al Partido Popular. El sabe perfectamente que a quien de verdad hace daño es a la imagen de España, imagen que él tanto contribuyó a dilapidar.
Su enorme disgusto por el gigantesco fracaso electoral cosechado en noviembre pasado, no le deja recapacitar serenamente y, sin atenerse a razones, se lanza a la arena y pide a los suyos que ocupen la calle sin contemplación alguna. No respeta ni los 100 días de cortesía que se suelen dar a los nuevos Gobiernos y, a pesar de los desmanes de Valencia y Barcelona,  quiere más guerra. Con voz avinagrada por el odio, dice que, pese a las protestas del Partido Popular, mantendrán sus protestas callejeras, que protestan ante todo por los seis millones de parados que son “seis millones de dramas, producto de su reforma laboral.
No hay nada que pare a Rubalcaba. Con gestos cada vez más desabridos, dice que ellos se limitan a ejercer su derecho de manifestación. Cada uno, agrega, se manifiesta con quien quiere. Los del Partido Popular “se manifiestan con los obispos y nosotros con los sindicatos. Cada oveja con su pareja”. Al secretario general del PSOE le importa muy poco la tremenda violencia mostrada por los revoltosos callejeros de Valencia y, sobre todo, de los de Barcelona. Por eso dice que el problema no es la violencia desatada en las calles. El problema es que se acuse al PSOE de estar detrás de esa violencia.
Y al final, como no podía ser menos, salió la Iglesia, su jerarquía. Olvida Rubalcaba que esa iglesia, a la que él critica habitualmente con tanta acritud, cumple una función social bastante más meritoria que la de los sindicatos de clase y del propio partido socialista. Quien de verdad atiende a los pobres y a los desheredaos de la tierra no son los socialistas que dicen ser el partido de los pobres. Quien de verdad da de comer a los que se han quedado sin trabajo y tienen hambre, es la denostada Iglesia a través de Cáritas.
Y sí, la Iglesia se manifestó en Madrid entre los días 16 y 21 de agosto del pasado año de 2011. Fue en el marco del encuentro internacional  de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, reuniendo en el evento a más de medio millón de jóvenes de todo el mundo. Y fue todo un ejemplo de orden, tremendamente alegre y pacífica, de la que debieran aprender los indignados, los  perroflautas y antisistema que dirige y manipula Rubalcaba desde la sombra.
Gijón, 5 de marzo de 2012
José Luis Valladares Fernández
Criterio Liberal. Diario de opinión Libre.
 
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