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sábado, 3 de marzo de 2012

Nuevo Cambio de rumbo



Aunque parezca mentira, hay mucho espabilado en la vida que, como igual vale para un roto que para un descosido,  busca en la política la manera de medrar más fácilmente, y así poder labrarse, con poco  esfuerzo personal y en el menor tiempo posible, una buena situación política y económica. Se trata, ante todo, de  pisar moqueta y, si puede ser, disponer de coche oficial, con chofer incluido y las demás gangas  adheridas a un buen cargo político. Quienes así piensan, saben perfectamente que  no hay nada más que un camino para colmar esos sueños: pertenecer a un partido político importante, con posibilidades de llegar al Gobierno.
Así que, sin pérdida de tiempo, se afiliarán al partido que más garantías les ofrezca, sin importarles gran cosa el ideario del mismo y la manera de pensar de los que lo forman. Podrán tener otras ideas, serán disidentes convencidos o versos sueltos del partido, según expresión de Alberto Ruiz-Gallardón. Lo importante es saber bailar el agua a los de arriba. Desde el primer momento,  procuraran granjearse la confianza de los que mandan, adulándoles desmedidamente y, si es preciso, arrastrándose ante ellos con  el mayor descaro. Lo que haga falta para que, si llega el caso, cuenten con ellos a la hora de distribuir cargos y prebendas, y cuanto más importantes sean estos, mejor. Alcanzado este primer objetivo, seguirán siendo obedientes y disciplinados para no perder la poltrona conseguida y todo lo que esta conlleva.
Poco a poco, iniciarán meticulosamente la búsqueda de adeptos para formar un equipo propio y así poder  aspirar a metas cada vez más altas. Como la ambición de estas personas es ilimitada y no tienen prisa, esperarán pacientemente a que el líder flaquee o cometa algún fallo importante e intentar entonces  moverle la silla. Es posible que se sientan  versos sueltos, o rotos si se quiere, pero no importa. Si resisten, si saben esperar pacientemente, el premio final merecerá la pena.  Mientras tanto y no, si se presenta la oportunidad,  intentarán reorientar disimuladamente el entramado ideológico tradicional del partido, adecuándolo  a los nuevos cánones de la progresía, dictados por el Grupo Prisa.
Esto es, ni más ni menos, lo que ha intentado hacer ese grupo madrileño, de marcado carácter  gallardonista, que actuó a través de la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, del actual presidente del Pleno del Ayuntamiento de la capital de España, Ángel Garrido y del secretario de la Mesa del Congreso, Santiago Cervera.  Aprovechando el debate abierto en el 17 Congreso del Partido Popular, celebrado en Sevilla, con la Ponencia Ideológica, quisieron colar de matute dos enmiendas, totalmente contrarias a la ideología tradicional del partido. Querían, ni más ni menos, suprimir las raíces culturales cristianas que han marcado al Partido Popular desde su fundación y admitir como la cosa más normal del mundo el matrimonio homosexual.
La absurda pretensión de suprimir ahora  el término “cristiano” de los estatutos del Partido popular, se debe exclusivamente o a la ignorancia o a una inconfesable segunda intención. Y nadie puede tener a estas personas por ignorantes y, mucho menos,  a quien las dirija desde la sombra. Es evidente que el término “cristiano” que quieren borrar de la expresión “humanismo cristiano” no tiene nada que ver ni con la Iglesia, ni con sus instituciones. Es un término que hace referencia exclusivamente a la tradición cultural de Occidente, que propugna la libertad,  la democracia y una serie de valores morales ampliamente compartidos. Sustituir  la expresión  “humanismo occidental” o “europeo”, por “humanismo cristiano” no indica que seamos más modernos. Seremos, en todo caso,  más laicos y  más progres.
Menos mal que el Partido Popular ignoró estas enmiendas, que buscaban intencionadamente ahondar el cambio de la identidad del partido, alterando algunos de sus principios y valores tradicionales. Querían romper, de una vez por todas, con todas esas ideas que nos uniformizan cultural, social y religiosamente y, como no,  con el estereotipado modelo de familia. Se trata de valores fundamentales que defienden con coraje una gran mayoría de votantes y, sobre todo, la mayor parte de sus afiliados. Valores que entroncan, de manera muy directa, con el modelo cultural europeo, ampliamente comprometido con la libertad, la solidaridad y la democracia y  que, personajes tan ilustres como Juan Luis Vives y Tomás Moro,  bautizaron con el nombre de  “humanismo cristiano.
La solución dada  a la otra enmienda, la que proponía aceptar sin más, en todos sus términos, la actual  legislación sobre el “matrimonio” entre personas del mismo sexo, resultó bastante más ambigua y confusa. Se zanjó el tema sin entrar a discutir directamente la enmienda, dando por bueno, sin más, el texto elaborado por los ponentes. Se defienden con toda rotundidez los derechos de los homosexuales, mostrando un exquisito respeto hacia las decisiones que puedan tomar estas personas,  en relación con su vida afectiva. Así que, de momento, todo sigue igual y, para tomar una decisión definitiva,  nos remiten  a lo que dictamine en su día el Tribunal Constitucional sobre los enlaces entre parejas del mismo sexo.
Preocupa, eso si, la posibilidad de doble lectura de alguno de los textos de la ponencia. De alguno de ellos, en lo que se refiere a la unión de personas del mismo sexo,  puede deducirse fácilmente que los ponentes están más cerca de la enmienda presentada, que de la doctrina tradicional del partido en esta materia. Aunque no se incluye explícitamente la propuesta de las enmiendas, se pide beligerancia con las actitudes intolerantes y discriminatorias hacia estas personas. Y van más lejos cuando, según dicen, muestran “nuestro compromiso con el reconocimiento de los derechos de las personas homosexuales, para elevar a la categoría legal y política de normal lo que en la calle es plenamente normal”.
Esto nos lleva al guiño que en su día hizo el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, a la izquierda política a cuenta de la constitucionalidad del matrimonio entre personas del mismo sexo. Quiso ser una vez más el “verso suelto” del Partido Popular, al marcar distancias con la, hasta ahora, postura oficial del partido sobre este tema. En una intervención suya en la Cadena Ser, dijo claramente que el Gobierno esperaba la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la actual ley del matrimonio homosexual para actuar en consecuencia. Y para que no quedaran dudas sobre su postura, añadió seguidamente sin titubeo alguno: “Personalmente no aprecio causa de inconstitucionalidad, pero lo mío es un pronóstico”.
No creo que haya nadie que critique hoy día la unión afectiva  de dos personas del mismo sexo. Cuentan, para ello, con todas las bendiciones de la ciudadanía  y nadie les niega la posibilidad de hacerlo con las mismas garantías  y derechos jurídicos que los matrimonios tradicionales, Pero no es estrictamente  un matrimonio. Necesita, eso sí, un nombre apropiado, un nombre que defina por sí solo ese tipo de unión. El matrimonio es otra cosa, es algo diferente. A cualquier diccionario que acudamos, veremos que el matrimonio lo forman siempre dos personas de distinto sexo, que se complementan entre sí. Llamar matrimonio a la unión de dos hombres entre sí, o de dos mujeres, es tanto como desnaturalizar la institución matrimonial, que es tan antigua como la propia humanidad. No hay etapa del desarrollo humano, ni cultura alguna, por rara que esta sea, donde no se haya celebrado ese acto que, desde siempre, se ha llamado matrimonio.
Que el Partido Popular ha estado adscripto al humanismo cristiano desde su fundación, es algo incuestionable. Hasta no hace mucho, había sido siempre un partido inspirado en los principios y en los valores éticos y morales propios de la cultura occidental. Pero hoy pintan bastos y, donde antes había claridad, ahora todo es confusión y desconcierto. El coqueteo de tanto “verso suelto” con ese progresismo de vía estrecha, que predica sin desmayo el Grupo Prisa, ha contaminado gravemente al Partido Popular.
Gracias a la labor de zapa, realizada interesadamente por esas gaviotas disidentes o descarriadas, el matrimonio y la familia han perdido casi todo su valor en el partido. Como otros muchos valores morales, han pasado a ser indefectiblemente algo más fútil y  banal. Es cierto que, por decisión de los compromisarios que acudieron al Congreso de Sevilla, sigue manteniéndose, tal cual, lo de humanismo cristiano, pero prácticamente solo de nombre.
Estaríamos, por lo tanto, ante un humanismo cristiano claramente devaluado ya que, según todos los indicios, o se cambió la orientación ideológica del partido o, por lo menos, se ha puesto en marcha un cambio brusco de estrategia con un nuevo replanteamiento de los principios y valores tradicionales. En todo caso, desde el año 2008, se ha venido produciendo un alejamiento progresivo y peligroso de las bases electorales del partido. Hasta ahora, esas bases se han mantenido fieles a pesar de todo. ¿Qué hubiera pasado si la gestión de Rodríguez Zapatero hubiera sido más normal  y menos catastrófica?


José Luis Valladares Fernández  Criterio Liberal. Diario de opinión Libre.
 
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