Han preferido no
escuchar al Gobierno y aventar que hay falta de diálogo social; un diálogo de
sordos que a ellos interesa y propician.
Está claro que
“quieren acabar con todo”. Irresponsables ante la crisis, corresponsables de la
destrucción de tres millones de puestos de trabajo, aprovechados ocasionales,
vividores de la subvención, ‘besamanos’ del zapaterismo inútil y astuto,… es una
larga y provechosa definición de lo que para nosotros son los sindicatos de
clase españoles. En la actualidad ya no hay duda de su adocenamiento y de su
inmovilismo. Se resisten a perder las tremendas prebendas de las que vienen
disfrutando desde tiempo inmemorial, a la vez que se mofan del
contribuyente.
“Quieren
acabar con todo” estos sindicatos ‘vendidos’ al mejor pagador y al
silencio cómplice durante el “septenio negro” del zapaterismo impopular. Un
silencio y una complicidad que se han roto con la llegada al poder de la derecha
‘Mariana’; esa derecha que ha presenciado lo insólito de un sindicalismo caduco,
vividor, podrido en sus estructuras y envejecido en sus planteamientos, hasta el
punto de alcanzar la sinrazón ante una reforma laboral que genera esperanza
entre los parados, ilusión en el empresariado, fortaleza entre los miembros del
Gobierno y sospechas de mejora entre el propio sindicalismo vertical unificado.
“Cuanto peor, mejor” es el lema del vejado sindicalismo clasista.
“Quieren acabar con todo” porque se sienten
culpables de la destrucción de empleo y despilfarradores de miles de millones
recibidos del erario público. Han preferido no escuchar al Gobierno y aventar
que hay falta de diálogo social; un diálogo de sordos que a ellos interesa y
propician. Hasta ellos mismo empiezan a convencerse de que con las políticas que
pretenden UGT y CC.OO. el país va camino del destrozo total y del abismo
seguro.
“Quieren
acabar con todo” porque ven peligrar sus yates, sus sueldos
millonarios, sus cruceros de vino y rosas, sus largas vacaciones incontroladas,
su ‘patrimonio sindical’, sus ayudas sin control del Tribunal de Cuentas, sus
coches oficiales y su poder para decidir con el dinero y el esfuerzo de otros.
La huelga general es una irresponsabilidad sin precedentes, donde los perdedores
deben ser los aprovechados sindicatos de clase, cuyo papel está devaluado y más
que lo estará a partir del 29 de marzo. No cabe negociación con ellos porque no
nos representan a los trabajadores, aunque sí parecen representar a los
seguidores/trabajadores a los que engañan con facilidad. Creo en el sindicalismo
pero no en el modelo cavernario que representan UGT y CC.OO.
“Quieren
acabar con todo” y no soportan las acusaciones de traición a los
trabajadores, dejadez hacia los parados y cercanía para comer de la mano del
poder o de quien decida proporcionarles dinero, lujos y bienestar. Son
socialistas de última generación; es decir, defensores del socialismo que
desaparece cuando se termina el dinero de los demás.
“Quieren
acabar con todo” porque el dedo acusador apunta hacia ellos. Son
colaboradores y corresponsables del agujero en que nos encontramos y del daño al
bienestar de los trabajadores. La prueba de ello es que ni en Europa se fían de
la herencia dejada por Rodríguez Zapatero y sus dos vicepresidentes de ‘mamoneo
incentivado’ (Méndez y Tocho). No olvidemos que la Comisión Europea ha enviado
la semana pasada a sus inspectores para examinar las desastrosas cuentas
públicas que han dejado los desgobiernos de Zapatero.
“Quieren
acabar con todo” porque no pueden soportar que salga adelante una
reforma laboral moderna y que cambia considerablemente el futuro de los
sindicatos de clase. Poco a poco pierden liberados, generan más y más
desconfianza, no soportan el enfrentamiento con los trabajadores y necesitan
volver al redil borreguil, donde se encuentran con otros sectores de la
izquierda radical más desprestigiada y arrinconada: la huelga general del día 29
de marzo. Hay algo que ha quedado claro: es urgente la aprobación de una ley que
regule de huelga. No más privilegios a los sindicatos ¿obreros? NO a la huelga,
porque no es el momento. España se levanta con trabajo y no con Juerga
General.
“Quieren
acabar con todo” porque han quedado como mentirosos ante sus
afiliados y ante la ciudadanía en general. La hipocresía es su bandera; la
desilusión es su aportación; las prebendas su ocio y el abandono al trabajador
su pancarta. Y por si no era suficiente el desprecio que existe hacia ese tipo
de sindicalismo, al unificar el aniversario del 11-M y la jornada de fiesta
sindical han conseguido que la manifestación del domingo fuera obscena,
prostituida, indecorosa y cruel.
Jesús Salamanca
Alonso
Criterio
Liberal. Diario de opinión Libre.
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