«Ángel dice que a los ricos no les gusta tolerar
mucho. El dinero te da permiso para alejarte de todo lo que no es bonito y
perfecto. Y ya no soportas nada que no sea maravilloso. Te pasas la vida
alejándote, esquivando, huyendo.
Esa búsqueda de lo bonito. Es una
trampa. Un cliché. Las flores y las luces de Navidad son lo que estamos
programados para amar. La gente joven y encantadora. Esas mujeres hispanas de la
televisión que tienen las tetas grandes y una cintura estrecha como si se la
hubieran retorcido tres veces. Las esposas decorativas que almuerzan en el hotel
Waytansea.
Las pintadas de las paredes dicen: "... vosotros, con vuestras
ex esposas e hijastros, con vuestros matrimonios fallidos y vuestras familias
con hijos de distintas parejas, habéis arruinado vuestro mundo y ahora queréis
arruinar el mío..."
El problema, dice Ángel, es que se nos están acabando
los sitios para escondernos. Por eso Will Rogers le decía a la gente que
comprara terrenos: porque ya no se fabrican. Por eso este verano todos los ricos
han descubierto la isla de Waytansea.
Antes fue Sun Valley, Idaho. Luego
fueron Sedona, Nuevo México. Aspen, Colorado. Cayo Hueso, Florida. Lahaina,
Maui. Todos esos lugares quedaron atiborrados de turistas y los nativos fueron
relegados al papel de camareros. Ahora es la isla de Waytansea, la escapada
perfecta. Para todo el mundo salvo para la gente que ya vivía allí.
Las
pintadas dicen: "... vosotros con vuestros coches veloces atrapados en atascos,
vuestra comida deliciosa que os pone gordos, vuestras casas tan grandes que
siempre os sentís solos..."»
Diario. Una novela
(2003)
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