
Los ingresos del Estado proceden mayoritariamente
de los impuestos, que pueden ser directos e indirectos. Y una buena parte de
ellos corren a cargo de los simples ciudadanos, y se recaudan principalmente a
través del IRPF y del IVA. Hay veces que el Gobierno de turno necesita hacer
caja inmediatamente para mantener equilibradas las cuentas públicas. Entonces,
si la urgencia de dinero es perentoria, opta casi siempre por subir la presión
fiscal, pero eso si, después de preparar debidamente el ambiente. Y suelen
hacerlo, indicando que se trata de una subida de impuestos temporal y afirmando
sin el menor recato que nuestra presión fiscal es de las más bajas y que, en
consecuencia, pagamos menos impuestos que los vecinos de los países de nuestro
entorno.
Semejante falacia fue utilizada profusamente por
el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero cuando subió el IVA dos puntos,
eliminó la deducción anual de los 400 euros en el IRPF, suprimió sin más la
deuda hipotecaria en la vivienda y aumentó los impuestos especiales a la
gasolina o el tabaco. ¿Quién no recuerda la expresión de José Blanco: “si
queremos unos servicios públicos y unas infraestructuras que estén a la altura
de los países más avanzados, no podemos seguir teniendo el IVA más bajo de
Europa”, que pronunció en el Club de Encuentro Manuel Broseta de Valencia, en el
transcurso de una conferencia?
Y fue el actual ministro de Hacienda, Cristóbal
Montoro el que, sin ponerse colorado, repitió la misma memez de Blanco. Fue el
pasado día 16 de mayo, en unas jornadas sobre presupuestos cuando Montoro
aseguró descaradamente que “el nivel de presión fiscal en España es realmente
absurdo”. Quizás busque con semejante frase, preparar debidamente a los de
siempre, a los asalariados y a los pensionistas, para exprimirles un poco más,
exigiéndoles un nuevo esfuerzo fiscal, ya que los ingresos procedentes de los
impuestos siguen desplomándose continuamente.
Claro que, como escribió Calderón de la Barca,
“En la vida todo es verdad y todo es mentira”; o, como afirmó más tarde Ramón
de Campoamor, “nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con
que se mira”. Si no entramos en otras consideraciones y comparamos sin más los
tipos de IVA que soportamos en España, está muy claro que somos uno de los
países que menos pagamos por este concepto. Solamente Chipre y Luxemburgo, con
un tipo general del 15%, estarían por debajo de nosotros. El tipo general de
España es del 18%, mientras que Alemania, los Países Bajos y Grecia están en el
19%; en el Reino Unido se despachan con el 20% y en Bélgica con el 21%; en
Francia hasta ahora estaban en el 19,6%, pero subirán al 21,1% a partir del
próximo día 1 de octubre.
Vistas así las cosas, estamos un 2,9% por debajo
de la media europea que alcanza actualmente el 20,9% para el tipo máximo. De
todas maneras, el termino “presión fiscal” no guarda relación alguna con los
tipos impositivos que pueden ser más altos o más bajos. Pues la recaudación
tributaria estará siempre en consonancia con el estado de la actividad
económica. Cuando esta actividad está deprimida, esa recaudación se reducirá de
acuerdo con la reducción que experimenten las bases imponibles sobre los que se
aplican dichos tipos. Y esas bases imponibles han venido cayendo
sistemáticamente desde el año 2008.
Hay que tener en cuenta que la presión fiscal no
guarda relación alguna con el esfuerzo fiscal. Se puede tener una presión fiscal
relativamente baja y, sin embargo, soportar un esfuerzo fiscal demasiado alto.
Todo depende del poder adquisitivo de cada país. Y está muy claro que el
esfuerzo fiscal de los españoles es uno de los más elevados de Europa. El lugar
que ocupamos en la lista de los países que cuentan con un salario mínimo fijado
por ley es buena muestra de ello. Entre los países más representativos de
Europa, tenemos a Dinamarca con 2.000 mensuales de salario mínimo; a Luxemburgo
con 1.682,76, a Francia con 1.398,37 y al Reino Unido con 1.070 euros. Ese
salario mínimo interprofesional en España se queda en 641,40 euros. La
diferencia con los países de nuestro entorno es francamente notable.
El ejemplo de Dinamarca es paradigmático. La
presión fiscal de Dinamarca es 49,24% más alta que la de España, pero el
esfuerzo fiscal que soporta es un 19,4% más baja que la española.
Encontraríamos casos similares en Luxemburgo, en Austria, en los Países Bajos y
en Noruega. El caso contrario lo encontraríamos en Bulgaria y en Rumania. La
presión fiscal en estos países es inferior a la de España y, sin embargo, su
esfuerzo fiscal es considerablemente más alto que el de los españoles.
El Impuesto sobre la Renta de las Personas
Físicas (IRPF), al que hemos de hacer frente todos los españoles, rompe todos
nuestros esquemas fiscales y tributarios, ya que es superior al que se paga en
Francia, en Alemania o en Italia. Con la última e inesperada subida, el tipo
marginal máximo de nuestro IRPF pasa del 45 al 52% y se convierte en el tercero
más alto de toda Europa, por detrás de Suecia y Bélgica y empatando con
Holanda. Todavía son más escandalosos, claro está, los casos de los españoles
que cumplen con el fisco en las Comunidades Autónomas de Cataluña, cuyo tipo
máximo es del 56%, en Asturias que es del 55,5%, en Andalucía, Extremadura y
Cantabria que es del 55% o el de Valencia que es del 54%, superadas solamente
por Suecia.
Hay que señalar que el número de españoles
obligados a apechugar con el tipo marginal más alto del IRPF no pasará de ser
meramente testimonial. Pero es exactamente lo mismo si nos atenemos al tipo
marginal medio que, con toda seguridad, afecta a muchos más españoles. Mientras
que la media de la Unión Europea, para este tipo, está en el 37%, en España
llegamos al 45,8%. Podemos extender la comparación a otros países, alguno tan
importante como Estados Unidos, y el resultado no es en absoluto más halagüeño.
El tipo marginal medio de España estaría siete puntos por encima de Norteamérica
y unos diecisiete puntos por encima de Brasil, Rusia, India y China.
Algo parecido ha pasado con las rentas del
capital y del ahorro. Hasta el 31 de diciembre de 2009, tributábamos por los
ahorros al tipo único del 18%. En esa fecha, José Luis Rodríguez Zapatero subió
este impuesto y lo hizo en dos tramos, el primero de ellos hasta 6.000 euros y
el segundo de 6.000 euros en adelante. El tipo aplicado durante los años de 2010
y 2011 fue del 19% para rentas de capital del primer tramo y de 21% para el
segundo.
Al menos para los años 2012 y 2013, por decisión
del nuevo Gobierno de Mariano Rajoy se modifica también al alza la tributación
sobre las rentas del capital y del ahorro y se añade un tramo más. Para las
rentas inferiores a 6.000 euros se establece un tipo impositivo del 21%. Entre
los 6.000 y los 24.000 euros, ese tipo será del 25%. Para las rentas del capital
que superen los 24.000 euros se establece el tipo impositivo del 27%. Con esta
nueva imposición fiscal al ahorro, dejamos de tener unos tipos impositivos
relativamente competitivos frente a los países de nuestro entorno y pasan a ser
similares a los del Reino Unido y Alemania. Por lo que será poco menos que
imposible atraer el ahorro y las inversiones exteriores que necesitamos
imperiosamente para iniciar nuestra recuperación.
Con esta subida de impuestos se exprime otra vez
más a la clase media, ya que va a cargar ella solita con el 85% del incremento
fiscal, destinado según parece a enjugar nuestro déficit público. Y esto se va
a notar claramente en el consumo interno que empeorará hasta límites
insospechados y sin consumo no va a ser fácil salir de la crisis, ya que las
economías privadas están prácticamente al límite de sus posibilidades. Hay que
tener en cuenta, además, que el déficit público proviene de un gasto público
extremadamente alto y no porque los ingresos fiscales fueran demasiado bajos.
Por lo tanto, esta considerable subida de nuestras cargas fiscales servirá
exclusivamente para seguir manteniendo ese Estado tan sobredimensionado y tan
ineficiente como es el nuestro. José Luis Valladares Fernández Criterio Liberal.
Diario de opinión Libre.
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