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viernes, 10 de agosto de 2012

Mamíferos y aves son tan conscientes de sí mismos como nosotros



Uno de los argumentos más utilizados en favor de la absoluta prepotencia de los seres humanos hacia el resto de las especies del reino animal, está precisamente en la palabra “seres” insinuando que nos distingue del resto la conciencia. Pues bien… un grupo de neurocientíficos ponía en duda la semana pasada que tengamos la exclusiva en cuanto a ello: los seres humanos no son los únicos seres conscientes del universo. Más en concreto, parece que mamíferos y pájaros son, según criterios científicos y a juzgar por las imágenes que nos devuelven modernas técnicas como la resonancia magnética funcional o los electroencefalogramas, tan conscientes de sí mismos como nosotros.
La declaración de la conciencia ha sido un evento organizado por Philip Low, CEO de NeuroVigil e inventor de iBrain que ha reunido a 25 grandes pensadores, incluyendo a Stephen Hawking para discutir sobre las diferencias clave entre cerebros humanos y animales, especialmente en cuanto a la configuracíón del córtex frontal. No se trata tanto de seguir debatiendo acerca de lo que es o no la conciencia sino de dar un paso más y destacar la necesidad de que desarrollemos una relación más respetuosa con los animales.

En fin… que esperemos que sí sea cierta la afirmación que ya no recuerdo dónde leí o escuché sobre que el siglo XXI será animalista como culminación de un humanismo que ya ha condenado racismo y sexismo pero que todavía debe dar un paso más y luchar contra la flagrante forma de discriminación que el especismo representa.
De momento, profundizando un poco más en el tema descubro ejemplos de aquella interesante idea de que los países más desarrollados son los que tratan mejor a los animales.  Del ataque policial, judicial y mediático a miembros del movimiento animalista en España a la puesta en marcha en Países bajos de unidades policiales especiales para casos de maltrato animal, van, por decirlo de una forma educada, algunos añitos de evolución…
O igual menos, ahora que es la ciencia la que apoya la idea de que los pollos, cerdos y demás que nos comemos, son tan conscientes de sí mismos como nosotros.
Os dejo, porque me ha encantado, la declaración Julio Ortega Fraile, ¿Que por qué soy animalista? La pregunta sería, ¿cómo no serlo?.
Porque prefiero la empatía al desprecio que nace del ignorante o del cruel.
Porque si me declaro no racista y no sexista, ¿cómo ser un especista?
Porque los principios que rigen la dominación de los hombres sobre los hombres, son idénticos a los que determinan la de los seres humanos hacia los animales.
Porque no es suficiente con “no causar daño” mientras se permite que otros lo hagan y utilizar la responsabilidad ajena como coartada propia para lavar la conciencia.
Porque mi miedo y mi dolor son como los suyos, y los leo en sus ojos al igual que se leerían en los míos si fuese yo quien ocupase su lugar.
Porque nada tengo en común con el verdugo salvo la especie. Ni tan siquiera esa mirada que sí me hermana con las víctimas de su infamia y su saña.
Porque he aprendido que el crimen siempre encuentra justificaciones en la boca del criminal. Derecho, se llaman, cuando emanan del Sistema.
Porque mientras al asesino se le permite expresarse, a sus víctimas sólo se les concede el silencio.
Porque el silencio en ellas es imposición y en mí, capacitado para hablar y sabedor de su sufrimiento, significaría cobardía o complicidad con el sayón y sus métodos.
Porque no comprendo que sea la ley de la oferta y la demanda la que determine la licitud o la ilegalidad de la violencia sobre un ser vivo.
Porque la fecha, el lugar, la luz o la música no otorgan belleza ni ética al terror y la agonía de una criatura.
Porque acariciar con ternura a un gato o introducirlo en agua hirviendo vivo y comérselo después sólo es una cuestión geográfica.
Porque un cerdo sufre en España del mismo modo que un perro lo hace en China.
Porque el negacionismo de los campos de exterminio del ayer, fue igual de miserable y letal que es el de los que existen hoy para aquellos que permanecen presos en su interior a la espera de su ejecución.
Porque soy un animal y me importa, y mucho, el ser humano.
Y porque sé que no estoy loco. Y si así fuese, escojo la demencia antes que una cordura cuyo precio sea la sangre de otros.
Quizás la locura, a la luz de lo que opinan los científicos, consista en no cambiar el trato que damos al resto de especies que habitan este planeta.
 
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