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viernes, 27 de diciembre de 2013

El condenado por el TEDH en el año 2006 y el autor de la delictual Operación Columna, sigue viviendo del erario público y dando lecciones, deben ser de cómo hacer un GAL, de cómo hacer que desaparezcan los fondos reservados. Sólo le queda hacer un doblete con su socio de partido Aznar. Psoe PP la misma mierda es.


Me invitaban el otro día  la presentación – coloquio del nuevo libro de Felipe González, “En busca de respuestas: El liderazgo en tiempo de crisis” ´y quería dejar aquí algunas observaciones acerca de su temática.
El libro trata sobre liderazgo, sobre las nuevas formas, actualizadas a los tiempos que corren, de entenderlo. Precisamente en eso se basan mis reflexiones, que empiezan desde la sensación de acuerdo en casi todo pero con necesidad de algunas ampliaciones o matices . Reforcé en la mesa algunos de estos aspectos, los más relacionados con lo que tratamos habitualmente en El caparazón o en Socionomía.
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Los superhéroes que esperábamos

Noté en primer lugar una especial sensibilidad hacia los jóvenes. Vivimos, hemos dicho alguna vez, en una Sociedad envejecida, con un 57% de los jóvenes desempleados. El libro menciona el relevo generacional necesario en política, más en mayor medida en tanto en cuanto a que muchas de sus dinámicas están necesitadas de evolución en un mundo que ya no es como era: el cambio comunicacional que introduce internet, el de la conectividad abundante entre seres humanos (y por lo tanto de sociabilidad aumentada) es trascendente, comparable al que se producía durante la revolución industrial. Una de las cuestiones más interesantes de ese cambio tiene relación con la salida de la crisis, no solamente económica, en la que estamos viviendo.
El libro termina considerando que, como siempre decimos,  deben ser los jóvenes en gran medida quienes lideren las respuestas que necesitamos. El mundo nuevo que necesitamos, basado en gran medida en la innovación (I+d+i) creo que está de buena nueva: andamos, veíamos hace unos posteos,  ante una generación Z bien preparada, mentalmente realista y con abundantes recursos informativos, de aprendizaje colectivo, proactividad y participación. Si ponemos a la educación en ello podemos estar hablando de la “generación que estábamos esperando”.
Debemos, desde la educación, trabajar en el refuerzo de valores, cultura (el libro se refiere a formación humanista), formas de participación (emprendeduría, ciudadanía), positivas, acompañar la actitud de aprendizaje permanente que requiere una sociedad próspera, abierta a los tiempos de cambio.
Es cierto que están desencantados con la política pero también que se trata de generaciones realistas y con más herramientas que nunca antes. Las TIC entendidas como TEP (Tecnologías para el empoderamiento y la participación), término propio que destaca el potencial de las tecnologías (principalmente de las redes sociales) como herramientas para el desarrollo personal y la participación social, hacen a los jóvenes más  autónomos, favorecen la proactividad y la participación que el libro reclama. Nunca tuvimos instrumentos tan poderosos para mejorar el mundo pero todo dependerá de cómo acompañemos desde la educación y la familia su uso. La formación básica, el desarrollo del espíritu crítico, además de las humanidades que destaca muy bien el libro, serán las cuestiones esenciales que decantarán la balanza entre que nuestros jóvenes se conviertan en los superhéroes de un cambio a mejor o en los supervillanos de la distopía que otros temen.
El libro termina con una idea que yo explico con un ejemplo: Mi hija de catorce me preguntaba un día: “mamá, toda mi vida escucharé hablar de crisis? Me puso fácil la respuesta: “no lo sé, en todo caso nunca lo habéis tenido tan fácil para cambiar las cosas”.

¿Democracias más directas?
La segunda idea que también me sugería reflexiones y matices es la de que la “Democracia directa no existe: solo la representativa”.  No denota ignorar las redes y de hecho la lectura y conversación con el autor del libro me despertaban la sensación contraria. Sobre redes, Felipe considera que hay que estar pendientes de ellas, que es importante en política conversar con ellas. Pone el ejemplo de las revoluciones sociales, citando una conversación con Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, en la que esta le manifestaba que veía complicado que ocurriera algo similar en este país. Pocos días después ocurrían las movilizaciones que conocemos en aquel país.
Así, en este punto Felipe sí sabe reconocer la oportunidad que suponen las redes sociales para la política, aunque quizás se muestre algo más precavido de lo que aquí solemos.  El hecho de que la “plaza del pueblo”, las ágoras públicas vuelvan a estar pobladas, la Sociedad aumentada que vivimos, con el añadido de que pueden ser medibles, indicar los conflictos presentes o las tendencias futuras de las voluntades de la población, resulta un recurso cada vez más necesario para informar a los políticos a la hora de  mejores decisiones.
En el libro plantea que no es una buena forma de hacer política andar a golpe de sondeo de opinión, hoy a golpe de análisis de la opinión en redes sociales y eso pudo ser cierto en tiempos recientes. Pero creo que el 15m, los movimientos ciudadanos de los últimos tiempos nos enseñaron que estamos ante un ciudadano más crítico, con más criterio político que el anterior. Sería interesante trabajar hacia democracias más participativas, quizás lideradas y representativas pero que encuentren la manera de co-gobernar junto a una voluntad popular que hoy se expresa de forma abundante y medible (el software de análisis de redes sociales ayudará evidentemente en la tarea de guiar democracias más participativas. en redes).
Soy consciente de que es pronto, de que hoy es más adecuado el liderazgo con convicción relativamente independiente de la voluntad popular que Felipe ejemplifica en el libro con el caso de Helmut Kohl y el tema del euro. Todavía el buen líder, los buenos equipos de gobierno pueden ser mucho más expertos en temas de macroeconomía, relaciones internacionales y otros muchos que el pueblo al que representa, pero cada vez la brecha va a ser menos profunda. Los jóvenes tienen más información, que comparten en redes a modo de inteligencia colectiva, así que el líder representativo deberá a corto plazo, sin dejar de seguir sus convicciones, “conversar” con unos ciudadanos cada vez más críticos. Serán necesarias, cada vez más, todo tipo de explicaciones, convencer de verdad con datos al ciudadano. En marketing se habla de marketing de contenidos, término que en política podría traducirse como la necesidad, ante la inteligencia colectiva, de una política más transparente, más profunda, menos oscura (en sus términos), más honesta.
El ciudadano ideal del futuro por el que muchos educadores/as y analistas apostamos participará más y mejor en la vida pública, será más consciente de sus sesgos, más independiente de la opinión de las masas, cada vez más necesitado de gestores y menos de representantes de la voluntad popular
 
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