No deja de ser paradójico que hablemos de desarrollo y no
sepamos dónde colocar cada año los 40.000 millones de toneladas de basura
que lanzamos a la Tierra o a la atmósfera. Hablamos de civilización, y cada
año se triplica el número de especies animales o florales que desaparecen
para siempre, tras miles de años de historia. Rompemos el ritmo, el
equilibrio y la armonía de la Naturaleza porque somos inclementes con ella.
Pensamos que podemos controlar lo que sucede, y no es así. Nosotros
formamos parte de ese medio ambiente (debemos recordarlo), y en él
repercuten esos abusos, los nuestros.
Somos vendedores de humo, consumidores en loca carrera hacia
la destrucción y en manos de desalmados industriales que usan y abusan sin
pudor alguno. Los dichosos poderes de las sociedades, unas y otras, asumen
su impotencia y su ineficacia, y no son capaces de defender el interés
general, debido a su carácter cicatero, pusilánime y materialista.
Desespera ver lo que acontece.
(C) Aitor Lara. Pobreza infantil en España
Somos seres inteligentes y no se nos escapa la existencia de
privación, de hambre, de marginación y de miseria. La carestía y la guerra
campean por doquier y atenazan a cuatro quintas partes del mundo conocido.
Es cierto que estamos, por una relativa fortuna, en el lado bueno, en el
del bienestar, en el del bien y buen vivir, en el del despilfarro de todo
género, con una desproporción del gasto superior a lo que puede asimilar la
Madre Natura.
Millones de seres humanos sobreviven con lo mínimo, con lo
puesto, con menos, o no sobreviven... No hay más que ver la inseguridad y
la desesperación de la mayoría de los países del orbe. Las oligarquías
económicas, sociales y políticas, o todas ellas a la vez, roban y
esclavizan al resto de los conciudadanos. De vez en cuando ocurren
inclemencias, terremotos, ciclones, huracanes, volcanes... Ante el dolor de
las imágenes que recorren medio mundo, cabe que nos preguntemos por qué
siempre sufren los más pobres, y, fundamentalmente, por qué padecen más y
más en una espiral imparable.
El subdesarrollo es la consecuencia de un modelo financiero
que produce hambre, dolor y exclusión.
Llamemos, por favor, a las cosas por su nombre. Nos estamos
ahogando. Esta situación es insostenible. No es posible pensar en el
futuro, si no estamos todos juntos. Es preciso arbitrar fórmulas para
afrontar la calamidad de la injusticia. No olvidemos que no hay paz sin
llegar a lo equilibrado, sin que cada uno tenga lo suyo, en la proporción
que sea, pero lo suyo, lo mínimo, lo esencial.
Toleramos mucho
Es suicida la actitud que mantenemos o toleramos. La
confianza en el ser humano ha de ser una premisa, un pilar básico.
Asimismo, la fe ha de ir acompañada de gestos, de actuaciones, de
determinaciones para seguir adelante con voluntad de cambio, y con la
transformación también. Lo interesante, lo urgente y lo conveniente es
sumar y no restar, es vivir y dejar vivir, es cohabitar con arrojo y
devoción y con el deseo de superar los desastres y las catástrofes. La
fuerza de los humanos viene de su sabiduría para vivir en comunidad.
Si perdemos ese instinto, no seremos nada, no quedaremos; y
todos los esfuerzos históricos habrán sido inútiles. Vamos camino del puro
suicidio, pero, no lo olvidemos, siempre hay una posibilidad de salvarnos.
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