Estancos, se dan cuenta ahora de sus restricciones a la
libre competencia
by Ramón
Cerdá
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Creo que a estas alturas nadie debería ignorar que los estancos,
de toda la vida, han actuado como una especie de monopolio cerrado en el que
cada uno se reparte su pequeño territorio. A lo largo de los años han cambiado
algunos de sus requisitos, pero sigue siendo un negocio cerrado al que no puede
acceder cualquiera.
Estancos: la Comisión Nacional de los Mercados y la
Competencia «detecta» ahora un «amplio catálogo de restricciones a la competencia»
... y «echa en falta un análisis amplio y comprensivo del
conjunto de instrumentos de política pública en el sector del tabaco». «A ello
no ayuda, sino más bien lo contrario, la dispersión de órganos encargados de la
aplicación de la normativa».
Sigue diciendo que la legislación crea «barreras a la entrada de
nuevos operadores», barreras que «no están debidamente justificadas en cuanto a
su adecuación a los principios de regulación económica eficiente y mínima
distorsión competitiva».
La CNMC recomienda que se estudien las restricciones legales
desde un punto de vista de necesidad y proporcionalidad para que afecte lo
menos posible a la libre competencia. Sus palabras apuntan directamente a la
línea de flotación del actual (y ya histórico) monopolio de distribución
minorista del tabaco.
Pero como ocurre en todos los aspectos de la vida, todos
queremos plena libertad para lograr lo que queremos, pero cuando hemos
conseguido saltar una barrera (en el caso de los estanqueros, cuando han
logrado, por fin, disponer de un estanco en propiedad), nos entra el virus conservacionista,
nos sube la fiebre y, no solo defendemos las barreras que antes nos molestaban,
sino que intentamos reforzarlas desde el interior cada vez más. Al fin y al
cabo, si estamos dentro... hemos de defender las murallas contra el enemigo.
Y eso es lo que han hecho los estancos, o mejor dicho, los
estanqueros: acusar a la CNMC de ignorantes por atacar al monopolio.
Dicen desde los estancos: «El tabaco, por
motivos sanitarios y económicos, es de máxima importancia para los estados por
su fuerte carga fiscal y por la responsabilidad que conlleva el control de un
producto muy vigilado sanitariamente por sus consecuencias para la salud, como
se advierte en las propias cajetillas. Perder el control de en torno de
más de 9.110 millones de euros anuales en recaudación, sería de todo punto una
irresponsabilidad máxima para cualquier gobierno».
Pero la pregunta sigue estando en el aire: ¿Son correctas y
necesarias las restricciones a la libre competencia en este sector?
Ramón Cerdá
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