En educación existe un común acuerdo sobre el aprendizaje a
partir de los errores. Pero siempre asociamos ese error al aprendiz. Pero ¿qué
ocurre cuando el error lo comete el “maestro”? ¿es una catástrofe o también se
puede aprender?
Hace unos días, durante un curso sobre innovación educativa, una
participante decía que los malos profesores le habían servido de inspiración
“para saber qué no hacer”
Siempre hablamos de la huella que deja el buen profesor, esa
persona de la que siempre recuerdas alguna anécdota, que te guío en tu vida
académica e incluso que te marco en tu camino profesional.
Pero también el mal profesor deja huella, has odiado su
asignatura, hizo que no te gustara aprender o comprobaste que era mejor opción
preparar la asignatura por tu cuenta en vez de asistir a sus clases.
Desgraciadamente, como ocurre con el buen profesorado, tampoco lo olvidarás en
toda tu vida.
Todas aquellas personas que van a ser futuros docentes deben
aprender del buen profesorado y del mal profesorado. El buen profesorado
ayudará a recorrer el camino y siempre con ánimo de mejorar. El mal profesorado
indicará el camino por el que nunca se debería transitar.
Es cierto que sufriremos al mal profesorado, pero si sacamos
lecciones aprendidas estas nos ayudarán a mitigar ese sufrimiento, nos servirá
para mejorar como docente y nuestro alumnado nos lo agradecerá infinitamente.
Bienvenido sea el mal profesorado, su ejemplo nos servirá de
guía.
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