Pese a la tralla antifutbolera, el Ra-ra-rá lleva la friolera de 21 años siendo la banda sonora de El Larguero, el popular programa deportivo de la SER. Según cuenta Benito, “estaba de vacaciones el periodista José Ramón de la Morena en una playa de Alicante, cuando entró a tomar algo en un chiringuito y escuchó a una señora tararear mi canción. Le encandiló tanto la melodía, que decidió adoptarla para su programa de Deportes, le llamaron de todo, porque era un alegato anti-fútbol. Compuse la canción porque me pareció una barbaridad que el Barcelona pagara por Cruyff nada menos que un millón y pico de dólares de la época”.
“No hay que confundir melena, gente rara y gente buena; los buenos son futbolistas, los machos son futbolistas, los raros somos artistas”, que dice una de las estrofas de la canción de este músico, que antes que nada es pintor, que siente pasión por el impresionismo y devoción por Diego de Velázquez, unos de nuestros grandes pintores, que para Benito sigue siendo una incógnita, pues del “pintor del aire, uno de los grandes de Europa, junto a Rubens, poco o casi nada se conoce”.
En contra de la censura franquista
Benito, pájaro de libertad, no soportó las alambradas de la censura franquista y partió un día de hace muchos años a Francia. Allí conoció a una francesa, el amor de su vida, y con ella se fue a la Bretaña, donde pintó sueños y realidades, estudió Bellas Artes y fue profesor universitario durante dos décadas y media. Con dos hijos y la mujer, un día notó los puyazos de la nostalgia y regresó a España. Un par de años fructíferos en un Madrid, que olía a serrín de viejos cafés y a claveles de libertad. Allí departió con Carlos Cano, Pablo Guerrero, Lole y Manuel, Manuel Gerena, Luis Pastor, Vainica Doble, Hilario Camacho… una legión de artistas, importante tronco de la nueva Cultura hispánica.
En su tierra, Benito Moreno puso música de sevillanas a Gustavo Adolfo Becquer, un disco que se estrenó una mañana fría del invierno de 1979, en La Carbonería, un lugar rancio, que olía a jazmín y a anís Machaquito, y donde las gente se apretujaba para tapar huecos a la humedad y, sobre todo, escuchar la voz negra de Benito decir palabras del alma de Becquer.
Y también le compuso un Romance al Lute, con arreglos del inolvidable Jesús de la Rosa (el malogrado líder de Triana), que la censura prohibió en su salida, y que luego pasó desapercibido con la irrupción de otra canción que dejó huella: “España huele a pueblo”. Las letras de esa sencilla obra de arte algunos niños de cualquier lugar ibérico todavía la pueden tararear, “porque España huele a pueblo; a descalzo y a fuente, a trabajo y a queso, y a arrugas en la frente; a mí me huele a eso”.
Mejor la piratería que los capitalistas
Benito no tiene nada contra la todavía ministra Sinde, aunque dice en voz alta, que prefiere la piratería a que la música la controlen los capitalistas. Prefiere a la gente sencilla, que sabe la sabiduría popular, la mirada chispeante del gato, y el sonido de cualquier fuente de la vieja Híspalis. Si se cruza con un tecnócrata, toca madera. “Coluche, un genial humorista francés, ya fallecido, decía de los tecnócratas que son unos individuos, que cuando les haces una pregunta, y te responden, ya no entiendes la pregunta que le hiciste”.
El invierno de una mañana cualquiera del centro de Sevilla es soleado y huele a hoja vieja de naranjo, así huele la casa de Benito, en un rincón de la plaza del Museo, donde una guitarra duerme junto a los lienzos y los amarillentos recuerdos de un personaje, que sabe mirar como poca gente y que jamás escondió las cosas que le cuenta el corazón. “A José Ramón (De la Morena) le estoy agradecido, por elegir mi canción para su programa y por declararla todos los años, sin falta, en l SGAEA”. Un estribillo (“el lobito está jugando, tralaralaralará, los borreguitos mirando…”) que, al igual que su voz grave, conocen millones de españoles de varias generaciones y que, como dice el periodista Paquiño Correal, si se dieran unos a otros la mano, formarían una cadena humana que haría el trayecto Sevilla-Estrasburgo, ida y vuelta.
Benito Moreno, hijo y hermano de sevillistas, tiró para el Betis por llevar una vez más la contraria; por el verde y “porque me parecía un equipo más de la gente sencilla. Por cierto, ¿sabe cómo le llaman a Marcelino (el entrenador del Sevilla)? Pues picador, porque depende mucho de la suerte de Varas, ja, ja”. Puro Moreno.
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