La
definición de "un buen político" no ha variado apenas desde la antigua
Grecia: el gobernante justo debe ser honesto y tener una vocación de
servicio a la comunidad que le elige y a su patria. Sin embargo en los
últimos tiempos hay muy pocos responsables políticos que se ajusten a
esa definición. Hoy gran parte de los españoles ven a sus representantes
casi como una casta parasitaria. Pero, ¿se puede reconciliar la
ciudadanía con sus mandatarios? ¿Cómo puede trabajar la clase política
para limpiar su reputación?
Ineficaces,
corruptos y proclives a enredarse en luchas cainitas. Así ven muchos
españoles a los miembros de la clase política. No importa si mandan a
nivel nacional o local; si son gobierno u oposición. Las encuestas del
CIS los han señalado como el tercer problema más preocupante para los
españoles, sólo por detrás de la economía y el paro.
Los
políticos de hoy lo son “de forma profesional”. No logran sus puestos
por sus méritos objetivos y pocos han tenido un contacto prolongado con
la vida civil, a la que les resulta muy difícil incorporarse tras perder
unas elecciones, dimitir o ser destituidos. El gran problema, no
obstante, es la corrupción, un concepto que parece asociado
indefectiblemente al estamento político.
Jorge
Santiago, director del máster en Asesoramiento de Imagen y Consultoría
Política (MAICOP) de la Universidad Pontificia de Salamanca, considera
que “no es justo que los políticos estén considerados el tercer problema
de los españoles”, pero entiende que “existen motivos para esa
desafección que tenemos por nuestros representantes”.
Los
asesores de hoy en día trabajan con personajes públicos que tienen “una
imagen negativa, muy desprestigiada”. ¿Cómo luchar contra esa
impresión? “Está claro que no es una cuestión de hacer campañas de
publicidad o de persuasión”, explica. “Los ciudadanos les ven de esa
forma negativa casi siempre por desconocimiento; no sabemos qué hacen,
cómo deciden”, añade Santiago.
Para
este doctor en Comunicación, “a los españoles nos falta empatía con los
políticos. Deberíamos ponernos nosotros en su lugar, no siempre esperar
que ellos se pongan en nuestra piel”. Según Santiago, una pregunta
clave que ha de hacerse un ciudadano antes de juzgar la gestión de un
político es ¿cómo actuaríamos cada uno de nosotros en su situación?
Jorge
Santiago no exculpa a la clase política de sus errores. “Siempre ha
habido corrupción, desde los atenienses y los romanos; lo que ocurre es
que hablar de quienes lo hacen bien no es noticia”. Por eso el MAICOP
está preparando una serie de premios para reconocer a los mejores
gestores políticos en 2013.
En
situaciones de crisis es “cuando mejor se valoran” las tareas
políticas. “Queremos presidentes y ministros que peleen por su país en
Europa o donde sea, hasta las 4 de la mañana si hace falta” y eso sí es
valorado positivamente por los ciudadanos, asegura.
“Sí
sabemos a qué reuniones va Rajoy, pero no lo que hace en ellas”,
comenta Santiago. “Quizá si tuviéramos esa información entenderíamos
mejor lo difícil de su trabajo”.
Algunos
mandatarios se han puesto ya a trabajar. El Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales (CEPC) está elaborando una estrategia de
transparencia, centrada en el ‘gobierno abierto’, para el gobierno de
Mariano Rajoy. Ha surgido como respuesta a una inquietud del propio
Gobierno ante el distanciamiento que han detectado entre los ciudadanos y
las instituciones.
Yuri
Morejón es politólogo y consultor de comunicación pública. También es
autor del libro ‘De tú a tú. La buena comunicación de gobierno’, un
pequeño manual para dirigentes preocupados por su imagen y con problemas
para comunicar sus ideas y decisiones
El
primer paso para recuperar el respeto perdido por los políticos es que
exista “coherencia entre lo que piensan, dicen y hacen”.
¿Cómo
debe reaccionar un responsable ante un error o una crisis? “Deben
reconocerlo, pedir disculpas y preguntarse cómo pueden enmendar ese
error. Y repararlo, sea como sea”, afirma Morejón. Si piden la dimisión
de otro ante una crisis, deben ser capaces de dejar el puesto si se
enfrentan a una propia.
Otra
de las parcelas que más quebraderos de cabeza ocasionan a los asesores
públicos es la comunicación. Siempre hay que optar por “la transparencia
y accesibilidad ante los medios y la ciudadanía”, explica el consultor.
“Los
políticos deben comunicar qué hacen, cuándo lo hacen y cómo lo hacen,
pero sobre todo por qué y para qué lo hacen”, continúa. Otro asunto
capital está en las ruedas de prensa, donde la consigna es clara:
“siempre deben admitir preguntas de los periodistas”.
En
definitiva, un buen político no sólo debe gestionar con eficacia;
también tiene que saber hablar de su gobierno y además de ser honesto,
parecerlo.
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