En el tren hacia un país ingobernable
“El tren de los acontecimientos
es un tren que va desarrollando sus raíles justo delante de sí”, según observó
el escritor austríaco Robert Musil (El hombre sin atributos). Pero
alguien dijo también que la experiencia, siendo la mayor fuente de sabiduría, es
la única que no se puede transmitir.
La creciente fragmentación
política, que se ha plasmado en las últimas elecciones regionales y de cuya
posible reproducción a nivel nacional alertan las encuestas, coloca a España en
los raíles de un tren que va hacia la estación de llegada a un país
ingobernable. No sería una situación inédita en la procelosa historia de España,
pero cuando se echa la mirada atrás resulta que esos periodos siempre se
corresponden con las etapas de mayor conflictividad, estancamiento y atraso del
país.
Tras el quebrantamiento a
finales de la primera década del siglo pasado del consenso y la estabilidad
política que se habían alcanzado en 1876, escribía Ortega y Gasset (La
rebelión de las masas): “Vivimos en un tiempo que se siente fabulosamente
capaz para realizar, pero no sabe qué realizar. Domina todas las cosas, pero no
es dueño de sí mismo. Se siente perdido en su propia abundancia. Con más medios,
más saber, más técnicas que nunca, resulta que el mundo actual va como el más
desdichado que haya habido: puramente a la deriva”. Se diría que lo escribió
ayer, o esta mañana.
Una de las prospecciones
sociológicas más recientes y completas, porque es continuación de una serie
anual que sobre las tendencias políticas y electorales comenzó a realizarse en
1995, es la publicada en la revista Temas por José Félix
Tezanosy Verónica Díaz Moreno. En este informe se alerta de la
tendencia a “un debilitamiento de los apoyos electorales a los dos grandes
partidos, un creciente retraimiento ciudadano acompañado de signos de
desafección electoral y una contradicción apreciable entre lo que muchas
personas prefieren y desean y las políticas que realmente se están aplicando, lo
que está llevando a que se incuben fuertes componentes de frustración política y
institucional”, con el consiguiente riesgo de desbordamiento de estos
cauces.
Los autores concluyen que “no
es exagerado afirmar que nos encontramos ante una crisis general subyacente de
todo el sistema político-electoral que ha venido funcionando durante el ciclo de
la Transición democrática, hasta nuestros días”. Y advierten: “Si en los
principales círculos de poder de los grandes partidos no se entiende la
situación que se está incubando y no se reacciona con rapidez y en la manera que
exigen las circunstancias, es harto probable (que se produzcan) efectos erosivos
en el actual sistema político español”, con grandes inestabilidades y
dificultades para conformar mayorías de gobierno capaces de suscitar suficiente
respaldo electoral. Un problema que no se limitaría a cuestiones de aritmética
parlamentaria, sino a la confianza ciudadana en el propio modelo de
representación democrática.
El espejo de Grecia
El dato más evidente es que “los
retrocesos en los apoyos al partido de Gobierno ya no van acompañados
automáticamente por el ascenso simultáneo del principal partido de la
oposición”, de modo que la alternancia entre ellos ha dejado de ser un
automatismo garantizado y el bipartidismo imperfecto podría entrar en crisis
como el modelo estable que ha sido desde la Transición.
La encuesta
de Temas pronostica que, con una alta participación electoral, los dos
grandes partidos quedarían por debajo del 30% de los votos: PP, 29,4; PSOE,
27,3. Es decir, no reunirían el 60% del total, cuando en 2008 concentraban el
83,8% de los votos. Eso significaría, entre otras cosas, que dejarían de tener
la llave de los dos tercios que se requieren para las decisiones parlamentarias
de mayor relieve. El escenario refleja como un espejo lo que ya ha ocurrido
en Grecia, donde las dos principales fuerzas, Nueva Democracia y Pasok, pasaron
de reunir el 77,4% de los votos en 2009 a tan sólo el 42% en
2012.
El voto alternativo
Mientras caen PP y PSOE,
subirían Izquierda Unida, hasta el 12,1% (un porcentaje que según otros estudios
aumentaría sensiblemente con un candidato más atractivo que Cayo Lara), y
UPyD, hasta el 8,9. Pero, además, Tezanos y Díaz resaltan que los fenómenos
Beiras en Galicia (14% de los votos) y Bildu en el País Vasco (25%) “se explican
en parte, también, como resultado de las potencialidades del voto crítico
alternativo”.
Las prospecciones
sociológicas detectan que la gente quiere políticos “nuevos y distintos”, que
dejen de hablar siempre “de lo suyo” y se ocupen más de “lo nuestro”; o sea, de
lo de todos. Pero, con nuevos o viejos políticos, sigue vigente la máxima
de Napoleón: “Sólo se puede gobernar a un pueblo ofreciéndole un
porvenir”.
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