Siempre he hablado del peligro, no tanto de una
brecha digital que en general irá desapareciendo al paso del desarrollo
económico en algunos lugares, sino de la que denomino brecha de
aprendizaje: en el caso de mucha gente, sobre todo de determinadas
edades pero no de forma exclusiva por un factor de edad, lo que falla es la
inexistencia de una cultura del aprendizaje. Nadie les enseñó, dicho en
otras palabras, que tendrían que estar aprendiendo durante toda la vida, actitud
que es imprescindible si queremos vivir en las denominadas sociedades del
conocimiento actual.
Se trata de una de las características
principales de las TIC: estar en evolución, en beta permanente, exigiendo una
actitud similar en aprendizaje por parte de los/las que las utilizamos.
Ocurre de forma espontánea, en cuestiones
simples, para los denominados “nativos digitales” que ni siquiera se dan cuenta
(a veces incluso hasta puntos peligrosos si se trata de cuestiones de
privacidad), de los cambios en las herramientas que utilizan. Pongo siempre un
ejemplo simple, de carácter intergeneracional: si a mi padre le cambian la
interface de Gmail, si el cambio es tan simple como de localización del botón de
envío es probable que me llame de inmediato: ¡No encuentro el botón!. Tendré
que mostrarle dónde está y es posible que, cuando se trate de un cambio más
trascendente, me resulte complicado hacerlo (el primer vídeo, una parodia sobre
la evolución del papiro al libro, resultará muy gráfico al respecto). Estoy
segura de que mi hija no se dará ni cuenta… En mi caso de inmigrante digital
ocurrirá que acostumbrada a aprender de forma permanente perciba, me de cuenta
del cambio y si no es de gran alcance sepa solucionarlo de forma instintiva. Si
no lo logro lo “googlearé” y solucionaré en un periodo corto de tiempo.
Ocurre en muchos sectores pero en educación el
tema es especialmente grave, sobre todo si tenemos en cuenta que los que no
quieren o no han aprendido a aprender, actualizar sus conocimientos a los
tiempos en los que viven, son los encargados de enseñar a los chavales.
La segunda parte del segundo video es
prescindible, trata sobre la mejora del sistema educativo australiano. La
primera sin embargo, apoyando la idea anterior, no tiene desperdicio:
Los mejores maestros son los mejores aprendices. No se trata
tanto de títulos, no se trata tanto ni siquiera de lo que ya se sabe. Tampoco se
de rigurosos estándares ni de políticas educativas… Se trata, de nuevo, de que
debemos enseñar a los maestros a ser aprendices, capaces de adaptarse a los
contextos, tecnologías, lenguajes del mañana y acompañar las ganas de crecer,
crecer con los alumnos.
Ese debe ser el centro de los sistemas
educativos: el profesor y sus ganas de seguir aprendiendo. Fomentar
mediante comunidades, políticas de recursos humanos adecuadas, campañas de
sensibilización general de la población hacia valoraciones más positivas del
maestro, la propia formación docente o como sea esa cultura, la del Aprendizaje
permanente, serán siempre inversiones excelentes.
Añadiría la idea con la que suelo cerrar la
argumentación anterior ante jóvenes y mayores. La aprendí en una charla con una
científica en activo de más de 80 años: solamente se envejece cuando se
pierden las ganas de aprender, cuando se deja de vivir en los tiempos
que corren.
Eso es lo que deseo para 2013, cruzarme por el
camino solamente con lectores, amigos, otros profesores, gente con la que
dialogar en general que sean capaces de ser… eternamente jóvenes.
Feliz entrada de año. Autor el
Caparazón
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Publicado por José Carlos: para La verdad en tu asesoria EIA el 1/01/2013 12:20:00 p.m.