Los sondeos muestran desde hace años que la mayoría de los millennials no quieren trabajar a tiempo completo. En recientes estudios de Deloitte y de la página de seguimiento de carreras Comparably, los empleados más jóvenes priorizaban el equilibrio entre la vida personal y la laboral sobre la progresión profesional. Los millennials quieren llegar a casa a tiempo para cuidar de sus hijos o satisfacer sus intereses personales.
Durante la crisis económica, cualquier empleador al que se le explicases que necesitas tiempo para hacer yoga podía limitarse a esbozar una sonrisa y tirar el currículum del solicitante a la papelera. Siempre había un candidato más desesperado. Pero eso está cambiando ahora: la economía global crece a su ritmo más rápido desde 2011, y los solicitantes de empleo cualificados escasean.
Alemania es en la actualidad una especie de paraíso para los trabajadores. Pero si otras economías nacionales siguen creciendo, las horas de trabajo pronto empezarán a escalar también en la agenda de prioridades. Durante las épocas de auge, hay más gente que quiere cambiar dinero por tiempo.
En los países desarrollados, la trabajadora media gana más que nunca antes. Más que eso, ha heredado una sensación de seguridad de la que carecía la generación anterior. Pongamos el caso de una mujer nacida en un país occidental en 1980. Su abuelo, nacido alrededor de 1930, trabajaba largas jornadas en una fábrica. Su padre, nacido en 1955, trabajaba unas pocas horas menos en una oficina. Ahora, ella es la tercera generación que desarrolla su carrera después de la Segunda Guerra Mundial, y está por encima del mero nivel de subsistencia. Además, probablemente pueda esperar una herencia. En resumen, aunque sigue habiendo precariedad, la trabajadora media tiene hoy en día suficiente dinero para salir adelante.
La reducción de las horas no ayudará a los empleados peor pagados, que no pueden permitirse trabajar menos, o a los trabajadores de la élite, que suelen adorar su trabajo y pueden contratar ayuda para las tareas del hogar. Pero para la amplia franja intermedia de los países desarrollados, está emergiendo una nueva vida laboral. La semana laboral se acortará, y los trabajadores reducirán su jornada cuando tengan hijos o padres mayores a los que cuidar. En cambio, durante las fases más tranquilas de su vida, trabajarán más: el acuerdo alcanzado por IG Metall facilita que algunos trabajadores aumenten las horas de las 35 habituales a 40. Esta flexibilidad debería acabar con el castigo que sufren las mujeres a lo largo de sus 45 años de carrera por los pocos que dedican a criar a sus hijos.
En un futuro cercano las máquinas trabajaran para las personas. Las personas dispondrán de una Renta Básica para desarrollar con libertad su personalidad, buscar sus intereses y lo que les hace felices.
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