"Tuve que decidir si se volaba a la cúpula de ETA. Dije no. Y no sé si hice lo correcto"
Felipe González habla cargado de razón al modo en que las pistolas hablan cargadas de balas. Quiere decirse que más que pronunciar las palabras, las dispara envueltas en el humo del Cohíba. Pero también habla cansado, como un poco harto de que la realidad no acabe de organizarse de acuerdo con sus deseos. Habla asimismo como el señor mayor que es (68 años), pero también como un chico joven fascinado por las nuevas tecnologías y por los retos de la vida contemporánea. No es todo: a ratos se manifiesta como un hombre pragmático y a ratos como un utopista.
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