Rosa Diéz UPyD
Acaba el año y se amontonan los buenos deseos para el que se va a iniciar.
Pero antes de empezar la singladura de ese bisiesto que nos brindará un día más
para trabajar, quiero repasar los momentos de este que se nos va, que agota la
última hoja del calendario.
Me gustaría tener la memoria prodigiosa que envidio en mi querido amigo
Santiago González, o esa disciplina que observo en Irene Lozano, que apunta cada
día en su blog cuadriculado todas las cosas que se suceden ante nosotros. Pero
como no dispongo ni de lo primero ni de lo segundo he de conformarme con
recordar, deshilachadas, las cosas que más me han marcado a lo largo de este
2011 que toca a su fin.
En lo personal es fácil: ha nacido Luca, nuestro primer nieto. Nada mejor
podía habernos sucedido. Un niño en casa es algo que debiera existir siempre. No
hay quitapenas mayor; no hay manera más eficaz de aprender a relativizar las
cosas de la vida; no hay nada más útil para recordar en cada momento lo
vulnerables –y lo necesarios- que todos podemos ser. O sea, un año
sobresaliente.
Y en lo político –que también es personal, naturalmente- tampoco me resulta
difícil ponerle nota al año: notable alto. Dirán ustedes por qué no le pongo un
sobresaliente a un año en el que hemos pasado de tener tres cargos electos
(diputada nacional, diputado autonómico en el País Vasco y diputado Europeo) a
tener casi doscientos sumando los concejales, la alcaldesa, los diputados
autonómicos, los diputados nacionales y el diputado europeo. Bueno, no le pongo
sobresaliente porque podemos y debemos seguir mejorando nota. Porque esto no es
la meta, sino el camino; porque esto no es sino una etapa del viaje (a Itaca, o
a donde cada cual quiera llegar) que estamos recorriendo y en el que cada vez
nos acompaña más gente.
Como ocurre siempre en la vida cada tramo es un desafío. Hemos conseguido
cosas que nadie esperaba de nosotros; hemos penetrado lugares recónditos de
España, esos a los que sólo llegan los medios de comunicación tradicionales,
vetados para un partido como el nuestro. Pero hemos conseguido que nuestra voz
se escuchara porque cada uno de nuestros afiliados y simpatizantes ha sido
protagonista del compromiso de regeneración democrática que la sociedad española
necesita.
Cuando se escriba la historia real de este joven partido político se
percibirá la importancia que han tenido en nuestro crecimiento y consolidación
como partido los sueños y las esperanza de miles de personas anónimas que han
tejido esta red de complicidades y afectos que hoy es UPyD. Sin esas mujeres que
acudían de la mano de su nieto a un mitin -por primera vez en su vida-, y
expresaban en alto que les habíamos devuelto la esperanza; sin esos chavales que
se afiliaban al partido a principio de curso para hacer algo por la sociedad
(con el mismo ánimo que quien se apunta a una ONG para salvar las ballenas, o
que lucha contra el hambre en África) ; sin los centenares de voluntarios, de
todas las edades, que han salido a la calle a repartir folletos con nuestras
propuestas, que han chateado en Internet, que han retransmitido los actos, que
han ido a las universidades, a los centros de trabajo, a las tertulias de amigos
a hablar de política y de un partido diferente que tiene como eje de su acción
política la libertad y la igualdad y que enarbola la bandera de la regeneración
democrática, sin el entusiasmo diario de afiliados y simpatizantes…hoy no
tendríamos Grupo Parlamentario en las Cortes; ni ocho Diputados en la Asamblea
de Madrid; ni concejales por toda España…
Sin toda esa gente que trabaja de forma altruista en las distintas sedes,
acompañando a los candidatos durante la campaña, trabajando en las propuestas
una vez que ésta ha finalizado, componiendo los grupos de trabajo, contestando
cada petición de información, cada duda que llega de los ciudadanos, hoy no
seríamos una referencia para millones de españoles que están descubriendo que se
puede hacer política de otra manera.
El año 2011 nos ha permitido compartir la alegría y celebrar los resultados
electorales. Pero en los mejores momentos que este año me ha brindado no había
cámaras, ni se generaban titulares; han sido esos momentos en los que alguien se
ha acercado para decirme: “ánimo, sigue así”; “sois nuestra última esperanza”;
“me habéis levantado del sofá”; “gracias, llevaba muchos años sin creer en
nadie”; “felicidades, sigue luchando”; “mis hijos me han convencido de que os
vote, que contento estoy de haberlo hecho…”; “menos mal que alguien dice lo
mismo que yo pienso, creía que estaba tonta…”; “gracias por no insultar a
nadie”; “hace mucho que un político no nos trata de usted y nosotros le
tuteamos…”; “he vuelto a creer en la política…”… Todas esas sensaciones, toda
esa emoción que no he podido compartir, si que ha sido mágica.
Mi padre me solía explicar, cuando yo era una adolescente y hablábamos de
política –en aquellos años en los que la democracia era un sueño y la política
un instrumento para conseguirlo— lo grande que era poder elegir a tus
representantes; y la enorme responsabilidad que conllevaba ser elegido. Siempre
insistía en lo segundo: “hija, nada más grave que defraudar la confianza”.
Pienso en sus palabras cuando recuerdo las caras, el tono, la expresión, los
ojos emocionados, las manos tendidas y cálidas de todas las personas con las que
he hablado a lo largo de estos meses, de estos cuatro años. Y le prometo a mi
padre, allá donde esté, que nunca olvidaré el honor y la responsabilidad que
representa asumir este encargo.
También quiero recordar, en este fin de año, a todas las víctimas de ETA,
particularmente a las que aún no conocen a los asesinos de sus seres queridos.
También con ellas quiero comprometerme a no abandonar. Y quiero reconocer el
sacrificio de todos aquellos ciudadanos dignos que siguen luchando desde Euskadi
en defensa de la justicia y la dignidad. Muchos, con todo derecho, podrían
haberse ido a otros lugares de España a vivir más cómodamente; y se han quedado
aquí para seguir librando la batalla, haciendo suyas aquellas palabras de George
Steiner: “Mi padre me dijo: si te vas a América será bueno para tu vida…Pero
entonces Hitler habrá ganado”. Gracias por no desistir. Y doy gracias también a
quienes nos protegen, a nuestros escudos, a quienes con su sacrificio y su
trabajo bien hecho, tan poco reconocido, nos permiten vivir con más seguridad y
más libertad.
En fin, que acaba el año pero sigue la tarea; la nuestra es defender la
ciudadanía, el proyecto político más digno de ser atendido. Y, defendiendo la
ciudadanía y la igualdad, defender la libertad. Termino con una cita de nuestro
Fernando Savater:
“La libertad no se refiere a lo que queremos hacer sino a lo que podemos
hacer. Para los griegos la libertad consistía en la negación de la esclavitud.
La esclavitud es el problema de Andrómaca, mientras que el de Héctor se llama
Aquiles o la muerte. Como bastantes otras, la reivindicación de la libertad fue
femenina antes de hacerse globalmente humana”.
Pues eso: que gracias a todos por estar ahí. Y Feliz 2012.
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