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domingo, 1 de enero de 2012

366 días para hacer posible lo necesario


Rosa Diéz UPyD
Acaba el año y se amontonan los buenos deseos para el que se va a iniciar. Pero antes de empezar la singladura de ese bisiesto que nos brindará un día más para trabajar, quiero repasar los momentos de este que se nos va, que agota la última hoja del calendario.
Me gustaría tener la memoria prodigiosa que envidio en mi querido amigo Santiago González, o esa disciplina que observo en Irene Lozano, que apunta cada día en su blog cuadriculado todas las cosas que se suceden ante nosotros. Pero como no dispongo ni de lo primero ni de lo segundo he de conformarme con recordar, deshilachadas, las cosas que más me han marcado a lo largo de este 2011 que toca a su fin.
En lo personal es fácil: ha nacido Luca, nuestro primer nieto. Nada mejor podía habernos sucedido. Un niño en casa es algo que debiera existir siempre. No hay quitapenas mayor; no hay manera más eficaz de aprender a relativizar las cosas de la vida; no hay nada más útil para recordar en cada momento lo vulnerables –y lo necesarios- que todos podemos ser. O sea, un año sobresaliente.
Y en lo político –que también es personal, naturalmente- tampoco me resulta difícil ponerle nota al año: notable alto. Dirán ustedes por qué no le pongo un sobresaliente a un año en el que hemos pasado de tener tres cargos electos (diputada nacional, diputado autonómico en el País Vasco y diputado Europeo) a tener casi doscientos sumando los concejales, la alcaldesa, los diputados autonómicos, los diputados nacionales y el diputado europeo. Bueno, no le pongo sobresaliente porque podemos y debemos seguir mejorando nota. Porque esto no es la meta, sino el camino; porque esto no es sino una etapa del viaje (a Itaca, o a donde cada cual quiera llegar) que estamos recorriendo y en el que cada vez nos acompaña más gente.
Como ocurre siempre en la vida cada tramo es un desafío. Hemos conseguido cosas que nadie esperaba de nosotros; hemos penetrado lugares recónditos de España, esos a los que sólo llegan los medios de comunicación tradicionales, vetados para un partido como el nuestro. Pero hemos conseguido que nuestra voz se escuchara porque cada uno de nuestros afiliados y simpatizantes ha sido protagonista del compromiso de regeneración democrática que la sociedad española necesita.
Cuando se escriba la historia real de este joven partido político se percibirá la importancia que han tenido en nuestro crecimiento y consolidación como partido los sueños y las esperanza de miles de personas anónimas que han tejido esta red de complicidades y afectos que hoy es UPyD. Sin esas mujeres que acudían de la mano de su nieto a un mitin -por primera vez en su vida-, y expresaban en alto que les habíamos devuelto la esperanza; sin esos chavales que se afiliaban al partido a principio de curso para hacer algo por la sociedad (con el mismo ánimo que quien se apunta a una ONG para salvar las ballenas, o que lucha contra el hambre en África) ; sin los centenares de voluntarios, de todas las edades, que han salido a la calle a repartir folletos con nuestras propuestas, que han chateado en Internet, que han retransmitido los actos, que han ido a las universidades, a los centros de trabajo, a las tertulias de amigos a hablar de política y de un partido diferente que tiene como eje de su acción política la libertad y la igualdad y que enarbola la bandera de la regeneración democrática, sin el entusiasmo diario de afiliados y simpatizantes…hoy no tendríamos Grupo Parlamentario en las Cortes; ni ocho Diputados en la Asamblea de Madrid; ni concejales por toda España…
Sin toda esa gente que trabaja de forma altruista en las distintas sedes, acompañando a los candidatos durante la campaña, trabajando en las propuestas una vez que ésta ha finalizado, componiendo los grupos de trabajo, contestando cada petición de información, cada duda que llega de los ciudadanos, hoy no seríamos una referencia para millones de españoles que están descubriendo que se puede hacer política de otra manera.
El año 2011 nos ha permitido compartir la alegría y celebrar los resultados electorales. Pero en los mejores momentos que este año me ha brindado no había cámaras, ni se generaban titulares; han sido esos momentos en los que alguien se ha acercado para decirme: “ánimo, sigue así”; “sois nuestra última esperanza”; “me habéis levantado del sofá”; “gracias, llevaba muchos años sin creer en nadie”; “felicidades, sigue luchando”; “mis hijos me han convencido de que os vote, que contento estoy de haberlo hecho…”; “menos mal que alguien dice lo mismo que yo pienso, creía que estaba tonta…”; “gracias por no insultar a nadie”; “hace mucho que un político no nos trata de usted y nosotros le tuteamos…”; “he vuelto a creer en la política…”… Todas esas sensaciones, toda esa emoción que no he podido compartir, si que ha sido mágica.
Mi padre me solía explicar, cuando yo era una adolescente y hablábamos de política –en aquellos años en los que la democracia era un sueño y la política un instrumento para conseguirlo— lo grande que era poder elegir a tus representantes; y la enorme responsabilidad que conllevaba ser elegido. Siempre insistía en lo segundo: “hija, nada más grave que defraudar la confianza”. Pienso en sus palabras cuando recuerdo las caras, el tono, la expresión, los ojos emocionados, las manos tendidas y cálidas de todas las personas con las que he hablado a lo largo de estos meses, de estos cuatro años. Y le prometo a mi padre, allá donde esté, que nunca olvidaré el honor y la responsabilidad que representa asumir este encargo.
También quiero recordar, en este fin de año, a todas las víctimas de ETA, particularmente a las que aún no conocen a los asesinos de sus seres queridos. También con ellas quiero comprometerme a no abandonar. Y quiero reconocer el sacrificio de todos aquellos ciudadanos dignos que siguen luchando desde Euskadi en defensa de la justicia y la dignidad. Muchos, con todo derecho, podrían haberse ido a otros lugares de España a vivir más cómodamente; y se han quedado aquí para seguir librando la batalla, haciendo suyas aquellas palabras de George Steiner: “Mi padre me dijo: si te vas a América será bueno para tu vida…Pero entonces Hitler habrá ganado”. Gracias por no desistir. Y doy gracias también a quienes nos protegen, a nuestros escudos, a quienes con su sacrificio y su trabajo bien hecho, tan poco reconocido, nos permiten vivir con más seguridad y más libertad.
En fin, que acaba el año pero sigue la tarea; la nuestra es defender la ciudadanía, el proyecto político más digno de ser atendido. Y, defendiendo la ciudadanía y la igualdad, defender la libertad. Termino con una cita de nuestro Fernando Savater:
“La libertad no se refiere a lo que queremos hacer sino a lo que podemos hacer. Para los griegos la libertad consistía en la negación de la esclavitud. La esclavitud es el problema de Andrómaca, mientras que el de Héctor se llama Aquiles o la muerte. Como bastantes otras, la reivindicación de la libertad fue femenina antes de hacerse globalmente humana”.
Pues eso: que gracias a todos por estar ahí. Y Feliz 2012.
 
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