Son muchos los militantes del Partido Popular que
se sienten tremendamente ofendidos si alguien les cataloga como miembros de un
partido de derechas. Así como los socialistas, los comunistas y otros colectivos
afines presumen de pertenecer a la izquierda, en el Partido Popular en cambio
hay muchos que consideran casi un insulto que los tilden de derechas. Les hace
sentirse políticamente inferiores y derrotados de antemano por esa izquierda
sociológica, que cada vez está más crecida y segura de sí misma. Que razón
tenía don Quijote cuando, al ser llevado por la fuerza al castillo del Duque
juntamente con Sancho, dijo con toda solemnidad: “para los vencidos el bien se
vuelve en mal, y el mal en peor”.
Quizás se deba este complejo de inferioridad a
que la derecha, como colectivo político, es en buena medida una creación de la
propia izquierda. Pues es incuestionable que el primer partido que nace con la
Revolución Francesa, recibe el apelativo de izquierdas y está formado por una
gran masa de burgueses y campesinos que, cansados de aguantar injusticias y de
pasar hambre, se levantan en 1789 contra el poder establecido. Dirigidos por
Robespierre, por Danton y por Marat, al grito de ”Libertad, Igualdad y
Fraternidad”, asaltan violentamente la Bastilla y ponen fin al antiguo régimen
absolutista. Y esta izquierda radical y revolucionaria comenzó a considerar de
derechas a sus enemigos políticos, a los conservadores que se oponían a cambiar
por la fuerza el orden preestablecido.
El caso es que, mientras la izquierda, a pesar de
sus fracasos electorales, se regodea de su significación política y hasta se
permite el lujo de mostrar como propias ciertas conquistas sociales en las que
no ha tenido ni arte ni parte, la derecha se avergüenza de sí misma y busca
subterfugios para disimular su situación política. Pendientes siempre del “qué
dirán”, abominan de la derecha y buscan con ahínco posiciones más neutras y
menos comprometidas, como es el centro. Ni siquiera se atreven a celebrar sus
propias conquistas sociales, normalmente más importantes que las de la
izquierda. Su obsesión exclusiva es estar continuamente viajando al centro, sin
darse cuenta que esto implica inestabilidad, ya que su posición dependerá
siempre de la que ocupen las demás fuerzas políticas.
No es pues de extrañar que, dentro del Partido
Popular, nos encontremos con mentes tan preclaras que, para rivalizar en ese
supuesto progresismo con la izquierda, no admitan más valores esenciales dentro
del partido que la libertad, la tolerancia y la solidaridad. Y quien así
piensa, claro está, parece que le molestan hasta los votos que provienen de
gentes que se confiesan abiertamente de derechas. Que se lo pregunten, si no, a
Nacho Uriarte, presidente nacional entonces de Nuevas Generaciones, que hasta se
permitió el lujo de recomendar a los votantes de derechas que hay en España, que
se busquen otro partido. Fue en una entrevista concedida al programa “La Quinta
Columna” de Radio Intercontinental de Madrid.
Si los votantes históricos “de derechas”, al no
encontrar en el Partido Popular los planteamientos ideológicos y políticos
propios de un partido “de derechas”, cambiaran su voto, el Partido Popular
dejaría de ser inmediatamente una opción de gobierno. Pues no podemos olvidar
que, una inmensa mayoría de votantes “de derechas” se da perfecta cuenta de que,
entre la clase dirigente del partido hay demasiados oportunistas y
socialdemócratas que no comparten los valores familiares y religiosos
tradicionales. Y esto les obliga, a veces, a votar con la nariz tapada.
De todos modos, aunque no son todos los que
están, ni están todos los que son, no creo que sea mucho pedir que los que están
sean valientes y se olviden de una vez del “qué dirán” y dejen de guiarse por lo
que es o no es políticamente correcto. Es imperdonable que se cometan ahora los
mismos errores que en 1996 cuando llegaron por primera vez al Gobierno. Entonces
era comprensible que se “pasara página” y se mantuviera a gente que había sido
nombrada por Felipe González. Fue un grave error, pero disculpable por la
bisoñez del Gobierno de Aznar. Hoy sería inconcebible que se cayera en el mismo
error; y mucho más, si tenemos en cuenta lo que sucedió entonces por no cortar
por lo sano desde un principio.
Aunque de aquella lo pagamos muy caro, algunos
miembros del Gobierno de Mariano Rajoy, por lo que parece, no aprendieron
debidamente la lección. Y están cometiendo errores muy similares. Para que no
digan que son sectarios y les tengan por progres eligen para secretaria de
Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación a Carmen Vela Olmo, una miembro
destacada de la Plataforma de Apoyo a Zapatero y que en estas últimas elecciones
participó muy activamente en la campaña del candidato Alfredo Pérez Rubalcaba.
Una señora que aplaudió a rabiar los insultos vertidos por el cineasta José
Luis Cuerda contra el Partido Popular, sobre todo cuando soltó esta frase: ”para
que no vuelva el PP que es la turba mentirosa que piensa desde su imbecilidad
que todos somos más imbéciles que ellos”.
Fue la propia Carmen Vela la que escribió y leyó
en febrero de 2008 aquel famoso manifiesto de los artistas de la ceja, titulado
Defender la alegría, en el que se mostraban plenamente rendidos
a Zapatero. Su sectarismo ideológico es de tal calibre, que no
se conformó con apoyar la nueva ley del aborto aprobada por la administración
socialista. Firmó además el “contramanifiesto” famoso, escrito
para censurar el llamado “Manifiesto de Madrid”, subscrito por
un buen número de catedráticos, académicos e investigadores de renombre,
oponiéndose a la nueva ley del aborto. En dicho
“contramanifiesto” se defendía la solemne patochada de Bibiana
Aido, afirmando que no se pueden usar criterios científicos para considerar
“humano” a un no nacido.
El bagaje profesional de Carmen Vela Olmo es muy
limitado. Es licenciada en Química y graduada en Bioquímica por la Universidad
Complutense. Jamás ha estado al frente de ningún proyecto importante de
investigación, ni ha gestionado nada dentro de la Administración. Casi su único
aval se reduce a la presidencia, entre 2007 y 2010, de la Asociación de Mujeres
Investigadoras y Tecnólogas, una de esas asociaciones prácticamente feministas,
puestas de moda en la era Zapatero. Que Luis de Guindos haya elegido a esta
mujer para ocupar el importante cargo de secretaria de Estado de Investigación,
Desarrollo e Innovación, a pesar de su bajo perfil profesional, sorprendió
enormemente a la misma comunidad científica.
Con este nombramiento, se cubre de gloria nuestro
flamante ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos. Si conocía de
antemano la vida, las obras y los milagros de Carmen Vela y, a pesar de todo, la
nombra secretaria de Estado, habría cometido una enorme torpeza política. Sería
tanto como menospreciar a las personas del Partido Popular o independientes que,
sin lugar a dudas, tienen una preparación científica incomparablemente mejor que
la agraciada. Todo un error mayúsculo del ministro, ya que daría a entender que
le importan un pito los principios y las manifiestas referencias ideológicas,
enviando así un mensaje demoledor a los militantes del Partido Popular e
incluso a todos sus votantes.
Si Carmen Vela era una perfecta desconocida para
Luis de Guindos y alguien le aconsejó tan sorprendente nombramiento, está ya
tardando demasiado en cesarla fulminantemente, si es que ella no tiene la
gallardía de dimitir. Es cierto que, como dice la recién nombrada secretaria de
Estado, “la ciencia no tiene color político”. Pero no es menos cierto que Carmen
Vela sí tiene color político, y muy definido por cierto. Mantener el
nombramiento de esta mujer sería tanto como mantener a sabiendas un topo
peligroso del PSOE en la estructura del Gobierno del Partido popular. Ya harán
bastante daño, de manera inevitable, los topos o submarinos ocultos que pueda
haber entre los propios funcionarios.
No es solamente este el posible desliz del
ministro de Economía y Competitividad a la hora de seleccionar sus directos
colaboradores. Parece que a Luis de Guindos le van las personas alejadas
ideológicamente del ideario del Partido Popular. A la sonada elección de una
miembro destacada del clan de la ceja, hay que agregar también el nombramiento
de Concha Martín como directora de Comunicación de su ministerio. Hay que
recordar que Concha Martín es una histórica de El País, un
diario abiertamente socialista, desde donde ponía a caldo a los responsables de
Economía del Gobierno de Aznar, entre los que estaba el propio Luis de Guindos
como Secretario de Estado y número dos de Rodrigo Rato.
Demasiadas casualidades. Quizás Luis de Guindos,
con estos nombramientos, se haga acreedor del título de progre del año y que
los socialistas no le tilden de sectario y mucho menos de facha o fascista. Pero
habrá hecho un flaco favor al Partido popular y a sus votantes. Menos mal que
no se ha completado la fiesta manteniendo a Juan Antonio González, el famoso JAG
del caso Malaya y del caso Gürtel, en un puesto de responsabilidad dentro del
ministerio de Interior. El famoso súper policía de Rubalcaba y jefe de la
Policía Judicial, sí que trató de acercarse al Partido Popular, pero
afortunadamente, por lo que parece, en dicho mnisterio soplan otros vientos muy
diferentes.
Gijón, 11 de enero de 2012José Luis Valladares Fernández Criterio Liberal. Diario de opinión Libre
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