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viernes, 8 de junio de 2012

Pensando como campeones



Os dejo, a partir del excelente aporte de Carol Dweck, psicóloga en Stanford, algunas reflexiones sobre la mentalidad de crecimiento. Las formula en el ámbito del deporte pero se aplica a muchos otros:
“Muchos jóvenes atletas lo son de forma temprana, destacando por encima de sus pares desde muy pronto. Incluso puede ocurrir que no necesiten demasiada práctica o entrenamiento. Llega un momento, sin embargo, en que la habilidad natural no es suficiente y otros pueden empezar a adelantarles. El hecho de aprender a esforzarse es crítico para su éxito futuro pero en muchos casos no son capaces de hacerlo.”
Así que “No es cuestión de suerte”, como me dijo un profesor hace años al pedírsela para pasar una entrevista, sino que el tema depende más bien de lo que la autora denomina “Mentalidad de crecimiento”, que entiende que el esfuerzo es la mejor forma de mostrar la habilidad. No es que no exista el talento natural pero más que de genio, de lo que se trata es de esfuerzo para realizar un potencial.
Volviendo a nuestro título, la gente que piensa como campeona no solo cree en el poder del esfuerzo sino que mantiene que el esfuerzo es un valor.  Un estudio sobre actitudes así lo muestra y los atletas que creían que su éxito se debía a la práctica y el trabajo duro más que a talentos naturales tenían mejores resultados. Incluso (alerta para “coachers”) si eran sus entrenadores los que creían que era la práctica y el trabajo duro lo que llevaba al éxito, o  sus organizaciones las que así lo creían y potenciaban, obtenían mejores resultados.
Dicho desde distintas metáforas (en internet es bastante conocida la de Gladwell y los Outliers, genios que lo son por haber podido dedicar 10.000 horas de su vida a lo que realmente les apasionaba), lo importante es, como decía Picasso, que cuando llegue la inspiración nos pille trabajando.  Sigamos convirtiéndonos en lo que queremos en lugar de regocijarnos en lo que somos. “Becoming is better than being.”, dice Dweck.

En fin… a propósito de la falta de esfuerzo y sus consecuencias, terminar con una reflexión que me regala una lectora muy especial (no quiere que diga su nombre). Habla, a partir de un post reciente, sobre los distintos tipos de envidia y sobre la envidia sana, que también puede llevarnos a ser campeones:
“La envidia también es atrevida…y apasionada.
Solo es un instante el que se necesita para encender la chispa de la envidia…una ejecución brillante, una felicitación que no va dirigida a nosotros, una popularidad inesperada…y nuestro organismo se pone en marcha. Los ojos se empequeñecen, comienzan a vacilar, un ligero enrojecimiento en el rostro, un leve apretar de mandíbula, el pensamiento se nubla, se centra en el otro, sentimos dolor y el cuerpo se nos queda pequeño…deseamos estar fuera de nosotros,  donde está “el otro”. Y es que envidia viene de “envie” que significa deseo en francés.
Pero en el mundo virtual todo esto es inapreciable. Y es la expresión escrita y la actitud online la que delata  la emoción…alianzas con otros envidiosos, preguntas difíciles, ironía, descrédito,  y crítica hacia el otro envidiado, que no deja de ser nuestro objeto de deseo.
Aunque no siempre tiene que ser así. Los que aún no se encuentran en un estado grave de escasez interior, típico del envidioso, pueden canalizar esa emoción de forma positiva, convirtiéndose en un motor de mejora: me comparo, me disgusta mi posición, deseo mejorar…y trabajo para conseguirlo.
Simplemente magistral.
 
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