Libertad de expresión en la Guardia Civil.
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¿Existe la libertad de expresión en la Guardia Civil?, es una
pregunta que me he hecho en más de una ocasión. Está claro que si cada vez
parece más confusa la línea que separa libertad de expresión, de cualquier otra
cosa que puede acabar en sanción o condena, todavía es peor cuando el asunto se
mueve en las interioridades del oscuro cuerpo de la Benemérita. Al fin y al
cabo son militares y se rigen por unos códigos «éticos» distintos a los del
resto de mortales; unos códigos que también hay que decir que son bastante
caducos y a menudo inamovibles, pero son los que son y a nadie deberían
sorprender.
Libertad de expresión en la Guardia Civil, algo muy alejado
del cuerpo
De vez en cuando se escuchan noticias relacionadas con algún
díscolo que comenta o publica críticas del ejército o de la Guardia Civil, y
todas parecen acabar en arrestos y sanciones, más o menos mayores al principio,
y en su completa desaparición... como si nada hubiera ocurrido. No sé si esto
puede tener alguna relación con el alto nivel de suicidios que se producen en
el cuerpo (más de uno al mes de media desde hace décadas), cuestión de la que
hablaré en otro post más adelante, pero lo cierto es que la férrea disciplina
los tiene, en general, bastante callados.
Recientemente le han dado un varapalo judicial a un agente por
difundir a varios medios de comunicación que la Guardia Civil mantiene por todo
lo alto a 34 generales, solo para «dar lustre», con «un todo incluido como las
vacaciones en el Caribe que ofertan las agencias de viaje: servicio doméstico,
equipamiento de la vivienda y mantenimiento». Treinta y cuatro generales a los
que el cuerpo se lo paga todo: «hasta los gastos de detergente para la lavadora».
Otro comentario realizado en público por el agente:
La vida en los cuarteles está basada «en costumbres medievales
como cuando el señor feudal aplicaba caprichosas normas a su antojo».
Al final el alto Tribunal (militar, por supuesto), le ha recordado
al díscolo agente que la disciplina es un valor nuclear del cuerpo, y que sus
manifestaciones, pese a lo que alega, no parecían muy encaminadas a la
promoción de mejoras profesionales y sociales, limitándose simplemente al
descrédito de los generales, quedando sus maneras muy alejadas de lo que sería
el «buen modo exigible a los militares».
No puedo decir que esté a favor de los recortes de la libertad
de expresión que apunta el tribunal, pero quien se mete a Guardia Civil debería
asumir que es militar, y por tanto, debería hacerlo por vocación y adaptarse a
las normas que son conocidas por todos. Y el que no, pues que se dedique a otra
cosa.
Ramón Cerdá
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