La palabra de un policía, es preocupante que valga más
que la de un civil
by Ramón
Cerdá
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Es preocupante que la palabra de un policía o de otro tipo de
AUTORIDAD valga más que la de un civil, y más cuando está sobradamente
demostrado que los casos de falseamiento policial no son precisamente hechos
aislados. No es que salgan noticias de este tipo todos los días, pero las hay,
lo que hace pensar que puedan haber muchos más caso que, lógicamente, no se
pueden demostrar. ¿Es acaso una ficción eso que tan a menudo vemos en las películas
y series televisivas, donde los policías dejan pruebas o dicen haberlas
encontrado en posesión de alguien cuando son ellos mismos quienes las han
colocado allí? Puede que las obras de ficción hayan hecho mucho daño en ese
aspecto, pero no porque lo que digan no ocurra, sino porque a fuerza de verlo
tantas veces en la pantalla, haya a quien le pueda parecer de lo más normal.
Es preocupante que la palabra de un policía valga más que la
de un civil
Por suerte, al igual que ocurre con las denuncias falsas,
también a veces se llegan a averiguar ciertas actuaciones y complots para
imputar un delito falsamente a alguien. Bajo mi punto de vista, en asuntos
judiciales hay tres cosas horribles, que lamentablemente suceden a menudo:
1.- Que el culpable quede libre (para mí, lo menos preocupante,
porque mucho peor es lo contrario).
2.- Que el inocente acabe en prisión por un error (este es el
verdadero problema, por eso, ante la menor duda, es mejor que ocurra lo
contrario).
3.- Que el inocente, no solo acabe en la cárcel por un error
humano, sino por una denuncia falsa, una identificación fraudulenta, o un
complot policial.
El caso reciente que ha provocado este artículo:
Cuatro miembros de la Policía canaria han sido acusados de
prefabricar un presunto delito de atentado para acusar a un supuesto
alborotador que fue detenido en el carnaval de 2013. El juicio será en mayo de
2016.
Un subinspector ha sido acusado de haber lesionado con sus
propias manos a un agente novato. Se dice que lo metió en su despacho, apagó la
luz y, por sorpresa, se abalanzó sobre él, arañándolo en el cuello con un
objeto punzante para, a continuación, enviarlo a que lo viera el médico y poder
hacer creer al juez que había sufrido un atentado por parte de la persona a la
que habían detenido la noche anterior.
Se sentarán en el banquillo el subinspector, el novato, el
compañero de patrulla de este y el agente que actuó como secretario del
atestado.
Mi más absoluto desprecio hacia los policías que no tienen lo
que hay que tener.
Ramón Cerdá
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