Para una gran parte del
profesorado, la evaluación continua
significa poner muchos exámenes distribuidos en el tiempo. Es cierto que si
juntamos muchos puntos se convierten en una línea continua. Pero no se trata de
poner exámenes todos los días, sino de valorar la adquisición de competencias;
por ejemplo, con el trabajo del día a día del alumnado.
Realmente cualquier tipo de
evaluación requiere analizar un conjunto de evidencias. Lo más habitual es utilizar los
clásicos exámenes para dejar evidencias y garantizar la identidad de las
personas que las dejan. Así pues, una evaluación continua
eficaz y eficiente consistiría en analizar las evidencias que deja el alumnado
de forma continua y tener la certeza de la identidad del mismo. Y esto ¿cómo lo
podemos hacer?
La respuesta la podemos
encontrar en otros campos, por supuesto externos al contexto educativo. Por
ejemplo, si usted está buscando un viaje a Colombia para tener unos días de
descanso, de forma casi inmediata le aparecerá publicidad de viajes a Colombia,
hoteles, restaurantes y lugares para visitar. Todo ello le aparecerá en su
navegador, correo, incluso en la visita a este blog. Este mismo planteamiento
es el que se utiliza en los estudios de mercado, espionaje, ofrecimiento de
productos personalizados, etc. Expertos
aseguran que nuestros proveedores de servicios informáticos saben más de
nosotros que nosotros mismos.
Nuestro alumnado utiliza
tecnologías (sobre todo móviles) de forma continua. La utilizan en todo momento
y lugar, bueno, no siempre. El contexto formativo es un reducto donde se tiene
declarada la guerra a los teléfonos móviles (se prohíben, se confiscan y por
supuesto no se utilizan). Parece lógico pensar que si promovemos un uso
intensivo de la tecnología, una forma de utilizarla consistiría en analizar las
evidencias que deja nuestro alumnado al interactuar con nuestra asignatura (que
lo hacen constantemente).
De esta forma tendríamos un
“registro fósil” de todo lo que se ha realizado. Basta introducir sistemas de Learning Analytics
para obtener información que nos permitirá tomar decisiones, no sólo de
evaluación, sino para saber qué es lo que le hace falta a un determinado
alumno.
Comprobar la identidad es
sumamente sencillo, basta hacer un examen sobre las evidencias que ha dejado un
determinado alumno. Es decir, se le preguntará o demandará alguna acción sobre
lo que ha realizado.
La gestión de las
evidencias sería un factor disruptivo del paradigma formativo.
La evaluación continua se podría utilizar para evaluar de una forma más justa,
pero también se podría utilizar como proceso formativo, para saber identificar
lo que le hace falta a cada alumno y tomar las acciones correctoras oportunas.
El rol del profesorado
cambiaría drásticamente, la forma de aprender también y, por supuesto, la forma
de evaluar.
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