¿Pero dónde están los
alumnos? Decía el jefe de estudios de un centro universitario público y
presencial. No le salían las cuentas, tenía que haber 1400 alumnos, sin
embargo, a la hora del “recreo”, había poco más de 300 en el patio ¿Dónde está
el resto?
En la enseñanza pública es
la sociedad la que se hace cargo de la mayor parte del coste por alumno; es
decir, es quien paga a su profesorado, los recursos que utilizan, los
servicios, los laboratorios, etc. Parece pues que la persona que no va a clase
debería ser reprobada por la sociedad, e incluso expulsada, ya que no aprovecha
los recursos y se los quita a otra persona.
Pero no, la sociedad lo que
valora o reprueba son las notas, el expediente académico. Si el alumnado aprueba, toda va
bien, aunque no haya ido a clase. Si suspende, todo va mal, aunque haya ido a
clase.
Y si lo pensamos bien,
¿para qué va a ir un alumno a clase?, si los apuntes y las clases están en
internet, si el examen se basa en el estudio de esos apuntes y si, además, el
profesor puede ser un poco soso. Pues el alumnado preferirá dedicar su tiempo a
otras cosas, incluso quedarse tranquilamente en su casa estudiando. Lo
importante es aprobar, no asistir a clase.
Parte del profesorado echa
la culpa a internet y, por tanto, pretende volver a la Edad Media, para que el
alumnado no tenga otra posibilidad de acceder al conocimiento más que en el
aula y con el profesorado como única fuente. Otra parte del profesorado
aprovecha la muy mal utilizada evaluación continua como arma opresora contra el
alumnado (cada dos días un examen). Y otros utilizan estrategias “innovadoras”,
como puntuar la asistencia a clase y, al mismo tiempo, impedir presentarse al
examen si tiene más de 4 faltas de asistencia.
Actualmente se puede
acceder a conocimiento sobre cualquier asignatura presencial o virtual a través
de internet. Por lo que el profesorado debe ser consecuente con la situación
actual y adaptarse a ella. La
enseñanza presencial debe adaptarse mucho y lo antes posible. En caso contrario
será el alumno quien se adapte y, entre otras cosas, optará por hacer virtual
la enseñanza presencial.
Si no nos
adaptamos, la sociedad dejará de preguntarse ¿por qué un alumno no va a clase?
Se preguntará ¿por qué un profesor va a clase?
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