La Resiliencia (del latín “resilio” o volver a
atrás) es un término que inicialmente fue utilizado por la Ingeniería con objeto
de definir la capacidad que tiene un material para recobrar su forma original
tras estar sometido a una presión deformadora. En los años setenta del pasado
siglo la Psicología Positiva lo incorporó a su doctrinario identificando como
“resiliente” a todo individuo que, frente a las adversidades, desarrolla un
fuerte espíritu de lucha y adaptación que le permite reconstruirse y desarrollar
valiosas propuestas de futuro para él y los demás.
Para mi desgracia pero inevitablemente, de nuevo
vengo con nuevos términos que tienen otros antecedentes mucho más reconocibles
en nuestro acervo lingüístico tradicional. En este caso, podríamos decir que una
persona “resiliente” es algo similar a lo que siempre hemos conocido por
“estoica” (fuerte ante la adversidad y la desgracia) pero, ¡qué le vamos a
hacer!, en ocasiones parece que lo nuevo siempre es mejor y más apropiado aun
sin muchas veces serlo.
Una de las tipologías humanas que más interés
despierta a los biógrafos o los directores de cine es la de esos personajes que
han construido su vida a partir de una sola ley: “Levantarse siempre una vez más
de las que se han caído”. Ejemplos como Gandhi, Nelson Mandela, Stephen Hawking,
Ana Frank, Teresa de Calcuta o muchos de los grandes conquistadores del mundo
pre-contemporáneo son arquetipos del espíritu de “flotabilidad” que distingue a
los triunfadores de aquellos que se resignan a asumir calladamente sus
circunstancias. Pero como aquellos y sin conocerlos, estoy convencido que
existen otros muchos que de forma más anónima han construido sus vidas desde el
compromiso asumido con su futuro y la entereza de ánimo necesaria para
lograrlo.
No hay una sola receta que asegure como
implementar exitosamente la Resiliencia en nuestra vida sino que, como toda
buena paella, es un conjunto de ingredientes que sabiamente combinados ofrecen
un resultado muy apetecible.
Los diez más determinantes, quizás podrían
ser:
- Autoestima: La positiva percepción que se tiene de uno mismo.
- Introspección: La auto-observación ecuánime.
- Independencia: El mantenimiento de la necesaria distancia física y emocional ante lo que nos afecta sin caer en el aislamiento.
- Sociabilidad: La tendencia a establecer lazos emocionales con los demás.
- Iniciativa: La capacidad de fijarse metas y caminar hacia ellas.
- Sentido del Humor: La práctica constante en la búsqueda del lado cómico de la vida.
- Creatividad: La innovación dentro de la rutina.
- Empatía: La orientación hacia la comprensión de las circunstancias que afectan a los demás.
- Pensamiento Crítico y Analítico: La reflexión sobre las causas de la adversidad y la identificación de sus soluciones.
- Perseverancia: El mantenimiento firme en las actuaciones necesarias para la consecución de los objetivos propuestos.
Ser resiliente, más que una virtud, hoy en día es
una necesidad ante esta compleja realidad que no facilita nada y exige mucho a
quienes habían olvidado ya que la vida no es más que una montaña rusa, cuyo
final siempre coincidirá con el principio por muchos y vertiginosos “subeybajas”
sobrevividos.
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