¡¡TE RECOMIENDO LEER EL
ARTICULO SIN SALTARTE UNA COMA!!!
“¿Quiénes son los
pobres? Los nietos de los ricos”. Aforismo castellano
Cuando analizas lo que
ocurre en una empresa o una sociedad, debes buscar las causas que provocan su
situación, porque sólo trabajando sobre las causas, puedes cambiar los efectos.
Y no tengo ninguna duda de que una de las principales causas de la prosperidad
que vivimos en los años pasados fue la actitud de la generación de nuestros
padres, y una de las principales causas de la crisis, es haber perdido esa
actitud.
Recuerdo que hace años,
un empresario brillante que viajó a China para hacer negocios, me comentaba:
“China va a ser imparable. Cuando llegas allí el ambiente te recuerda la España
de los años 70. Todo el mundo quiere trabajar mucho, ahorrar, comprarse su casa,
su coche, que sus hijos vayan a la universidad… Cuando una generación está así
centrada, no hay quien la pare” Este pensamiento me hizo reflexionar entonces y
me ha vuelto a la memoria al contemplar a las tres generaciones que
convivimos.
Mis padres tienen en
torno a 70 años, y siempre han sido un ejemplo de trabajo, honradez, austeridad,
previsión y generosidad. Pertenecen a una generación que, como dice mi padre,
les tocó el peor cambio: de jóvenes trabajaron para sus padres y de casados para
sus hijos.
Son gente que veían el
trabajo como una oportunidad de progresar, como algo que les abría a un futuro
mejor, y se entregaron a ello en condiciones muy difíciles. Son una generación
que compraba las cosas cuando podía y del nivel que se podía permitir, que no
pedía prestado más que por estricta necesidad, que pagaban sus facturas con
celo, y ahorraban un poco “por si pasaba algo”, que gastaban en ropa y lujos lo
que la prudencia les dictaba y se bañaban en ríos cercanos, disfrutando de
tortillas de patata y embutidos, en domingos veraniegos de familia y
amigos.
Y tan sensatos,
prudentes y trabajadores fueron, que constituyeron casi todas las empresas que
hoy conocemos, y que dan trabajo a la mayoría de los
españoles.
Sabían que el esfuerzo
tenía recompensa y la honradez formaba parte del patrimonio de cada familia. Se
podía ser pobre, pero nunca dejar de ser honrado.
La democracia
significaba libertad y posibilidades y seguir viviendo en armonía y
respeto.
Y cometieron los dos
peores errores imputables a esa generación:
1) “Que mis hijos no
trabajen tanto como trabajé yo”. Nos cargamos la cultura del esfuerzo y del
mérito de un plumazo, convirtiendo el trabajo en algo a
evitar.
2) “Como tenemos unos
ahorrillos, hijo, tu gasta, que para eso están tus padres”. Con lo que mi
generación empezó a pensar que el dinero nacía en las cuentas corrientes de sus
padres, que daban la impresión de ser inagotables y que los bancos eran unas
fuentes inagotables de hipotecas, rehipotecas y
contrarehipotecas.
Y entonces, eclosionó
nuestra generación (yo soy del 67). La generación de los nuevos ricos, la
generación de “los pelotazos”, del gasto continuo, de la especulación, de la
ingeniería financiera, de la exhibición del derroche, la de lo quiero todo y lo
quiero ya, la de “papá dame”.
Y todos nos volvimos
ricos (en apariencia), todos nos convertimos en gastro-horteras. ¿Conocéis a
alguien que se atreva a comer un bocata de chorizo? Le corren a gorrazos por
paleto. Ahora hay que comer hamburguesas deconstruidas al aroma de los almendros
al atardecer. ¿Y qué decir del vino? Pasamos del Don Simón con Casera, al Vega
Sicilia sin fase de descompresión. El vino ya no está “bueno”, ahora tiene
matices a fruta del bosque, con un retrogusto alcohólico, que adolece de un
cierto punto astringente, con demasiada presencia de roble. Esto, por supuesto,
a golpe de docenas de euro, que para ser un “enterao” hay que pasar por
taquilla. ¡Y es que pocas cosas cuestan tanto, como ocultar la
ignorancia!
Somos la generación de
“endeudarse para demostrar que eres rico”.
Increíble pero
cierto.
- ¿Sólo debes 500.000
€? Es que eres un cutre. Mira, nosotros debemos ya 2.000.000 y nos están
estudiando una operación por otros 2 más.
- Vosotros sí que
sabéis sacar provecho al sistema… Ojalá yo algún día pueda deber esas
cantidades. ¡Cuánto envidio tus préstamos!
En Alemania no daban
abasto a fabricar Mercedes, Audis, BMW para los
españoles.
Irrumpió Europa en
nuestras vidas y llegó en forma de mega infraestructuras que producían mega
comisiones para todos los involucrados. ¡Viva el cazo! ¡Viva el yerno del Rey!
¡Que se besen los padrinos! Además llovían las subvenciones, nos daban una
fortuna por plantar viñas y luego a los dos años otra fortuna por arrancarlas.
Que llegaba un momento que no sabías si tenías que plantar o arrancar. A
propósito, ¿Qué toca este año?
Si algún “tarao” dice
que hay que parar esto, se le lapida y “que no pare la fiesta”. Por supuesto que
todos estamos de acuerdo que esto es imposible que se sostenga, pero hay que
empezar a recortar por el vecino, que lo mío son todo derechos esculpidos en
piedra en la sacrosanta constitución.
De la siguiente
generación mejor no hablar (lo dejaré para otro post). Esa es la generación que
dice el aforismo que será pobre, por ser nieta de
ricos.
Si somos incapaces de
volver a los valores con los que se construye una sociedad sostenible, nos
hundiremos, eso sí, cargados de reivindicaciones.
En mi casa siempre he
tenido un ejemplo vivo de cordura, honradez y esfuerzo. Y no han sido menos
felices que nosotros. Los psiquiatras, de hecho, dicen que al revés, que han
sido bastante más. Debe ser que la sencilla tortilla, el melón fresquito,
comprar el sofá cuando se podía, poner las cortinas cosidas por nuestra madre,
con ayuda de la abuela, trabajar y echarle huevos para emprender (aunque no lo
llamaban así) no debía ser mala receta.
Desde aquí quiero dar
las gracias a mis padres y a toda esa generación que nos regalaron un país
cojonudo, que nos hemos encargado de arruinar (entre todos, que todos hemos
aplaudido la locura), y que sólo con que nos descuidemos un poquito más, le
vamos a dejar a nuestros hijos un protectorado chino, donde serán unos esclavos
endeudados y tendrán unas historias legendarias sobre la prosperidad que crearon
sus abuelos, empeñaron sus padres y son incapaces de imaginar los
nietos.
Estamos a tiempo de
cambiarlo, pero cada vez tenemos menos. Podemos encontrar maestros en
casa.
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