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miércoles, 19 de diciembre de 2012

El PSOE, herido de muerte

  • El PSOE, herido de muerte


  • Hoy LA GACETA publica todos los datos sobre la trama del caso Campeón. Este caso no pasaría de ser uno más de las docenas de episodios de corrupción que enfangan nuestra vida política si no fuera porque entre los imputados figura un ex ministro, el socialista gallego José Blanco, y porque además la investigación ha encontrado serios indicios de conexiones entre la trama gallega y la catalana, en la que estaría implicado Oriol Pujol Ferrusola, secretario general de CiU e hijo del que fue durante decenios presidente de la Generalidad, Jordi Pujol.
    Estas circunstancias hacen que el caso revista muy especial importancia y haya alcanzado notoriedad nacional. Alguien ha dicho, con mucha razón, que la corrupción política es siempre corrupción económica. Añadamos ahora que los mecanismos de la corrupción suelen ser muy parecidos casi siempre, porque se trata de derivar el dinero público a bolsillos particulares ilícitamente, amparándose en las influencias de altos cargos y, con mucha frecuencia, en decisiones políticas teóricamente regladas y en la práctica arbitrarias gracias a falsedades documentales y otras violaciones de la ley. Desde el punto de vista judicial, el caso ofrece cuestiones de competencia y otros vericuetos técnicos que harán imposible satisfacer el deseo manifestado por Alfredo Pérez Ru-balcaba, en el sentido de que se cierre este asunto cuanto antes; en su día los tribunales dirán su palabra.
     Pero políticamente el caso Campeón significa otro duro golpe a un partido socialista a la deriva, sin señas de identidad, en el que, en cuanto alguien escarba un poco, aparecen aquí y allá signos de podredumbre política, legal y moral intolerables. Es posible que este diagnóstico pueda ser, al menos en parte, aplicable a muchos otros partidos políticos, sean nacionales o de ámbito autonómico, pero esto no exonera al PSOE de muy graves responsabilidades colectivas que, en un país normal y decente, serían suficientes para su disolución.
     Hace muy poco, uno de los dirigentes socialistas madrileños decía que España necesita un partido socialista fuerte. Sus palabras iban encaminadas a dar un poco de ánimo a una militancia desolada, pero en el fondo no le faltaba razón, al menos en reclamar un partido de centro izquierda sólido que sirva de contrapeso a otro de centro derecha igualmente robusto. Pero está por ver que ese partido haya de ser el fundado por Pablo Iglesias, desnortado y herido de muerte por la peor de las pestes: la corrupción.
 
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