José María Ruíz-Mateos, descanse en paz
by Ramón
Cerdá
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Muchos lo recordarán como algunos quieren que se le recuerde,
como un delincuente de guante blanco, sin corazón, capaz de realizar las
mayores estafas empresariales imaginables, y no digo yo que José María
Ruíz-Mateos no haya cometido nunca fraude alguno, pero soy de los que (a pesar
de que tenía 18 años por aquel entonces) todavía recuerda aquella nefasta fecha
de 1983, siendo además 23F, cuando poco después de estar Felipe González a
cargo de nuestra España, y siendo Boyer ministro de Hacienda (lo fue del 82 al
85), el Gobierno cometió lo que bajo mi punto de vista fue una gran atrocidad:
la expropiación de Rumasa. Recuerdo a Boyer por dos cosas; la primera es esta,
y la segunda es su eslogan: Hacienda somos todos.
Mi pequeño homenaje a José María Ruíz-Mateos
Yo que por aquel entonces creo que solo había presentado una
declaración de renta, o puede que dos, quedé marcado de alguna manera por esta
actuación. Fue mi primer encuentro con la realidad de Hacienda; un encuentro
virtual, eso sí, porque en nada me afectó la expropiación, salvo en lo que
quedó grabado en mi mente. Para mí las cosas cambiaron en aquel momento y es
una de esas situaciones que siempre me ha rondado la cabeza y que nunca he olvidado.
José María Ruíz-Mateos se convirtió en una amenaza; era un
empresario muy particular que hacía las cosas a su modo y no le gustaba dar
explicaciones a nadie. Lo cierto es que creó mucho empleo y mucha gente le
está, o le estuvo agradecida, pero desde la expropiación nada fue igual. Nadie
imaginaba que años después reaparecería con otro megacomplejo empresarial: Nueva-Rumasa,
que por lo poco que sé, supongo que tendría su origen en lo que el Gobierno
español no le pudo expropiar. Recordemos que cuando sucedió todo, José María
Ruíz-Mateos marchó a Londres. Sus buenos motivos tendría; seguramente, además
de para mantenerse alejado de la Justicia española en la que no confiaba (y no
era la cosa para menos), se dice que desde allí manejaba los hilos de la otra
Rumasa, la internacional, donde no llegaron los largos dedos de Boyer.
Después de la expropiación hubo otro gran cambio en la vida de
José María Ruíz-Mateos; debido a que se sintió traicionado, abandonó el Opus.
Nadie quiso apoyarlo y lo dejaron solo contra el Gobierno. Pero lo cierto es
que salió a flote, aunque las cosas ya no volvieron a ser como antes; ya no
hubo período alguno de gloria y todo fue un sin parar de problemas jurídicos y
deudas acumuladas. Lo último fue lo de los pagarés; le falló la financiación de
su «amigo» Botín y posiblemente eso fue la gota que colmó el vaso de sus
problemas.
Aunque no haya acabado en la cárcel, los últimos años para él
deben de haber sido peor que una condena. Por lo que se dice, todos, o casi
todos, habían acabado abandonándolo, incluso sus hijos y su mujer. Vivía solo
en su finca, como un fantasma con las ventanas cerradas
Su muerte habrá sido su liberación para él.
Quiero desde aquí mostrarle mi respeto.
D.E.P.
Ramón Cerdá
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