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miércoles, 30 de septiembre de 2015

¿Por qué no avanza la innovación educativa como lo hacen las innovaciones en otros contextos?

¿Por qué no avanza la innovación educativa como lo hacen las innovaciones en otros contextos?

lavadora
Fotografía by A. Fidalgo
Las empresas suelen poner en el mercado productos y servicios más fáciles de manejar que los anteriores, más baratos y eficaces. Por ejemplo, cuando sale una nueva lavadora, ésta lava más blanco, consume menos agua y energía, tiene más programas, mayor capacidad, se adapta a distintos tipos de ropa y, además, todo lo hace más rápido y sencillo que la lavadora anterior. Si compramos esa nueva máquina, el trabajo de lavar la ropa se facilitará. Sin embargo, la empresa que ha desarrollado esa lavadora ha incorporado innovaciones, ha invertido grandes sumas de dinero, dedicado mucho tiempo y esfuerzo. Todo ello para conseguir un producto cuyo ratio coste/prestación resulte atractivo para los usuarios.
Lo mismo ocurre con la innovación educativa. Una cosa es desarrollar un nuevo producto o servicio y otra diferente aplicarla. Realizar una innovación que genere un producto o servicio exportable es costoso, hay que comprobar el impacto en el aprendizaje y, sobre todo, conseguir que al profesorado le merezca la pena utilizarlo; es decir, hay que conseguir un ratio coste/prestación que resulte atractivo para profesorado y alumnado.
Aplicar una innovación educativa debe facilitar (al profesorado y alumnado) la realización de los distintos procesos formativos y de aprendizaje, a la vez que se mejoran los resultados. Así mismo, aplicar innovaciones educativas también es innovar, ya que se puede hacer un seguimiento de la eficacia de esa innovación, contribuir a expandirla e incluso a mejorarla. Así pues, aplicar una innovación educativa debe ser sencillo, reducir el esfuerzo y conseguir mejorar las prestaciones de la formación – aprendizaje.
Sin embargo, en el mundo de la educación, la mayoría del profesorado se empeña en ser desarrollador y usuario a la vez. Cada profesor hace su propia innovación educativa, por él y para él. No suele hacer la innovación para generar un nuevo producto o servicio, sino para su consumo personal.
Es como si en cada casa desarrollásemos nuestra propia lavadora, sin compartir las innovaciones, ni los procesos novedosos, o los dispositivos creados. Evidentemente el coste que tendría cada casa en el proceso de innovación sería muy elevado y muy centrado en las necesidades concretas de cada hogar. Con este método, avanzar en el diseño y producción de nuevas lavadoras se convertiría en el desarrollo más caro, lento e ineficaz del mundo.
¿Piensan que exagero? Pues sí, tienen razón, exagero, ya que el símil no sería una lavadora en cada casa, sino una para cada miembro de una misma familia. Lo cierto es que suena un poco estúpido ¿cada miembro de la familia desarrollando su propia lavadora? Pues eso pasa en el mundo de la educación, cada profesor de un mismo centro desarrollando su propia innovación.
Alguien tendría que decir a esa familia, que se consiguen mejores resultados si se ponen en común las necesidades, se concentran esfuerzos, comparten desarrollos y sobre todo si piensan en otras familias que tienen necesidades similares a las suyas. Alguien debería decir a los centros, universidades y gobiernos que si desean que se mejore el mundo educativo, se debe gestionar de forma mucho más eficaz la innovación educativa.
 
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