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lunes, 10 de octubre de 2016

Los Derechos humanos no se mendigan se exigen. Los socialistas deben comenzar a patear los culos de los dirigentes que en vez de estar con el pueblo y con sus militantes están con los chorizos y saqueadores.

No puedo dejar de dar a conocer este artículo escrito por una persona que lleva años luchando por la Justicia y por los Derechos Humanos, estoy hablando del que durante muchos años lideró el Sindicato Unificado de Policía, el SUP. José Manuel Fornet. Es una denuncia y un artículo pequeño pero claro, dice la verdad y está escrito como una autopista, con el corazón y a cielo abierto.

Existen problemas graves en España, y una idea en el horizonte: Los únicos y exclusivos responsables, los políticos que han estado pateando los culos de España y de los Españoles. Ahora ha llegado el momento de salir a las calles, y patearles los culos a los responsables del casos y la tropelía que durante el periodo democrático han generado, e impedir un pacto de nuevo cuño que sólo protege a los de siempre y a los que sólo saber robar y saquear.


Las esencias socialistas de Corcuera

José Manuel Sánchez Fornet.  

José Luis Corcuera nació en Burgos en 1945; en su juventud trabajó como electricista en la industria en Bilbao, fue destacado sindicalista en la UGT donde ocupó la secretaría de Acción Reivindicativa, hasta que dimitió de la misma en 1985 cuando ya era también diputado del PSOE por Vizcaya. Con su dimisión tomaba partido a favor del PSOE y Felipe González en las discrepancias que mantuvo con Nicolás Redondo y UGT, que desembocaron en la huelga general de 1988. Hay hasta quien dice que el nombramiento de Corcuera como ministro de Interior del Gobierno de Felipe González, el 7 de julio de 1988, fue un impulso importante para que se convocara la huelga general el 14D del mismo año, la de mayor seguimiento conseguido en la reciente historia de España.
CORCUERA, LEY 1/92, FONDOS RESERVADOS Y TALANTE DEMOCRÁTICO
Siendo ministro de Interior hizo un uso sorprendente del dinero de fondos reservados que utilizó para regalar joyas a mujeres de mandos policiales. Lo reconoció y defendió como si le fuera la vida en ello, su derecho a usar esos fondos cuantiosos destinados a combatir delitos para agasajar a mujeres de mandos y garantizarse su complicidad más allá de lo legalmente exigible. Y no pasó nada.
No parece que tuviese ningún control ni responsabilidad sobre lo que hicieran los directores generales de la Policía y la Guardia Civil. Carlos Conde Duque, nombrado por él en 1991, se vio inmerso en una polémica por sus millonarias posesiones y activos al dejar la Dirección General de la Policía (pasó a ser delegado del Gobierno en Castilla y León), negándose a decir si había recibido dinero de los fondos reservados. También se vio inmerso en una polémica por enriquecimiento ilegal Rodríguez Colorado, antecesor de Conde Duque en la dirección general de la Policía, y no hace falta hablar de Luis Roldan, director general de la Guardia Civil. El ministro estaba trabajando en una ley para controlar a millones de ciudadanos honrados en las calles del país sin respetar sus derechos civiles, y como además controlaba y repartía fondos reservados para las mujeres de los mandos no se enteró de nada de lo que pasaba en las direcciones generales de Policía y Guardia Civil.
Corcuera hizo una ley, la 1/92 de Seguridad Ciudadana, que le pedían los mandos más retrógrados de las fuerzas de seguridad, los que colocan la seguridad por encima de la libertad y los derechos civiles, y consiguió que se la aprobaran salvo en lo de la “patada en la puerta” (violar cualquier domicilio sin mandamiento judicial), abriendo la posibilidad a millones de identificaciones arbitrarias e ilegales que se siguen llevando a cabo hoy. El Tribunal Supremo, en sus argumentos para validar la ley y la potestad de la Policía para identificar a un ciudadano en la vía pública, reflejó que era legítimo hacerlo siempre que “la persona identificada resultara sospechosa de haber cometido un delito o de que puede cometerlo”. En contra de esa interpretación, desde entonces y hasta hoy se organizan “filtros” (controles) en cualquier calle, se cachea a cientos de ciudadanos para conseguir encontrar unas dosis de droga para consumo propio a dos o tres personas y justificar así el trabajo policial. Esta es la gran aportación de José Luis Corcuera al socialismo que con tanto ahínco defiende ahora. Mientras esto pasa, cada mes hay miles de llamadas de emergencia al 091 o 062 de la Policía y la Guardia Civil que quedan sin atender. Se llevan a cabo millones de identificaciones indiscriminadas, sin razón y por lo tanto ilegales, gracias a la ley de Seguridad Ciudadana de Corcuera, ratificada en fechas recientes por la ley “Mordaza” del PP, que mantiene la filosofía policial que implantó el ministro socialista de plenos poderes policiales con desprecio a los derechos civiles de la ciudadanía. Así actúan todos los cuerpos de seguridad desde 1992.

Lo expresó un día en el Consejo de Policía señalando que el perfil idóneo para seleccionar a los policías era que fueran fuertes y obedientes, siendo secundaria cualquier otra condición.

También fue determinante su “filosofía” respecto a la formación policial. Nada de policías bien formados y que tuvieran conciencia de su servicio, cumpliendo las leyes y protegiendo los derechos de la ciudadanía. Lo expresó un día en el Consejo de Policía señalando que el perfil idóneo para seleccionar a los policías era que fueran fuertes y obedientes, siendo secundaria cualquier otra condición. Una concepción claramente militar que nada tiene que ver con la función policial. Un soldado debe obedecer las órdenes y el mando que las imparte es responsable porque la obediencia es un valor por encima de cualquier otro en la milicia, pero no en la Policía, porque no existe la obediencia debida y cada policía responde personalmente de sus actos ante la autoridad judicial.
Ser buen soldado es obediencia al mando, ser buen policía es saber distinguir órdenes legales de las que no lo son, no permitir que se vulneren derechos constitucionales, humanos y civiles de la ciudadanía, que es una exigencia legal como principio básico de actuación de cualquier policía y que no puede ser sustituida por ninguna orden. En el momento en que hay una orden ilegal la obligación del policial en cumplimiento de la ley es oponerse a ella.
Lo que quería Corcuera no era una policía democrática, era una policía de valores militares y poca formación, y lo consiguió. Vistos los actos del día de la Policía del 2 de octubre pasado, el uso de armas largas y disparos de salva, la presencia de la religión en los actos, y la actividad operativa que se desarrolla ante la ciudadanía, se puede decir que lo avanzado en los primeros años de gobierno socialista en cuanto a desmilitarización y respeto a los derechos civiles de la ciudadanía se estancó y empezó a retroceder en el mandato de Corcuera. Y desde entonces ese viaje de retroceso no se ha detenido.

LA DEMOCRACIA INTERNA EN LA GUARDIA CIVIL

Con todo esto, en mi opinión lo peor de su mandato fue la persecución a la que sometió a los miembros demócratas de la Guardia Civil, los del SUGC (Sindicato Unificado de la Guardia Civil), para lo que se organizó todo un plan (“Operación Columna”), se compró a periodistas, se infiltró a guardias de la lucha contra el terrorismo en el SUGC y se llevaron a cabo actuaciones tan desproporcionadas como interceptar las seis cabinas telefónicas públicas del pueblo donde estaba destinado José Morata, sargento expulsado por su defensa de la democratización del cuerpo y promotor de la asociación COPROPER-6J, antecedente de la actual AUGC. Morata sigue expulsado, con otros compañeros, a pesar de una Proposición No de Ley aprobada en el Congreso por unanimidad en el año 2010 facultaba al Gobierno para promover el reingreso de todos a la Guardia Civil. Ni el PP ni el PSOE han hecho nada ¿Por qué votan a favor entonces?
Muchos de los detenidos en la “Operación Columna” fueron encarcelados en prisiones militares, otros en psiquiátricos y algunos en ambos, y a varios de ellos les quedaba una secuela en forma de tic en el cuello que les hacía mover involuntariamente la cabeza con espasmos continuos. Eran guardias de distintos lugares de España que coincidieron en las prisiones y psiquiátricos militares. Y todo ello cuando ya hacía muchos años que en cuerpos policiales militarizados y en ejércitos del centro y norte de Europa existían sindicatos, que siguen existiendo hoy y no han sido un elemento extraño para los regímenes democráticos donde trabajan sino al revés.

Y ahora, ya jubilado, se arroga ser poseedor de las esencias socialistas. Así le va al PSOE si el faro que los guía o la luz que alumbra a sus dirigentes la porta José Luís Corcuera, uno de los instigadores de la “patada en la puerta” del pasado Comité Federal con la que se les fue la mano y en vez de la puerta tiraron el edificio y el partido con sus 137 años de historia.

La persecución más implacable contra los guardias civiles demócratas se llevó a cabo entre el 88 y el 91, siendo Corcuera ministro, aunque tanto él como Rafael Vera siempre dijeron que era cosa del ministro de Defensa, Narcís Serra, cuyos méritos quizás le valieron ser nombrado vicepresidente primero del Gobierno de González y después director de Caixa Catalunya, denunciado años después por prácticas corruptas en la gestión de la entidad por la fiscalía anticorrupción.

No hay democracia que merezca tal nombre donde se hayan producido abusos contra servidores públicos, presuntamente amparados en la ley, de esta magnitud. Solo un régimen político indigno de llamarse democracia puede tolerar esas prácticas propias del régimen más feroz contra los derechos humanos. Dudo mucho que en un país en guerra quienes fueran traidores recibieran esa tortura. Y las víctimas eran, y son, funcionarios públicos, servidores del Estado, agentes que quieren una Guardia Civil más democrática, equiparable con cuerpos similares de otros países y cuyos miembros sean profesionales y no soldados obligados a disparar pelotas de goma a náufragos por su condición militar. La ley del mar y todas las leyes de la humanidad dicen que al peor asesino que esté en riesgo de ahogamiento lo rescatas y después lo sometes al imperio de la ley. No hace falta ni ley para entender esto. Que a hambrientos inmigrantes que no sabían nadar, helados en el mar y de noche, un mando militar de la Guardia Civil ordene disparar y siga en activo demuestra el nivel de ignominia en que se trabaja en ese cuerpo, y personajes como Corcuera han sido determinantes en que esta situación se mantenga, combatiendo por tierra mar y aire, legal e ilegalmente, a los que pretendían una situación distinta, mejor, democrática, razonable, homologable con cuerpos de policía más o menos militarizados de países democráticos.

RETRATO DE MINISTRO DE UN PSOE QUE NO VOLVERÁ

Conocí a Corcuera siendo secretario general de Madrid del sindicato policial mayoritario, y coincidiendo con su mandato fui elegido secretario de organización nacional (1989) y secretario general (1992). Su asesor para asuntos sindicales, Jesús Armendariz, tras acumularme cinco expedientes disciplinarios por la comisión de faltas graves consecuencia de críticas públicas contra el ministro, me amenazaba con expulsarme de la Policía. La crítica no era bien recibida en Castellana 5 pero no consiguió callarla.
En el año 2006, con motivo de los continuos insultos del locutor Jiménez Losantos contra la Policía y los policías de ideas socialistas a los que hacía cómplices del 11M, difundí una carta crítica hacia el locutor que le llegó a Corcuera, alguien le facilitó mi teléfono y me llamó para felicitarme por la claridad de lo manifestado, ignorando que esa misma claridad me había costado cinco expedientes disciplinarios cuando él era ministro de Interior por criticar sus políticas y los errores que se cometían en la Policía. Coherencia.

Corcuera representa a un PSOE irreconocible para muchos de sus militantes, un partido que posiblemente haya sido enterrado la pasada semana gracias a socialistas como él por más que todavía no se haya oficializado el entierro.

Con motivo de la feria de Sevilla, en el año 2011 fue denunciado por un policía local por pretender acceder a la zona reservada de coches oficiales con el vehículo oficial que seguía utilizando 18 años después de haber dejado su cargo de ministro. Finalmente accedió a la zona reservada pero por la denuncia fue condenado a 300€ de multa. Otro ejemplo de coherencia de Corcuera y su ley aplicable a otros pero no a él.
Corcuera fue un ministro que no escatimó dinero para comilonas con políticos y mandos policiales; tampoco fue tacaño en el uso de fondos reservados, con los que regó bien a la cúpula policial de sobresueldos y a sus señoras de joyas, adquiridas con dinero para combatir el terrorismo, el narcotráfico, comprar confidentes, etc., y sobre todo se empeñó en sacar adelante una ley que vulneraba los derechos civiles de la ciudadanía (cada dos meses había que llevar los libros de presentados en comisaría al fiscal; en 23 años de vigencia ni un solo libro de ninguna dependencia policial fue trasladado a la fiscalía ni ningún fiscal los reclamó); y ahora, ya jubilado, se arroga ser poseedor de las esencias socialistas. Así le va al PSOE si el faro que los guía o la luz que alumbra a sus dirigentes la porta José Luís Corcuera, uno de los instigadores de la “patada en la puerta” del pasado Comité Federal con la que se les fue la mano y en vez de la puerta tiraron el edificio y el partido con sus 137 años de historia.

Corcuera se manifiesta como poseedor de las esencias socialistas desde la oligarquía del coche oficial y su buena pensión, sin haber rendido cuentas ni por el uso de fondos reservados ni por el desprecio a los derechos de la ciudadanía que provocó su ley, y se dice preocupado por el interés de España, su España, la de esta peste de dirigentes que han vivido muy bien en este país de corrupción y pandereta, y que al ver que peligraba su cómoda forma de influir en el partido no han dudado en romperlo, destruirlo, derrotarlo, porque para ellos siempre fue una excusa para mantener su buen yantar y mejor vivir. Corcuera representa a un PSOE irreconocible para muchos de sus militantes, un partido que posiblemente haya sido enterrado la pasada semana gracias a socialistas como él por más que todavía no se haya oficializado el entierro.
 
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