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Felipe González y Jordi Pujol: razones científicas por
las que la “casta” intercambia su corrupción para taparla
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¿Por qué la “casta”
del régimen está tan nerviosa? ¿Que cree que va a ocurrir dentro de 9 meses
cuando haya que votar de nuevo? “Ilumina repasar lo que el sociólogo
germano-italiano Robert
Michels escribió sobre los partidos y sus dirigentes hace ya
más de cien años” sugiere Josep
M. Vallès, profesor de Ciencia Política (UAB): los partidos
están sujetos a una “ley
de hierro” de las oligarquías. Otros como Vilfredo Pareto lo
advirtieron: el 20% ostenta el 80% del poder político y económico, mientras que
el otro 80% se reparte el 20% restante de la riqueza y la influencia política.
Incluso Gaetano
Mosca: “un núcleo dirigente, integrado por un número reducido
de personas o de familias, gozan de un poder muy superior al de las demás”. Y a
ellos Vallès
añade “al célebre (Thomas)
Piketty” (Paris
School of Economics), el economista más leído de los últimos
años y autor de “El
Capital en el Siglo XXI" (semanas a la cabeza de los best
sellers de “The New
York Times” y el más influyente desde “La democracia en América”,
de Alexis de
Tocqueville): la desigualdad es hoy tan enorme que para
combatirla habrá que establecer impuestos confiscatorios (de hasta el 80% de su
riqueza) a los más ricos, además de hacer políticas redistributivas públicas a
través del gasto, algo que EE.UU
ya hizo tras el “crack”
del 29, paradojicamente a solicitud de los propios afectados
que querían "salvar el sistema". Si antes lo reclamó el economista Jeffrey Sachs
desde las páginas del mismísimo Financial
Times ahora lo hace
Tomás Iglesias desde las
de Rankia.
Para llegar a estas conclusiones, Piketty
se basa "en un aparato matemático sencillo y en un trabajo empírico
(series históricas de 200 años) arrollador", admite Joaquín Estefanía
(Grupo Prisa).
También el escritor Owen
Jones (Sheffield,
1984) ha escrito The
Establishment (La “casta”, en inglés). Y es que tras la
sorprendente defensa que el PSC
de Catalunya, el ex-líder socialista Felipe González y
la periodista del Grupo
Prisa, Angels
Barceló, han hecho de Jordi
Pujol tras haber confesado su corrupción propia y la de su
familia, o la entrevista solicitada por Rosa
Díez (UPyD)
para arropar a Mariano
Rajoy (PP),
en plena zozobra por los escándalos financieros en su partido, la perplejidad
cuando no la repulsa ya ha tomado cuerpo en la ciudadanía ante las
transcendentales elecciones de mayo.
El periodista Carlos
Prieto, que ha leído The
Establishment, del ensayista Owen Jones, anticipa sus
conclusiones: “Con los miembros del establishment pasa un poco como con los indies: que
cuando empiezan a llover los palos, todo el mundo niega ser tal cosa. Y es que
ser parte de los que controlan el cotarro tiene connotaciones negativas”. Es lo
que ocurre en España ante lo que se ve venir: “Luego que no se quejen cuando
los de Podemos
hablan de la casta. Porque, comportamientos así, son de una casta con sus
propios códigos, entre los que se encuentran los de la locuacidad o el
silencio, según convenga, declarándose ajeno a lo que ocurre en su entorno
partidista -nada inmaculado, por cierto”, dice sobre el PP José Antonio Zarzalejos,
un periodista que se ha convertido en uno de los más acreditados consejeros
áulicos de la Casa
Real como ex director del diario ABC.
No es el único: “El mayor pecado de Arturo (empresario
del Grupo
Cantoblanco con numerosas contratas públicas, amigo del ex-rey Juan Carlos) fue
confundir política con negocios", comentan sus próximos. Pero ese pecado
ni es el único ni es exclusivo del de CEIM.
La casta la hay en todas partes”, dice el periodista Nacho Cardero
sobre el “chamarilero” del anterior monarca. Y Graciano Palomo, periodista
conservador pero encausado por Aznar
por insinuar su corrupción, también lo refrenda: “Resulta que en plena eclosión
demoscópica del fenómeno Podemos
nos enteramos de que su líder habla de que “el miedo va a cambiar de bando” (esto
y no otra cosa es una guerra civil, que haya “bandos” y “miedos”) y un sinfín
de sal gorda y ácida que tiene al personal ojiplático”.
Y es que si los analistas del régimen entonan el sempiterno
canto del miedo al cambio, la realidad es otra: lo que ocurre hoy en España es
una "guerra" pero de la “sociedad civil” frente a la “casta”, tres
cuartas partes de la población frente a una
minoría pequeña que se ha adueñado del Estado y sus arcas en su beneficio.
De hecho, la canción “El miedo va a cambiar de bando” de Habeas Corpus, Los Chikos del Maíz
y Riot Propaganda
ya lleva 250.000 visitas y se propaga por las redes sociales como la pólvora.
De ahí que el periodista Carlos
Prieto apuntara a “una reveladora investigación llamada “Del
consejo de ministros al consejo de administración. Los pasillos entre el Congreso y la
empresa. O los cincuenta políticos cañís que han atravesado la ya mítica puerta
giratoria celtibérica en la era democrática. Un trabajo complementado después
con un demoledor
gráfico sobre los 24 excargos públicos españoles a sueldo de las compañías
eléctricas. Si Owen
Jones (Sheffield, 1984) fuera español en vez de inglés,
probablemente hubiera incluido estos datos en su nuevo ensayo, The Establishment,
publicado en el Reino
Unido”.
“Cuando hablamos de “casta” en España solemos limitarnos a
pensar en los políticos que están en el poder, pero se trata de un concepto
amplio referido más bien a una alianza
entre poderosos con intereses económicos comunes (de la
política a la banca pasando por muchos otros campos). Por ahí va precisamente
la definición de “establishment”
aportada por Jones:
una comunidad de intereses. Aunque Inglaterra
es una de las cunas de la división social por clases y nada parece representar
mejor al establishment que el clásico lord británico que vive junto a sesenta
criados en una descomunal mansión campestre, Jones no comete el error de hacer una
descripción anacrónica de la clase dirigente. Tan establishment es ahora un
millonario nonagenario que hizo su fortuna al calor de las corporaciones del Imperio Británico
como el político laborista que hace guiños a la clase obrera en sus discursos (que no
en sus políticas) y no solo niega pertenecer a la casta sino que se le llena la
boca denunciando los privilegios de la misma. Recuerden el rebote que se pilló Felipe González
cuando Pablo Iglesias
le acusó de formar parte de la casta…”, añade.
Y en efecto: Felipe
González considera "contradictorias" muchas de las
propuestas de quienes hablan de casta y ahora dice que le da "igual"
si le dicen que él es casta. "Soy de la casta del sistema sanitario
público universal, de la educación universal y del sistema de pensiones no
contributivas. Pero de
la política no he vivido. He vivido para la política",
asegura. Pocos lo creen, sobre todo cuando desvela su "asombro" ante
la supuesta herencia que el ex presidente de la Generalidad Jordi Pujol confesó haber
evadido al fisco durante 34 años. "Nunca
he creído que Pujol sea un corrupto, se trata de una operación
de cobertura hacia los que tiene debajo", en alusión a los hijos del
fundador de CiU
y CDC.
También forma parte de la “casta” el sindicato socialista UGT, inmerso en
numerosos casos de corrupción, que ha logrado vetar en RTVE al economista
Juan Ramón Rallo
(uno de los 5 proscritos por el “régimen”)
porque dijo que las numerosas televisiones públicas en España, estatales,
autonómicas y locales, son un lujo innecesario cuando la gente pasa hambre y no
hay empleo. Además de acreditar quien manda de verdad en RTVE, que ha sido
reprendida por su “exceso de privilegios sindicales en el nuevo convenio” (los
sindicatos gozan de coche oficial, entre otras bicocas), la UGT se revela así
como parte de la “casta” en su alianza con el PP. “Pocos reconocen abiertamente pertenecer a la clase
dirigente, aunque Jones
encuentra a alguno al que no le importa reconocerlo entre las docenas de
entrevistas realizadas a lo más granado del establishment británico durante la
elaboración del libro. Si los progresistas
niegan la mayor, los conservadores
hacen tres cuartos de lo mismo: Jones
rescata varios textos donde articulistas conservadores con los dos pies metidos
en la clase dirigente cargan contra lo que ellos llaman la degeneración de la
clase dirigente (formada exclusivamente, según ellos, por políticos
progresistas adinerados y amorales). “Las variadas definiciones de
‘establishment’ tienen al menos una cosa en común: siempre son peyorativas”,
explica Jones.
"Dado que los conservadores
británicos creen que el establishment está formado por
políticos socialistas corruptos e inmorales, y los progresistas creen
que la casta está compuesta por niñatos privilegiados formados en centros
educativos de élite, Jones
amplia la definición de “establishment” para que ninguno de ellos se quede
fuera de la misma: cualquiera que defienda ahora por acción u omisión y desde
posiciones de poder el desmantelamiento de los servicios públicos formaría
parte del establishment. Ahora el
establishment estaría representado por instituciones e ideas que legitiman y
protegen la concentración de la riqueza y el poder en muy pocas manos.
Los intereses de aquellos que dominan la sociedad británica son dispares; de
hecho, a menudo entran en conflicto entre ellos. El establishment incluye a
políticos que aprueban leyes; barones de la comunicación que determinan los términos
del debate político; hombres de negocios y de las finanzas que gestionan la
economía… El establishment es el lugar donde estos intereses y mundos se cruzan
consciente o inconscientemente”, razona el ensayista, según Carlos Prieto.
“No obstante, aunque Jones piensa que es fácil poner nombres y
apellidos a los miembros de ese lugar de ensueño llamado El Establishment, eso
no resolvería el problema político generado por dicho club: la desigualdad social.
Porque no estamos ante una historia de “villanos” o manzanas podridas, sino más
bien ante un
“sistema” y un clima político. “El establishment es un sistema
y un conjunto de mentalidades que no puede ser reducido a un político o un
magnate de los medios determinado. Poco ganaríamos limitándonos a castigar a
algunos individuos por su egoísmo y su falta de compasión. Esto no significa
que debamos absolver a las personas de su responsabilidad personal, sino
entender que los
individuos son solo piezas dentro de una maquinaria. Se trata
de discutir la idea de que Inglaterra está gobernada por ‘malas’ personas y que
bastaría reemplazarlas por ‘buenas’ para resolver los problemas que afectan a
nuestra democracia”, zanja. De ahí salen propuestas como la del catedratico Víctor Sampedro (y
sus alternativas digitales ciudadanas a los mass media tradicionales a través de
redes sociales, blogs y wikimedia) o el eurodiputado Pablo Echenique (Podemos), que
rechaza uno de los tópicos más extendidos en la sociedad española (min. 11):
“La gente
normal puede hacer alta política, no hace falta ser experto en nada, ni miembro
de un partido gigante, ni amigo de Aznar para ser eurodiputado. Cualquiera
de vosotros puede ser diputado, eurodiputado, concejal, alcalde, presidente de
comunidad autónoma o presidente
del Gobierno.
Lo puede hacer con honestidad, con transparencia, sin cobrar un sueldo de
cirujano de clínica privada, etc… Una cosa es decirlo y otra hacerlo porque
hablar es gratis pero hacer, no, hacer cuesta. Nosotros lo estamos haciendo, la
gente lo está viendo y eso va a acelerar el cambio en España. Somos los primeros cargos
públicos de Podemos y tenemos mucho que demostrar”.
A parecida conclusión llega el periodista Carlos Prieto tras
leer a Owen Jones:
“no le basta con retirar dos manzanas podridas del cesto; quiere cambiar de
cesto”. Y Pablo
Iglesias (Podemos)
confirma que “cuando hablamos de casta, hablamos de los que mandan de verdad,
los que pasan de un consejo de ministros a un consejo de administración”.
“Apuntar a la casta de políticos profesionales y pretender la eliminación de
sus excesos, prebendas y delitos es objetivo irrenunciable. Pero sin
convertirlo —ingenua o deliberadamente— en una maniobra de distracción que nos
haga olvidar que la regeneración de la democracia consiste en hacer viables
proyectos alternativos y más justos de organización social y económica”
concluye Josep M.
Vallès, profesor emérito de Ciencia Política (UAB).
Fuentes:
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