¿Feliz Navidad?
¿De verdad será
así... para cuántos? ¿Pero de verdad existe la felicidad en este pobre mundo?...
“La Navidad es ya algo así, como la gran borrachera del mundo donde ésta se
celebra y en la que muchísimos se refugian para de alguna manera eludir u
ocultar los pesares que todo ser humano lleva sobre sí mismo; excepto la mayoría
de niños, que son el pretexto para que en esa celebración, muchísimos adultos
vuelvan a aquella feliz o infeliz etapa en que fueron niños; al meno con la
imaginación y por ello sean los que más disfrutan del juguete para el
niño”.
La
Navidad la han convertido los negociantes y los demagogos, en un gran negocio...
mejor dicho, en el mayor (y monstruoso) negocio anual de todos los tiempos,
dónde el derroche y el desenfreno para aquellos que pueden, e infinidad de los
que no pueden, es la meta final de algo insólito; puesto que en ella (se dice)
se celebra el nacimiento del hijo de un humilde carpintero, el que junto a su
mujer, se ven obligados a refugiarse en una cuadra; y allí aquella pobre mujer,
tuvo que parir a su hijo... “y seguro que sin haber podido cenar... puesto que
de esto nada dicen las escrituras religiosas, sobre la fundación de una religión
cuyas bases son la pobreza, la austeridad y el buen hacer; y no todas estas
parafernalias, que incluso las iglesias arropan”.
No
digamos las secuelas que estas bacanales modernas, van a dejar no sólo “a la
cartera o billetera”, sino “al cuerpo físico”, e incluso el anímico, puesto que
muchas de estas reuniones (familiares, empresariales, “de amistad”) terminan en
situaciones, “familiares y no familiares”, donde la gresca, la disputa, la
discusión y las rencillas y envidias, suelen salir; muchas veces antes de que
lleguen... “los postres y el vino con burbujas”; lo que demuestra que gran parte
de la parafernalia, es apariencia; sólo apariencia y ese barniz desaparece con
enorme facilidad.
Por lo
que a mi respecta, ya sólo “celebro” la cena de nochebuena; que si por mi fuera,
la haríamos en la comida del medio día, puesto que suprimirla no tengo la fuerza
para hacerlo... “manda la familia”... y la de fin de año, es para mí una cena
más, o con algo especial pero sin gran excepción; me da igual con uvas que sin
uvas... y cuando dicen que llega “el nuevo año”, ya suelo estar durmiendo más de
una hora; en esto sí que logré convencer a mi esposa, única y suficiente
compañía para esa noche, que no es otra cosa que... “otra noche
más”.
Mis
recuerdos de la primera nochebuena en familia y con algo especial... no se
alejan más que a mi época de más hombre que niño y ya con pantalón largo y
llevando bastantes años trabajando... era la entrañable cena en que mi querida
abuela, hacía una inolvidable sopa, con los menudillos del gallo, huevos cocidos
y troceados en la misma, en un caldo logrado con un simple “hueso de sustancia
añeja en forma de hueso de cerdo”, a lo que se añadían abundantes
“cuscurroncitos” de pan frito; luego aquel gallo en rica salsa de pepitoria, de
postre los anónimos mantecados y polvorones, hechos por ella o mi madre, en el
horno del barrio... y alguna copita, muy pequeña de risol o aguardiente dulce...
luego a cantar algunos villancicos y tan contentos, unas veces a la cama y otras
a la hoy casi desaparecida misa del gallo, que era el pretexto para darse un
garbeo a horas prohibidas en la cotidianeidad.
Y así
hasta que el día de reyes, aparecían los no muy rumbosos regalos, generalmente
“uno por barba”, unos dulcecitos en una artesanal o casera cestita y hasta el
otro año; pues para entonces pocos mantecados, polvorones y también pestiños,
quedaban... “en la canasta protegida con blanca sábana donde se guardaban
aquellos manjares, que no tocaban nada más que las manos de la madre o la
abuela, pues tenían que durar al máximo”.
Lo “del nuevo año,
la noche vieja, el vino con burbujas y todo lo demás”; eso vino mucho después,
ya en la época próspera del franquismo; entonces ni pensábamos en ello... “un
año más”... pues muy bien... “bienvenido sea”. Y... ¿éramos felices?... No lo
sé, desde luego yo no recuerdo “una infelicidad insoportable”... éramos felices,
si el conformismo se puede considerar así; pero desde luego vivíamos mucho más
tranquilos que hoy, no había... “las ansias y las insatisfacciones que luego han
venido”... así pues, sí... éramos conformes y nos conformábamos con aquella
felicidad.
Hoy la
muestra de lo que hay y nos viene, me la demuestra el propio ayuntamiento de mi
ciudad; que el año pasado... “el equipo saliente y derrotado en las elecciones
de mayo”, se gastó medio millón de euros en “luces y cohetes navideños”,
cantidad que según el alcalde, no pagaron ni han podido pagar hasta hoy... por
lo que el nuevo regidor municipal, ha tenido que reducir los jolgorios, nada
menos que un noventa y cinco por ciento y se ha limitado a alumbrar, por donde
pasen los reyes magos... que este año, al parecer “lo que tiraban a puñados el
año pasado”, va a ser mucho menos y además pagado por la iniciativa privada, que
colabora con el ayuntamiento, según me han dicho... por tanto... “se vuelve a
tiempos pretéritos ya que Jaén, como Andalucía, como España y gran parte del
mundo... vivían en la Luna”.
Este
año hasta al rey de España... “le han dado las navidades”; puesto que está
enfermo, bastante cojo, a dieta medicinal, le han quitado de fumarse sus grandes
y largos puros habanos y lo demás... y el pobre, se ha tenido que tragar...
“hasta el enorme puro” que le ha proporcionado su yerno Urdangarín... metido
(presuntamente) en negocios tan sucios, que otro cualquiera, se supone ya
estaría en la cárcel”.
Así
es que... ¿Feliz Navidad?... bueno... “que cada cual se las busque como pueda...
por mi parte y siguiendo las enseñanzas de los sabios... pongo las espaldas y
acepto lo que hay... y lo que venga, también”; desde luego infeliz no soy,
puesto que me conformo con lo que tengo, que es mucho más que
suficiente.
Antonio García
Fuentes (Escritor y
filósofo)
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