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viernes, 27 de enero de 2012

Innovación, sí, pero ¿cómo y a qué precio?



Durante los últimos años se ha puesto de manifiesto que la innovación es uno de esos conceptos que deben formar parte del adn de las empresas y organizaciones si estas quieren diferenciarse e, incluso, sobrevivir. Pero hablar de innovación no solo supone referirse a grandes inversiones en tecnología, en estructuras o en la implantación de costosos sistemas de producción. También puede ser entendido -y más aún en tiempo de crisis y de ajustes de cinturón- como una nueva forma de hacer las cosas o, como afirmaba Mildred Laya el otro día durante la presentación de la Guía de herramientas tecnológicas de Dircom, «innovación es buscar soluciones diferentes a los problemas de siempre». Esta visión, sin duda, facilita su comprensión pero, sobre todo, su aplicación por parte de pymes, autónomos y pequeños negocios que carecen de grandes presupuestos para los despliegues innovadores.

Innovar no es tanto una cuestión de presupuesto sino de una serie de elementos sobre los que José Antonio Llorente, socio fundador de Llorente y Cuenca, reflexionaba el martes pasado durante la presentación del libro 'Innovación y Reputación'. Según Llorente, para innovar es necesario:
- Apuesta estratégica y a largo plazo de la Dirección: se trata de un camino de aprendizaje donde hace falta compromiso y liderazgo compartido
- Invertir en talento y crear una cultura organizativa que genere innovación
- Desarrollar un profundo conocimiento de los clientes y del mercado
- Aprovechar las relaciones con los socios y los proveedores
- Rapidez entre la generación y la oferta en el mercado (Time to Market)

Y como dice José Manuel Velasco, presidente de Dircom, en el prólogo de dicha publicación: «La innovación requiere análisis, método, recursos y grandes dosis de creatividad. En la era digital, a estos requerimientos hay que sumar necesariamente la comunicación, entendida como el diálogo entre lo que es posible y lo que es realmente necesario. Las empresas generan intangibles a partir de los tangibles. Y no hay mayor intangible que la habilidad de una organización para dialogar consigo misma en el consciente y soñar sin fronteras desde el subconsciente».
 
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