¿Qué debe saber un niño de cuatro años?
Hace poco, en un foro sobre la educación de
los hijos, leí una entrada de una madre preocupada porque sus hijos, de cuatro
años y año y medio, no sabían lo suficiente. "¿Qué debe saber un niño de cuatro
años?", preguntaba. Las respuestas que leí no solo me entristecieron sino que me
irritaron. Una madre indicaba una lista de todas las cosas que sabía su hijo.
Contar hasta 100, los planetas, escribir su nombre y apellido, y así
sucesivamente. Otras presumían de que sus hijos sabían muchas más cosas, incluso
los de tres años. Algunas incluían enlaces a páginas con listas de lo que debe
saber un niño a cada edad. Solo unas pocas decían que cada niño se desarrolla a
su propio ritmo y que no hay que preocuparse. Me molestó mucho que la respuesta
de esas mujeres a una madre angustiada fuera añadirle más preocupación, con
listas de todo lo que sabían hacer sus hijos y los de ella no. Somos una cultura
tan competitiva que hasta nuestros niños en edad preescolar se han convertido en
trofeos de los que presumir. La infancia no debe ser una carrera. Por todo ello,
he decidido proponer mi lista de lo que debe saber un niño (o una niña) de
cuatro años: Debe saber que la quieren por completo, incondicionalmente y en
todo momento Debe saber que está a salvo y debe saber cómo mantenerse a salvo en
lugares públicos, con otra gente y en distintas situaciones. Debe saber que
tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a alguien y que nunca tiene que
hacer algo que no le parezca apropiado, se lo pida quien se lo pida. Debe
conocer sus derechos y que su familia siempre le va a apoyar. Debe saber reír,
hacer el tonto, ser gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca
pasa nada por pintar el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
Debe saber lo que le gusta y tener la seguridad de que se le va a dejar
dedicarse a ello. Si no le apetece nada aprender los números, sus padres tienen
que darse cuenta de que ya los aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio
se dedique a las naves espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el
barro. Debe saber que el mundo es mágico y ella también. Debe saber que es
fantástica, lista, creativa, compasiva y maravillosa. Debe saber que pasar el
día al aire libre haciendo collares de flores, pasteles de barro y casitas de
cuentos de hadas es tan importante como practicar la fonética. Mejor dicho,
mucho más. Pero más importante es lo que deben saber los padres: Que cada niño
aprende a andar, hablar, leer y hacer cálculos a su propio ritmo, y que eso no
influye en absoluto en cómo de bien ande, hable, lea o haga cálculos después.
Que el factor que más influye en el buen rendimiento académico y las buenas
notas en el futuro es que leer a los niños de pequeños. No las fichas, ni los
manuales, ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más
rutilantes, sino que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o
ambos) a sentarse a leerles buenos libros. Que ser el niño más listo o más
estudioso de la clase nunca ha significado ser el más feliz. Estamos tan
obsesionados por tratar de dar a nuestros hijos todas las "ventajas" que lo que
les estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y llenas de tensión como las
nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una
niñez sencilla y despreocupada. Que nuestros niños merecen vivir rodeados de
libros, naturaleza, utensilios artísticos y la libertad para explorarlos. La
mayoría de nosotros podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros
hijos y no los echarían de menos, pero algunos son importantes: juguetes como
los LEGO y las construcciones, juguetes creativos como los materiales artísticos
de todo tipo (buenos), los instrumentos musicales (tanto clásicos como
multiculturales), disfraces, y libros y más libros (cosas, por cierto, que
muchas veces se pueden conseguir muy baratas en tiendas de segunda mano).
Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para jugar con
montoncitos de alubias secas en el taburete (supervisados, por supuesto), amasar
pan y ponerlo todo perdido, usar pintura, plastilina y purpurina en la mesa de
la cocina mientras hacemos la cena aunque lo salpiquen todo, tener un rincón en
el jardín en que puedan arrancar la hierba y hacer un cajón de barro. Que
nuestros hijos necesitan tenernos más. Hemos aprendido tan bien eso de que
necesitamos cuidar de nosotros mismos que algunos lo usamos como excusa para que
otros cuiden de nuestros hijos. Claro que todos necesitamos tiempo para un baño
tranquilo, ver a los amigos, un rato para despejar la cabeza y, de vez en
cuando, algo de vida aparte de los hijos. Pero vivimos en una época en la que
las revistas para padres recomiendan que tratemos de dedicar 10 minutos diarios
a cada hijo y prever un sábado al mes dedicado a la familia. ¡Qué horror!
Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los ordenadores, las actividades
extraescolares, las clases de ballet, los grupos organizados para jugar y los
entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS.
Necesitan a unos padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho
durante el día, unas madres que se sienten a hacer manualidades con ellos,
padres y madres que les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que
demos paseos con ellos en las noches de primavera sin importarnos que el
pequeñajo vaya a 150 metros por hora. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena
aunque tardemos el doble y trabajemos el doble. Tienen derecho a saber que para
nosotros son una prioridad y que nos encanta verdaderamente estar con ellos. Y
volviendo a esas listas de lo que saben los niños de cuatro años... Sé que es
natural comparar a nuestros hijos con otros niños y querer asegurarnos de que
estamos haciendo todo lo posible por ellos. He aquí una lista de lo que se suele
enseñar a los niños de esa edad y lo que deberían saber al acabar cada curso
escolar, a partir del preescolar. Como nosotros estamos educando a nuestros
hijos en casa, yo suelo imprimir esas listas para comprobar si hay algo que
falte de forma llamativa en lo que están aprendiendo. Hasta ahora no ha
sucedido, pero a veces obtengo ideas sobre posibles temas para juegos o libros
que sacar de la biblioteca pública. Tanto si los niños van al colegio como si
no, las listas pueden ser útiles para ver lo que otros están aprendiendo, y
pueden ayudar a tranquilizarnos sabiendo que van muy bien. Si existen aspectos
en los que parece que un niño está por detrás, hay que darse cuenta que eso no
indica ningún fracaso, ni del niño ni de sus padres. Simplemente, es una laguna.
Los niños aprenden lo que tienen alrededor, y la idea de que todos deben saber
esas 15 cosas a una edad concreta es una tontería. Aun así, si queremos que las
aprenda, lo que tenemos que hacer es introducirlas en la vida normal, jugar con
ellas, y las absorberá de manera natural. Si contamos hasta 60 cuando estamos
haciendo la masa de un bizcocho, aprenderá a contar. Podemos sacar de la
biblioteca libros divertidos sobre el espacio o el abecedario. Experimentar con
todo, desde la nieve hasta los colores de los alimentos. Todo irá entrando con
más naturalidad, más diversión y muchas menos presiones. Sin embargo, mi consejo
favorito sobre los niños pequeños es el que aparece en esta página. ¿Qué
necesita un niño de cuatro años? Mucho menos de lo que pensamos, y mucho más.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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