Los Guardias Civiles Democráticos, conocidos por los UMD VERDES, en comparación con la Unión Militar Democrática del ejército Español, que dio un paso al frente, nunca podremos olvidar a los hombres y compañeros del SUP, --Sindicato Unificado de la Policía-- y especialmente a compañeros como José Tejero entre otros muchos. Nuestro amigo y compañero Tejero publicó un libro con el título: "Memoria de una lucha clandestina", en él se relata la historia real de aquellos tiempos, momentos de gran sacrificio y de gran presión contra los derechos básicos y fundamentales, no sólo de policías y Guardias Civiles, sino, de toda la población.
Ese fue el lema utilizado en la clandestinidad por un sindicato policial --Policía Civil al servicio del pueblo-- que nació para combatir el maltrato, desprecio y ausencia de derechos de los policías. Sometidos al Código de Justicia Militar, con mandos procedentes del Ejército, la mayoría franquistas y clasistas, malos profesionales y peores personas que humillaban a los policías en sus tareas cotidianas. No había horario para trabajar. Lo más normal eran 24 horas seguidas de servicio y 24 horas libres, pero de esas 24 horas libres, las primeras del día en muchas unidades se usaban para impartir instrucción de orden cerrado, desfiles y otras pantomimas que subían el ego a los mandos. Prácticas completamente inútiles para la tarea policial. Todo ello en un sistema de muchas horas encerrados en cuarteles con bares internos y alcohol barato.
Corría el año 1977, muerto el dictador y en plena transición a no se sabía dónde, con un jefe de Estado señalado por el dictador y los partidos políticos combatiendo los embates del terrorismo, (FRAP, GRAPO, ETA…) cuando un policía sevillano, José López González, llevaba meses rumiando en su cabeza qué podría hacer él, policía básico en un Cuerpo sometido a régimen militar, para avanzar en la democratización de la Policía. En diciembre de 1976, cientos de policías y guardias civiles habían llevado a cabo una manifestación en Madrid en demanda de asistencia médica en la Seguridad Social y no en la sanidad militar. En la misma se atendía primero a mandos y familiares, fueran o no asuntos más urgentes. Si un policía o su familia estaban en una consulta habiendo solicitado hora y llegaba la mujer de un sargento esta pasaba primero. Y así era todo. El 17 de diciembre se manifestaron. Cinco días antes, en una reunión en la Casa de Campo de Madrid aparecieron dos personajes a los que no se conocía que pretendían que la manifestación se llevara a cabo el día 15, coincidiendo con el referéndum para la reforma política que abría la puerta al cambio de régimen. Agentes al servicio del franquismo que pretendían descarrilar la transición y mantener viva la dictadura.
Se desató una represión brutal contra ellos; unos trasladados a la plantilla más distante de aquella en la estaban con su familia; otros encarcelados; otros obligados a pedir la baja bajo amenazas; algunos incluso torturados. En ese clima había que ser muy valiente para plantear este asunto. El pionero de esta idea la comentó a un amigo, José Manuel Osorno Marín, que lo apoyo, y después fueron contactando con otros. Cuando fueron cinco, ellos dos más Guillermo Gómez Cunnigham, Manuel Tapada Pérez y Carlos Jiménez Fernández, plantearon levantar el Acta fundacional, y lo hicieron el 28 de febrero de 1978. El origen de esto y cómo aquello fue cuajando en Sevilla consta en el libro “Memoria de una lucha clandestina”, escrito por José Tejero, y cuyo aval, además de las firmas en Actas de muchos de los que participaron en los hechos, es el dato de que la todavía secretaria general del SUP prohibió (sí, prohibió) a los comités que hicieran publicidad ni adquirieran el libro. Ya apuntaba el camino al que quería llevar al sindicato, una secta a su servicio tratando de manipular la verdad de la historia.
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